Escultura del siglo XX
Periódicamente, la modelo que posó para Maillol durante diez años hasta la muerte del artista en 1944 acudía a los jardines de lasTullerías, donde estaban dispuestas sobre los céspedes dieciocho obras del maestro, para sacar brillo con un producto de limpieza a sus propias formas en bronce expuestas a la intemperie y a los agravios de las palomas. "Me siento totalmente desnuda -explica-; tengo la impresión de quedar manchada yo misma. Esto me da escalofríos".
La admiradora de Maillol se identifica con el modelo esculpido. Esta reacción ilustra esa asimilación del bronce a la carne, esa concepción antropomórfica y más o menos estrictamente imitativa de la escultura que todavía predominaba en los talleres más importantes de principios de siglo.
A este respecto, el propósito al que obedecía Maillol al esculpir sus Venus y sus Floras, el Verano o las Tres Gracias, no se aparta en lo fundamental del de Praxiteles cuando modelaba su Afrodita; y, por imponente y dinámica que sea, su Acción encadenada (monumento a Augusto Blanqui) es más bien un retroceso, en cuanto a audacia, respecto a los Esclavos de Miguel Ángel.
Ya no es ése el caso de Bourdelle, que nace el mismo año que Maillol (1861) y que magnifica a Mickiewicz, transfigura la Minerva vestida y disloca en veintiún bustos y máscaras sucesivos, cada vez con mayor gravedad, el rostro de Beethoven. Tampoco es ya ése el caso de Rodin, cuyo prodigioso Balzac hubo de esperar más de cuarenta años a su instalación en una esquina de Montparnasse.
Así, desde las lejanas épocas en que el hombre encontró, de manos del escultor, su primera réplica de mármol o de bronce con parecido, la más "plástica" de las artes ha evolucionado en el sentido de un creciente atrevimiento interpretativo. Pero esto no ha sido sin conflictos ni vueltas atrás.
¿Qué transformaciones y afrentas no habrán sufrido, en medio siglo, los rasgos humanos y la apariencia de las cosas, primero con el modelado nervioso de las figurillas satíricas de Daumier y luego bajo la mano todavía más exaltada de Rosso? DeTurín y formado en parte en París, Medardo Rosso fue el iniciador de una técnica de lo "inacabado", que pretendía "hacer olvidar la materia" en provecho de una especie de disolución del motivo en la luz.
Ataques dirigidos contra la escultura en nombre de la interpretación, los ha conocido la realidad hasta de las manos que hubieran podido suponerse menos inclinadas a violentarla, por ejemplo de las del más apolíneo de los pintores, del autor de Luxe, calme et volupté, Matisse, quien, habiendo dejado de lado en sus cuadros el volumen, parece ostentarlo con tanta mayor insolencia y sentido de lo elemental cuando se expresa en el espacio real.
Esta reducción a lo esencial debe relacionarse con el interés de Matisse por las artes arcaicas y primitivas: él fue uno de los primeros en difundir el gusto por ellas. Sus dos Negras de 1908, de una rudeza de expresión sorprendente, coinciden^ con el principio de su colección africana y de Ocearíía, iniciada dos años antes con la compra de su primera máscara negra.
Sin ninguna duda, la Escultura del siglp XX debe tanto de su liberación abiertas actitudes clave o intuiciones decisivas de algunos artistas conocidos sobre todo como pintores, como a las búsquedas concertadas de los "escultores de profesión" que las realizaban al mismo tiempo. Se incluye Boccioni entre los primeros al inventar desde 1911 su principio de la "interpenetración de planos" y su noción de "forma-fuerza"para llevarlos a la práctica en su Desarrollo de una botella y en sus Formas únicas de la continuidad en el espacio (1913). Y, sobre todo, Picasso, al modelar con mano férrea su Cabeza de mujer de 1909, que anunciaba ya la oleada del futurismo, o al adelantarse en medio siglo al cinismo del"pop art"en su Vaso de ajenjo de bronce pintado (1914) y a todo un vocabulario abstracto de los años cincuenta en sus Construcciones con hilo metálico de 1928. Y Picasso, de nuevo, al colaborar con González para metamorfo-sear dos ensaladeras en figura femenina (1931), o al obtener su célebre Cabeza de toro del acoplamiento de un sillín y de un manillar de bicicleta (1943).
La admiradora de Maillol se identifica con el modelo esculpido. Esta reacción ilustra esa asimilación del bronce a la carne, esa concepción antropomórfica y más o menos estrictamente imitativa de la escultura que todavía predominaba en los talleres más importantes de principios de siglo.
A este respecto, el propósito al que obedecía Maillol al esculpir sus Venus y sus Floras, el Verano o las Tres Gracias, no se aparta en lo fundamental del de Praxiteles cuando modelaba su Afrodita; y, por imponente y dinámica que sea, su Acción encadenada (monumento a Augusto Blanqui) es más bien un retroceso, en cuanto a audacia, respecto a los Esclavos de Miguel Ángel.
Ya no es ése el caso de Bourdelle, que nace el mismo año que Maillol (1861) y que magnifica a Mickiewicz, transfigura la Minerva vestida y disloca en veintiún bustos y máscaras sucesivos, cada vez con mayor gravedad, el rostro de Beethoven. Tampoco es ya ése el caso de Rodin, cuyo prodigioso Balzac hubo de esperar más de cuarenta años a su instalación en una esquina de Montparnasse.
Así, desde las lejanas épocas en que el hombre encontró, de manos del escultor, su primera réplica de mármol o de bronce con parecido, la más "plástica" de las artes ha evolucionado en el sentido de un creciente atrevimiento interpretativo. Pero esto no ha sido sin conflictos ni vueltas atrás.
¿Qué transformaciones y afrentas no habrán sufrido, en medio siglo, los rasgos humanos y la apariencia de las cosas, primero con el modelado nervioso de las figurillas satíricas de Daumier y luego bajo la mano todavía más exaltada de Rosso? DeTurín y formado en parte en París, Medardo Rosso fue el iniciador de una técnica de lo "inacabado", que pretendía "hacer olvidar la materia" en provecho de una especie de disolución del motivo en la luz.
Ataques dirigidos contra la escultura en nombre de la interpretación, los ha conocido la realidad hasta de las manos que hubieran podido suponerse menos inclinadas a violentarla, por ejemplo de las del más apolíneo de los pintores, del autor de Luxe, calme et volupté, Matisse, quien, habiendo dejado de lado en sus cuadros el volumen, parece ostentarlo con tanta mayor insolencia y sentido de lo elemental cuando se expresa en el espacio real.
Esta reducción a lo esencial debe relacionarse con el interés de Matisse por las artes arcaicas y primitivas: él fue uno de los primeros en difundir el gusto por ellas. Sus dos Negras de 1908, de una rudeza de expresión sorprendente, coinciden^ con el principio de su colección africana y de Ocearíía, iniciada dos años antes con la compra de su primera máscara negra.
Sin ninguna duda, la Escultura del siglp XX debe tanto de su liberación abiertas actitudes clave o intuiciones decisivas de algunos artistas conocidos sobre todo como pintores, como a las búsquedas concertadas de los "escultores de profesión" que las realizaban al mismo tiempo. Se incluye Boccioni entre los primeros al inventar desde 1911 su principio de la "interpenetración de planos" y su noción de "forma-fuerza"para llevarlos a la práctica en su Desarrollo de una botella y en sus Formas únicas de la continuidad en el espacio (1913). Y, sobre todo, Picasso, al modelar con mano férrea su Cabeza de mujer de 1909, que anunciaba ya la oleada del futurismo, o al adelantarse en medio siglo al cinismo del"pop art"en su Vaso de ajenjo de bronce pintado (1914) y a todo un vocabulario abstracto de los años cincuenta en sus Construcciones con hilo metálico de 1928. Y Picasso, de nuevo, al colaborar con González para metamorfo-sear dos ensaladeras en figura femenina (1931), o al obtener su célebre Cabeza de toro del acoplamiento de un sillín y de un manillar de bicicleta (1943).
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