Los directores de museos repetimos hasta la saciedad que estas instituciones son estrictamente contemporáneas y que no han cambiado fundamentalmente desde su creación en la era revolucionaria. Sin traicionar su origen, siguen cumpliendo con la misma misión para la que fueron creadas: la conservación intelectual y material de los testimonios heredados del pasado y la puesta en valor de su originalidad ante la sociedad con el fin de contribuir a la instrucción o educación de esta. El acceso libre de los ciudadanos a las obras de arte del pasado, cuyo conocimiento y disfrute estaba, hasta entonces, restringido con exclusividad a grupos sociales concretos y reducidos, se produjo en el siglo XVIII al mismo tiempo que se generalizó la actividad del Gran Tour, el precedente del turismo tal como lo conocemos hoy en día.
En nuestra edad contemporánea, la sociedad occidental ha cambiado a golpe de revolución, de conflicto, también, por supuesto, gracias a los avances prodigiosos de la técnica, del conocimiento y de las formas de vida material, progresando desde la desigualdad social, económica y política a las libertades democráticas y a la conquista del llamado "estado del bienestar".
Madrid es un ejemplo perfecto para entender esta transformación. Durante siglos fue la capital de un imperio pero, hasta hace no tanto, fue una ciudad poco atractiva en términos turísticos. Actualmente son millones las personas que se desplazan de otras ciudades de España y del mundo para visitar nuestros museos y monumentos. En esta evolución ha participado activamente desde su fundación en 1819 el Museo del Prado. Además de poner a disposición de los ciudadanos españoles el rico patrimonio heredado, la excelencia de sus colecciones reclamó pronto la atención de los artistas y aficionados al arte de toda Europa. Su prestigio como una de las grandes pinacotecas del mundo fue creciendo hasta convertirse en un centro de peregrinación del turismo cultural internacional.
En las últimas décadas se han reunido en torno al Prado otras instituciones como el Museo Reina Sofía y más tarde el Museo Thyssen-Bornemisza, que amplían la oferta de este distrito privilegiado de arte y cultura en el centro de la ciudad, que congrega anualmente a más de 6 millones de personas.
El propio Museo del Prado ha sabido adaptarse a esta nueva demanda, ampliando sus instalaciones y servicios, aumentando el horario de apertura a los siete días de la semana y ofreciendo un intenso y variado programa de actividades y exposiciones a su público. Hoy el museo se muestra más abierto al ciudadano que nunca y también más consciente del impacto que tiene su actividad en la vida social y económica de la ciudad.
Mirando ya al horizonte de la celebración de su bicentenario en 2019, el Prado confía en seguir aportando su prestigio y dinamismo a la mejor estrategia conjunta que desarrollen todas las administraciones y los agentes turísticos para seguir convirtiendo a España y a Madrid en una cita ineludible en el Gran Tour del turismo global.
Miguel Zugaza
Director del Museo Nacional del Prado
Director del Museo Nacional del Prado
Fuente
http://www.madridiario.es/
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