Agostino Chigi era el ultramillonario tesorero del Papa, por lo que su palacio no debía ser de menor categoría que las Estancias Vaticanas.
Así que Chigi decidió llamar al tipo que las había pintado, Rafael Sanzio para diseñar la decoración de la galería (loggia) de la planta baja de la villa Farnesina.
Ahí se pueden ver, entre obras maestras como “El Triunfo de Galatea” o “El banquete de los Dioses”, frescos de numerosas escenas mitológicas que se ubican entre las pechinas. En este caso, se representa a las Tres Gracias (Aglaya, Talía y Eufrosina), las diosas de la belleza, el hechizo y la alegría, que siempre estaban en pelotas.
Hijas del amor entre Cupido y Psique (una historia de lo más entretenida), aquí se las ve con su alado padre y por una vez en la historia del arte, no están bailando.
Rafael fue el pintor más genial del cinquecento, y pintó guiado por su gusto por lo grecorromano, que como todos sabemos consideraba la desnudez como belleza.
Quizás en su obra Rafael no realizó muchos desnudos, pero según cuentan vio unos cuantos a lo largo de su corta vida: Soltero empedernido, el artista gozó a tope de la libertad y las mujeres de la época lo consideraban un atleta sexual.
Cuando decoró el palacio, Rafael pasaba más tiempo en Las Casas del Santuario de Venus que entre pinceles. Según cuentan “en una noche y hasta el amanecer, había tenido trato con las treinta damas del oficio en esa casa, y luego iba a visitar a su novia”.
De hecho se cree que el artista murió de tanto “darle al pincel”. Una noche fue a celebrar un encargo a la Caverna de las Alegres Doncellas, donde tuvo “trato con treinta de ellas desde el atardecer, la noche y la madrugada y regresó a su casa con fiebre y muy disminuido”.
“Tengo sed, dadme vino, una garrafa de vino…”, fueron sus últimas palabras.
Murió con 37 años.
Fuente
https://historia-arte.com
Así que Chigi decidió llamar al tipo que las había pintado, Rafael Sanzio para diseñar la decoración de la galería (loggia) de la planta baja de la villa Farnesina.
Ahí se pueden ver, entre obras maestras como “El Triunfo de Galatea” o “El banquete de los Dioses”, frescos de numerosas escenas mitológicas que se ubican entre las pechinas. En este caso, se representa a las Tres Gracias (Aglaya, Talía y Eufrosina), las diosas de la belleza, el hechizo y la alegría, que siempre estaban en pelotas.
Hijas del amor entre Cupido y Psique (una historia de lo más entretenida), aquí se las ve con su alado padre y por una vez en la historia del arte, no están bailando.
Rafael fue el pintor más genial del cinquecento, y pintó guiado por su gusto por lo grecorromano, que como todos sabemos consideraba la desnudez como belleza.
Quizás en su obra Rafael no realizó muchos desnudos, pero según cuentan vio unos cuantos a lo largo de su corta vida: Soltero empedernido, el artista gozó a tope de la libertad y las mujeres de la época lo consideraban un atleta sexual.
Cuando decoró el palacio, Rafael pasaba más tiempo en Las Casas del Santuario de Venus que entre pinceles. Según cuentan “en una noche y hasta el amanecer, había tenido trato con las treinta damas del oficio en esa casa, y luego iba a visitar a su novia”.
De hecho se cree que el artista murió de tanto “darle al pincel”. Una noche fue a celebrar un encargo a la Caverna de las Alegres Doncellas, donde tuvo “trato con treinta de ellas desde el atardecer, la noche y la madrugada y regresó a su casa con fiebre y muy disminuido”.
“Tengo sed, dadme vino, una garrafa de vino…”, fueron sus últimas palabras.
Murió con 37 años.
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