Foto: 蛋蛋赞
Hace 150 años, una niña de 8 años que paseaba con su papá y su perro, descubrió lo que hoy se considera como ‘La Capilla Sixtina del arte paleolítico’; hablamos de la cueva de Altamira.
A pesar de que la cueva de Altamira fue descubierta en 1879, fue hasta 1902 que se le dio el reconocimiento universal que merece esta pieza de arte, pues los científicos no podían creer que el primer tesoro pictórico prehistórico conocido, correspondiera al arte paleolítico.
La cueva de Altamira, está localizada a dos kilómetros del municipio cántabro de Santillana del Mar, en España y fue descubierta por Marcelino Sautuola y su hija de 8 años, María Sanz de Sautuola y Escalante, cuando la pequeña se adentró en la cueva hasta llegar a una sala lateral y descubrió unos ‘dibujos’ en el techo.
Cuando el hombre se adentró quedó sorprendido al contemplar el conjunto de pinturas de animales extraños que cubrían casi la totalidad de la bóveda y al año siguiente publicó un tratado de corte científico titulado ‘Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander’ en el que defendía el origen prehistórico de las pinturas e incluía una reproducción de ellas.
Fue entonces que en 1880, Sautuola presentó sus conclusiones al catedrático de Paleontología de la Universidad de Madrid, sin embargo fueron rechazadas por los científicos más especializados y reconocidos en estudios prehistóricos y paleontológicos de Europa entre los que figuraban los franceses Cartailhac, Mortillet y Harlé.
Fue así que muchos otros científicos negaron la veracidad de los pictogramas, incluso hubo quienes afirmaron que habían sido hechas por algún pintor moderno pero mediocre, dando a entender que Sautuola había alojado en su casa a un pintor, dejando en duda la veracidad.
La muerte de Marcelino Sautuola terminó por condenar las pinturas de Altamira a ser un ‘fraude moderno’, sin embargo su valor poco a poco fue avalado por los frecuentes hallazgos de otras piezas de arte similares en numerosas cuevas europeas.
Fue entonces cuando Émile Cartailhac, uno de los más grandes opositores a la autenticidad de Altamira, reconsideró su postura y tras visitar la cueva, escribió un artículo titulado ‘La grotte d’Altamira. Mea culpa d’un sceptique’, que se traduce como ‘La cueva de Altamira. La culpa de un escéptico’; el artículo supuso el reconocimiento universal de la bóveda.
Poco a poco la gente la denominó como ‘La Capilla Sixtina del arte paleolítico’ y se convirtió en la primera cueva decorada que se descubrió y la más grande.
En 1985, la Unesco la declaró ‘Patrimonio de la Humanidad’ los 270 metros con los que cuenta la cueva y sus pinturas rupestres.
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