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domingo, 27 de abril de 2014

La pasión del arte


                                                                         obra de valde
En tiempos de penuria ocuparse de la situación del panorama artístico puede parecer síntoma de frivolidad y esnobismo. La cultura y el arte componen en sí mismos un sector económico aderezado por el buen gusto y el cultivo de manifestaciones que exigen larga y cuidada elaboración. No hay arte sin ideas, sin trabajo, sin estudio o sin dedicación al conocimiento y a esmeradas técnicas. Cuando al arte no le saben trazar horizonte, resurge con todo su ímpetu desde el pasado inmediato.
El arte vive ahora tres acontecimientos destacables en el mundo cultural valenciano. La sensación de que una nueva etapa se abre con el relevo en la dirección del Instituto Valenciano de Arte Moderno(IVAM) del que únicamente conocemos el cese de Consuelo Ciscar Casabán después de diez años de haberlo pilotado. Coinciden en el tiempo dos exposiciones retrospectivas que han iluminado el firmamento cultural valenciano. La muestra Sorolla en Xàbia que se puede contemplar en el Museo de Alicante (Mubag) y la selección de pinturas y dibujos del Patrimoni de la Diputació de València en el Muvim.
El IVAM y el Museo de San Pio V contienen las dos colecciones más representativas en la Comunitat Valenciana. El Museo Valenciano de Arte Moderno tiene el valor de ser exponente de una época y del impulso que se dio a la expresión artística, desde hace 25 años, tras largo período de silencio y desdén a la creación artística desde la libertad. Ha tenido sus altibajos que, en gran medida, han estado supeditados a la voluntad de quienes han marcado la política cultural en los diferentes ámbitos y con sensibilidades diversas.
A raíz de la salida de Consuelo Ciscar del IVAM se ha visto una manifestación reclamando transparencia. La Comunitat Valenciana junto a un caudal continuado y notable en la expresión creativa, dispone de un fondo considerable de obras de arte que superan la barrera del tiempo. Las exposiciones de Sorolla y la del patrimonio de la Diputació de València son dos muestras fehacientes de que allí donde las interpretaciones culturales cotidianas encuentran carencias, subyace una cultura común originaria, configuradora, sincronizada con la vida misma, sin excentricidades y que llega directamente a los sentimientos. Frente a quienes pretenden que el arte es un lujo, prevalece el convencimiento de que existe una cultura común, sin áurea, propia del acontecer cotidiano que sustenta la creatividad, el deseo de progreso y la voluntad de manifestarse en clave de comunidad por la mayoría de los individuos.
Hubo un tiempo en el que el entorno valenciano era referencia valorada en el mundo del arte y de la cultura. Había una feria „Interarte„ digna, con respaldo público, que atraía la atención de galerías y coleccionistas con el objetivo de ser antesala de las grandes muestras internacionales. No fue posible, a pesar de la dedicación y el empeño de galeristas, expertos y soñadores que creyeron, que Valencia y todo su significado en el mundo del arte, disponía de protagonistas y de potencial intelectual capaz de consolidarse como eslabón peculiar en la cadena de la cultura y la creatividad artística.
En los círculos significados del estudio y del conocimiento se asume la relación entre progreso y cultura. El desarrollo cultural es un factor fundamental para el avance económico, social y por supuesto político de un grupo humano. El arte y la cultura no entienden de fronteras ni se circunscriben a planteamientos aislacionistas. El mundo se agranda y se expande a base de crecimientos económicos, inteligentes, creativos y éticos.
La última manifestación en este sentido ha sido la del director de orquesta napolitano Riccardo Muti que ha ido a la catedral de Toledo a interpretar el Requiem de Verdi dedicado a El Greco, ante grandes mandatarios, incluido el president de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra. Preocupado Muti por la crisis de la cultura en Europa ha denunciado que «a los Gobiernos les interesan más los cañones que la música y la cultura». A menudo en el mundo de los negocios se olvida que la cultura es economía, no sólo por los intercambios comerciales de productos culturales, sino también por la interrelación entre personas, los viajes o el turismo. En el auge y el éxito en el comercio exterior hay un considerable poso cultural que no se improvisa. Junto a la fuerza de las infraestructuras o del poderío de la industria pesada, a pesar de la crisis, crece la importancia de la creatividad como materia prima de la nueva economía que está vinculada a la sociedad del conocimiento. El papel de los bienes culturales es imprescindible en la transformación que se está gestando en el sistema económico mundial. Sorolla fue un referente vital que señaló hace un siglo hacia donde se dirigían los signos de los tiempos. Más de uno sigue sin enterarse.
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