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viernes, 8 de abril de 2016

Fresco de Andrea del Castagno

La Ssma Trinidad, San Jerónimo y dos santas

Fresco de Andrea del Castagno






El domingo de la Ssma Trinidad y en su homenaje, ponemos en portada un fragmento de una bella obra renacentista. Interesaba destacar el tema de la celebración, y puesto que el fresco original (que puede verse completo bajo este artículo) tiene marcadamente dos partes, he seccionado la que correspondía a la Ssma Trinidad, que ocupa la parte abovedada del nicho de una de los capillas de la Basílica de la Annunziata, en Florencia, donde fue pintado en 1453 y se encuentra en la actualidad.
Andrea del Castagno fue uno de los tantos grandes pintores del manierismo renacentista italiano, época prolífica para el arte de la pintura como pocas lo fueron en toda la historia humana; en la que se juntaron gentes de todo origen social, pero que tenían en común el haber cultivado su sensibilidad hacia la belleza, tanto para producirla -y así salieron increíble cantidad de artistas- como para apreciarla y promoverla -y así se multiplicaron los mecenazgos.
Nace cerca de Florencia, en Castagno d'Andrea, en 1419 o 1421 y fallece en Florencia en 1457. Vida breve, según nuestros criterios, pero llena de "obras bien hechas", que es -al decir de D'Ors- lo que nos será contado (al menos en este mundo, me atrevo a agregar). Se movió en el círculo de Bernardo de Médici, sin el cual nos faltaría gran parte de la producción artística y filosófica de ese siglo.
Vasari, quien un siglo más tarde escribió la primer gran historia del arte renacentista, nos transmite -en el apartado dedicado a Andrea del Castagno- diversas noticias sobre su vida y obra, incluyendo la mala fama que parece haberle dado su mal carácter, y que quedó plasmado -siempre según Vasari- en el epitafío que señalaba su tumba, donde incluso se le acusa de un asesinato (que puesto que ocurrió después de su muerte, es imposible que lo hubiera perpetrado):
«Castagno De Andrea no tenia mesura ni color ni dibujo....»
Sin embargo el propio Vasari, cuando no sólo transmite lo que quizás fuera opinión más o menos corriente (la malediscencia no es dudoso privilegio de nuestra época), sino que explica él, como arquitecto y pintor que también era, la pintura del que nos ocupa, y precisamente en relación a esta Santísima Trinidad, dice:
«[...] sobre esta capilla trabajó un San Jerónimo, seco y austero, con mucho trabajo conducida, y sobre él hizo una Trinidad que tiene un crucifijo en escorzo; que en verdad, muchos elogios merece Andrea, por haberle dado forma y dibujo en escorzo de mejor manera que los otros antes lo habían hecho.»
Estamos en pleno manierismo, donde cada artista, ceñido a las reglas de la proporción y la armonía clásicas redescubiertas, intenta sin embargo hallar el modo de expresar su "maniera", su propio modo de ver las cosas, en una gozosa exaltación de la mirada individual. Andrea encontró ese modo, nos dice Vasari, y lo logró «...de mejor manera que los otros antes lo habían hecho.»
El fresco pertenece a su plena madurez artística, y acusa el rasgo más reconocido del artista, la crudeza y verismo de las figuras, pero sobre todo de los rostros. No podemos identificar los dos santos (o quizás santa y santo) que están a derecha e izquierda de San Jerónimo; a este santo sí, por supuesto por la presencia del león, fundamental en la iconografía jeronimiana.
El pintor ha aprovechado la perspectiva abovedada y da la impresión de que la figura de la Trinidad surge de atrás de los santos, de tal modo que el espacio humano queda rodeado y como cercano por el espacio divino de la Trinidad.
La figura de Jesús parece surgir del centro de una figura de indefinible multiformidad: pueden reconocerse allí rostros infantiles (querúbeos), un pico, alas. Se dan cita allí, sin que prevalezca nincuno, desde las visiones de Isaías 6 -con sus querubines rodeando el Santo de los Santos-, hasta los Vivientes del Apocalipsis (que la tradición posterior identificó con los 4 evangelistas); quizás tmbién pueda reconocerse -en especial por el modo de surgir la figura de Jesús del centro- el ave fénix, al que tan afecta era la mitografía renacentista. A Jesús se lo presenta, en consonancia con las visiones apocalípticas, eternamente crucificado. En cuanto al Padre, se lo representa llevando el pelo a la manera de la tradición rabínica judía. la menos desarrollada (y por tanto más convencional) ha sido la figura del Espíritu Santo, que apenas destaca en el conjunto.

Andrea del castagno ha logrado en este fresco una imagen inquietante, que vale la pena contemplar.




por Abel Della Costa

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