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domingo, 24 de mayo de 2015

.Extravagancias en el mundo del arte

Resultado de imagen de las mujeres de alger


Por Hugo Víctor Ramírez V. - Columnista

Hace una semana que Christie’s, la afamada casa de subastas neoyorquina, dejó pasar por su martillo “Las mujeres de Alger”, una obra cubista de Picasso, que alcanzó la impresionante suma de 179,4 millones de dólares. Recientemente, un medio escrito estadounidense publicó un artículo cultural en el que se menciona que la pintura, catalogada como la más valiosa del mundo, pertenecería a un ex primer ministro catarí.

¿Pagar, incluyendo los costos adicionales de transporte, almacenamiento y seguridad, alrededor de 200 millones de dólares por un pedazo de arte? Se podría decir que hacerse de un Picasso, con la historia que se esconde detrás del trabajo del genio español, lo vale. Sin embargo, más allá de la pasión por el arte que pudiera existir en el corazón de quien lo adquiere, a menudo la realidad que se esconde detrás de este nuevo y lucrativo negocio poco o casi nada tiene que ver con lo cultural. Hoy en día, ya casi nadie desembolsa semejante dineral para luego exponer la preciada adquisición en su comedor o, menos aún, donarlo a un museo; así como seguramente tampoco lo hará el otro multimillonario que se adjudicó en otra subasta de la misma casa “El hombre que señala” (L'homme au doigt), del escultor suizo Alberto Giacometti, actualmente la escultura más cara del mundo –141 millones de dólares–, la cual, dicho sea de paso, destronó a su par “El hombre que camina” (L’Homme qui marche), figura subastada hace 5 años atrás en Inglaterra por un poco más de 100 millones de dólares.
Si solo se tomara en cuenta a Christie’s como punto de referencia en cuanto a transacciones multimillonarias de obras de arte y esculturas de renombrados artistas, tranquilamente se podría superar el billón de dólares (Buchter, 2015).

Al presente, tanto en Europa como en los Estados Unidos, la adquisición de arte moderno dejó de reflejar exclusivamente el estatus social de su propietario, lentamente la pasión del coleccionista se está convirtiendo en una suerte de “negocio seguro” que incluso ya se mueve como pez en el agua en Wall Street (Fink, 2015). Para muchos expertos, el arte contemporáneo es visto como la mejor inversión que ha descubierto la sociedad de los ultramillonarios, quienes al pujar sin ton ni son en subastas exclusivas están convirtiendo a este mercado en uno impredecible y volátil (pero cuya tendencia parece mirar siempre hacia el norte) y que a pesar de los riesgos, continúa siendo el mejor colchón financiero, incluso frente a las tradicionales reservas de oro. A este paso, el arte, como tal, el que todavía puede apreciarse en museos, desaparecerá lentamente y se hará inaccesible para las instituciones que lo administran y más aún para sus honestos seguidores.
Fuente
http://www.laprensa.com.bo


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