Fuentes barrocas de Roma
Las fuentes barrocas de Roma son uno de sus principales adornos. Por varios antiguos acueductos continuaban fluyendo torrentes al interior de la ciudad, que tenía mucha más agua de la que necesitaba la Roma de aquel tiempo, menos populosa que la antigua Roma de los Césares.
De estos sobrantes de fluido se aprovecharon los arquitectos de los siglos XVI y XVII para embellecer a Roma con fuentes que son todavía hoy su mejor ornato y que fueron imitadas por todo el mundo. Las dos fuentes más copiadas son la de Trevi, así llamada porque la alimenta el caudal del acueducto que viene de Trevi, y la Acqua Paola, por la que fluye incesantemente el agua sobrante del lago Braciano, conducida a Roma por el papa Paulo III.
En la citada Fontana di Trevi, obra de Salvi y Pan-nini terminada en el siglo XVIII, se aprecia la graciosa afectación de rusticidad que es tan característica del Barroco; se han querido imitar en ella las rocas naturales, por las que el agua cae perennemente como en el lecho de los ríos. En cambio, al fondo hay una fachada de palacio llena de líneas clásicas, con columnas y esculturas, como si el encanto de las ninfas y la frescura de un arroyo rupestre hubieran querido trasladarse al interior de la populosa ciudad.
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Otra de las fuentes famosas de Roma es la llamada de los Cuatro Ríos, realizada entre 1648 y 1651 por Bernini y sus discípulos, en la Piazza Navona. También aquí existe la misma mezcla de afectada rusticidad y arquitectura: el basamento es una especie de roca, tallada en sus formas naturales, con plantas y musgos de piedra esculpidos también hábilmente. Descansan sobre esta roca cuatro figuras alegóricas de los más grandes ríos del mundo; el agua brota por las venas de la piedra, gotea sin cesar por todas las rendijas, y encima de ella se levanta un antiguo obelisco egipcio, con su forma geométrica.
Otras veces las fuentes son simplemente escultóricas, como el bellísimo conjunto de la llamada de las Tortugas, en la cual varios efebos de bronce se hallan graciosamente combinados con pilas de mármoles de color. En la nunca bastante ponderada fuente del Tritón, también de Bernini, aparece montado sobre una concha de piedra un musculoso tritón, provisto de un cuerno marino y lanzando a lo alto un chorro de agua que se pulveriza al soplo del viento.
De estos sobrantes de fluido se aprovecharon los arquitectos de los siglos XVI y XVII para embellecer a Roma con fuentes que son todavía hoy su mejor ornato y que fueron imitadas por todo el mundo. Las dos fuentes más copiadas son la de Trevi, así llamada porque la alimenta el caudal del acueducto que viene de Trevi, y la Acqua Paola, por la que fluye incesantemente el agua sobrante del lago Braciano, conducida a Roma por el papa Paulo III.
En la citada Fontana di Trevi, obra de Salvi y Pan-nini terminada en el siglo XVIII, se aprecia la graciosa afectación de rusticidad que es tan característica del Barroco; se han querido imitar en ella las rocas naturales, por las que el agua cae perennemente como en el lecho de los ríos. En cambio, al fondo hay una fachada de palacio llena de líneas clásicas, con columnas y esculturas, como si el encanto de las ninfas y la frescura de un arroyo rupestre hubieran querido trasladarse al interior de la populosa ciudad.
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Otra de las fuentes famosas de Roma es la llamada de los Cuatro Ríos, realizada entre 1648 y 1651 por Bernini y sus discípulos, en la Piazza Navona. También aquí existe la misma mezcla de afectada rusticidad y arquitectura: el basamento es una especie de roca, tallada en sus formas naturales, con plantas y musgos de piedra esculpidos también hábilmente. Descansan sobre esta roca cuatro figuras alegóricas de los más grandes ríos del mundo; el agua brota por las venas de la piedra, gotea sin cesar por todas las rendijas, y encima de ella se levanta un antiguo obelisco egipcio, con su forma geométrica.
Otras veces las fuentes son simplemente escultóricas, como el bellísimo conjunto de la llamada de las Tortugas, en la cual varios efebos de bronce se hallan graciosamente combinados con pilas de mármoles de color. En la nunca bastante ponderada fuente del Tritón, también de Bernini, aparece montado sobre una concha de piedra un musculoso tritón, provisto de un cuerno marino y lanzando a lo alto un chorro de agua que se pulveriza al soplo del viento.
Fontana di Trevi de Nicola Salvi, en Roma El escultor recreó, casi un siglo después, los hallazgos de Bernini. La tentación de lo rústico y la transparencia verde del agua sirven de pedestal a una fachada clásica. Con ello se consiguen los efectos escenográficos que hacen de Roma la ciudad barroca por antonomasia.
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