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domingo, 25 de agosto de 2019

La belleza de la pintura sobre la estética creativa

















Santos Barrientos

Escritor
El arte en su concepción de naturalidad o sensibilidad expresa la manifestación interna del sujeto que lo produce; puesto que el arte solo es arte si la percepción es la comprensión sensitiva del mundo o lo que lo rodea. Porque la universalidad de una obra se produce en tanto que el “ser ahí” se expresa en el “estar ahí” —según la concepción heideggeriana—, como sistematización de la belleza subjetiva o como forma natural del ser.
Es cierto, la belleza lo es en su aspecto más puro, perceptible o condicional a las artesanías de lo visual, al Yo interno o a la infinitud del alma. Toda obra de arte se propone la belleza y con esta la estética, en cualquier manifestación. Por ejemplo, un poema es estético cuando se le cuestiona con la mundanidad o con la visión simbólica. Cuando el poema refleja el símbolo más puro, es poema porque refleja lo más interno del ser humano: su muerte, su silueta de signos, su corpóreo sistema en rotación, donde tiempo y mundo se escinden y cada vez que se contradicen se enfrentan a lo otro: la realidad del ser mismo.
En un mundo arrasado por la percepción como búsqueda de la razón (porque toda razón es una mera percepción, no hay razón, hay pequeñas percepciones de la realidad), el silencio en su manifestación de arte se convierte en una serie de facciones de reflejos, de fórmulas completas de belleza, de naturaleza expuesta a lo surreal o simbólico.
La pintura refleja las imágenes; las palabras lo simbólico del lenguaje, pero ambos representan el alma, nacen de lo interno de quienes los producen. Ambos contemplan la belleza interna o la decadencia de la mundanidad en la que se revelan. Uno es lo robusto de la percepción contemplativa y la otra plasticidad.
Van Gogh cuando nos muestra dos zapatos viejos gastados dejados a la intemperie, olvidados, no nos muestra lo que percibimos, nos convence de una realidad (la realidad es búsqueda de la verdad y esta es percepción sin más, según la terminología jasperiana), no una simple realidad de zapatos viejos, zapatos sin vida; sino la realidad de un conjunto de precisiones. Es decir, dos zapatos que bien pueden significar la decadencia de la humanidad cayendo a través de sus inusuales líneas retorcidas. La significancia de los laboriosos pasos gastados por el permanente caminar o por labrar la tierra. El bostezo de los zapatos como ventanas a lo cotidiano o lo simple, quizá no lo es en su concepción del alma-cuerpo; la pura contemplación nos invita a pensar en la obra como unos simples zapatos gastados, pero la búsqueda de la verdad cuestiona lo que se contempla. Los zapatos, ya no son simples zapatos viejos gastados, dejados entre la noche fría llena de montes secos. La obra prueba su aspecto de pureza estética cuando se visualiza el alma, lo interno, lo complejo de su ser en esencia.
El paisaje de lo real cuestiona lo interno para encontrar la belleza. La complejidad de la belleza se instituye en su naturalidad de valoración. Todo juicio de valor de una obra de arte debe girar en torno al hundimiento de sus lóbregas profundidades o sombrías cadencias.
Veamos ahora una obra de un pintor guatemalteco (Raúl Pocón) que busca su originalidad a través de pinturas donde incluye abejas y colmenas. La más de las veces, sus pinturas contienen abejas. Algo surrealista que se escinde con la realidad para encontrar lo cotidiano del mundo, o quizá busca comprender la estructuración o la sanación del mundo. Todo mundo entiende que las abejas, la miel y las colmenas reflejan la naturaleza; las abejas constituyen el alma-cuerpo, la esencia del ser que busca la vida en la polinización; la miel constituye la medicina, en cambio, las colmenas constituyen la reestructuración. Todo, en su conjunto, muestra una realidad: el mundo es lo que es, pero necesita estar sano. También, la figura del ser humano en las pinturas de Raúl es la prueba infalible de la realidad, porque lo evoca como ente destructor o aniquilador y al otro lado protector de la naturaleza. La contradicción que muestra la obra de Raúl es de un ser humano frío y decadente y otro que busca la sanidad del mundo.
Es, por tanto, la singularidad en las obras expuestas que muestran el dualismo tragedia-paz del mundo. El acercamiento a la universalidad del sentimiento y a la pluralidad del esteticismo real y visionario. Todo esto rasga el fondo prístino del ser humano que converge con el sentimiento estético y la belleza, cuando lo expresa en la creatividad.
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