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domingo, 27 de octubre de 2019

Otto Dix Alemania, 1932



    La guerra


Dix combatió en la I Guerra, y sabe de lo que habla.
  

A la edad de veintitrés años, Otto Dix se alistó voluntariamente en el ejército para no perderse la contiendaza que fue la Primer Guerra Mundial. Así mismo hicieron muchos contemporáneos de su época, con libro de Nietzsche en sus mochilas, of course. Y algunos regresaron, muchos no enteros, pero regresaron. Y además, se llevaron a casa unos cuanto traumas de regalo.
Cuando Dix pintó este óleo se encontraba dando clase en la escuela de Bellas Artes de Dresde. Ya antes había retratado los horrores de la guerra de trincheras en cincuenta grabados a aguafuerte con los que se pronunciaría, además, de forma antiimperialista y antibélica, denunciando con ellos las atrocidades de la guerra.

En la obra La Guerra, cuyos antecedentes radican en La Trinchera, trabajó muchos años con el objetivo de resumir su vivencia en el combate y de presentarla en forma objetiva.

 Con ella culminan sus atormentados recuerdos vividos en el frente. Y bueno, también la llegada de los Nazis al poder y su consiguiente censura (pues Otto hacía “arte degenerado”, no lo olvidemos) tuvo algo que ver en el cese de su creación de obra bélica.

Tríptico de La Guerra

Pero centrémonos en la obra; Otto Dix utiliza el tríptico secular como un portador visual en el que une varias escenas. De esta manera, la narración progresiva es posible en el eje del tiempo valiéndose de los mismos protagonistas.
La escena del retablo izquierdo muestra un pelotón de soldados sin rostro, en su mayoría, que marchan lejos del espectador. Únicamente vemos el perfil de dos soldados que se miran a los ojos. Estos combatientes se desvanecen hacia el campo de batalla en medio de una espesa niebla, que podría aludir al gas venenoso utilizado por primera vez en Ypres, Bélgica, en  1915.

En el retablo derecho podemos observar a un herido que es sacado por su colega, el propio Otto Dix, contemplándonos con cara deshumanizada, de una batalla campal llena de cadáveres. Una zona deformada por cráteres de bombas que todavía llamea y escupe fuego.
El panel central del tríptico expone el resultado de la refriega: En un cráter, provocado por el impacto directo de un explosivo y que otrora fuera un refugio, se encuentran caídos y lesionados. El resguardo se convierte en una fosa común en donde solo un miliciano permanece erguido. Aquí ya no se pone en ejecución una acción militar. Es un primitivo paisaje de la Guerra total que encierra cuerpos destrozados, árboles carbonizados, ruinas y cenizas.

Fuente
https://historia-arte.com

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