Martín Villalba. Sus originales cuadros, murales y esculturas se despliegan en espacios públicos de la capital neuquina, de la provincia y del país.
POR PABLO MONTANARO / montanarop@lmneuquen.com.ar
“Eso es lo que amo, eso es lo que quiero hacer”, se dijo Martín Villalba cuando tuvo ante sus ojos Asterix y los normandos, el noveno tomo de la serie de historietas de Astérix el galo que le regaló su padre, ingeniero de profesión. Fue el momento en que aquel chico, nacido en 1972 en Cipolletti pero que pasó su infancia y adolescencia en una casa de la calle Las Heras entre Belgrano y Elordi de la ciudad de Neuquén, supo que el arte iba a determinar su camino.
Esa decisión ya “flotaba a mi alrededor” porque se había deslumbrado con las serigrafías de Castagnino, Spilimbergo, Alonso, entre otros, que tenía su tía Ali en su casa de la calle Mengelle de Cipolletti. “Soy como un producto de mi tía Ali", asegura Martín. "Mi tia me mostraba esas reproducciones y me contaba cosas de Picasso, Dalí, Miró porque era fanática de los pintores españoles”, explica con entusiasmo desbordante, el mismo que le produjo cuando tenía 7 u 8 años el Guernica de Picasso y escuchaba la historia del famoso cuadro pintado durante la Guerra Civil Española.
Pero hubo algo más que hizo explotar esa fascinación por el arte. “En la casa de mi tía vi la tapa de un libro de Gaudí que tiene una foto de las torres de la Sagrada Familia y que a mí me daban terror porque parecían velas derretidas”, cuenta.
A los 18 años se fue a estudiar diseño gráfico en la Universidad de Buenos Aires, que dejó para ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. “La separación de mis viejos generó que yo quebrara. Me dio la no culpa y me anoté para estudiar bellas artes".
Un viaje por Bolivia, Perú y Chile lo impregnó de imágenes y colores. “Mi identidad plástica sigue muy ligada a ese viaje”, asegura. A fines de los años 90, su espíritu inquieto lo llevó a Londres para realizar un posgrado en escultura en bronce en el Saint Martin College, donde expuso en varias oportunidades. Esa estadía que inicialmente era por seis meses y que se transformó en un par de años fue como estar en su mundo. “Londres resume todo lo que a mí me gusta, Beatles, el rock, la cultura, la locura del mundo estaba ahí y yo lo pude vivir. Londres hervía, estaba Damien Hirst, el artista que ponía animales sumergidos en formol dentro de una pecera, la Tate Gallery... Ese momento fue una ruptura mundial en el arte”, describe en su estudio del Paseo de la Patagonia Shopping.
Toda esa vinculación lo llevó a crear las muñecas Dolls en la que consiguió una reconceptualización de la muñeca, adoptando una temática que se inclina por el amor. “Hice tres muestras en salas de Londres y vendí todo”, afirma.
Mientras pinta escucha música “a pleno" y de la más variada "desde AC/DC hasta Caetano Veloso”.
En 2011 decidió volver a sus pagos: “Este es mi lugar para crear”. La vuelta fue a plena producción con un proyecto que llamó Zoopopfest, inaugurado en mayo del 2011 en la sala Emilio Saraco (ver aparte).
En su paleta no pueden faltar los colores plateado, dorado, blanco, negro y sobre todo turquesa "porque me recuerda a los pasajes de mi infancia".
En los últimos años, ese universo de colores en animales, personajes, muñecas y superhéroes ya forman parte de la escenografía cotidiana que Villalba le impregnó a la ciudad de Neuquén como también a otras localidades de la provincia y del país (recientemente realizó intervenciones artísticas en hospitales, centros de salud, restaurantes, bares, jardines y escuelas de Bolívar, provincia de Buenos Aires). Una de ellas, Yo soy todas, la escultura que homenajea a las mujeres en el Paseo de la Costa. En la ampliada fachada de los consultorios de la Clínica Pasteur, en Roca e Yrigoyen, Villalba realizó el mural Lo real sana.
"Le fui dando como hitos a esta ciudad, estoy ayudando a que sea más inspiradora", confiesa Villalba, quien asegura: "Le entrego la vida al arte".
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