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lunes, 6 de abril de 2020

Rafael Sanzio: ¿cuándo se convirtieron los artistas en dioses?


Rafael Sanzio: ¿cuándo se convirtieron los artistas en dioses?

                                     Autorretrato con un amigo

Rafael encarna como pocos el momento en que algunos grandes artesanos se convirtieron en creadores con cualidades divinas. Se cumplen 500 años de su muerte



Nos hemos acostumbrado a asumir que los escultores y pintores son artistas y que los más destacados de ellos son genios. A estos genios, además, nuestra cultura, orgullosa de su laicidad, les atribuye dones como la inmortalidad, la clarividencia (son visionarios, proféticos) o la inspiración (que es el término que describía, antiguamente, una especial influencia divina). También los tratamos, más de una vez, como si fueran los mártires de una sociedad que no creyó en su mensaje. En Europa y Estados Unidos, es común llamar “filisteos” a quienes que no valoran las artes. Los filisteos aparecen como los principales enemigos de los israelitas, el pueblo elegido por Dios, en el Antiguo Testamento.
No es fácil saber cuándo empezó, exactamente, la transubstanciación de los artesanos extraordinarios en otro pueblo elegido, pero, como afirma Darrin McMahon, historiador en el Dartmouth College y autor del ensayo Divine fury, durante el Renacimiento se produjo un salto gigantesco en esa dirección. No en vano, hoy hablamos de Miguel ÁngelLeonardo y Rafael como la trinidad e incluso la “santa trinidad” creadora de aquella época. Además, seguimos citando como una fuente de referencia Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores, que publicó en 1550 Giorgio Vasari.
Detalle de 'La escuela de Atenas', una de las obras más célebres de Rafael Sanzio.
Detalle de 'La escuela de Atenas', una de las obras más célebres de Rafael Sanzio. (TERCEROS)

Esta obra es asombrosa no solo porque convierte a su autor en uno de los primeros historiadores del arte, sino también porque diviniza a algunos de sus protagonistas y, por lo tanto, diluye la distancia entre sus vidas y las de los mártires y santos. Sus biografías, a veces, parecen hagiografías, y su labor investigadora también es una labor de apostolado.

En el libro, se dice de Rafael Sanzio que “quienes poseen dones tan raros y numerosos [...] no son simplemente hombres, sino, si no es pecado decirlo, dioses mortales”. En la tradición clásica, que tanto condicionó el Renacimiento, los héroes descendían normalmente de dioses, contaban con poderes extraterrenales y, aun así, podían morir. Es más, hasta solían mostrar pasiones autodestructivas que, de hecho, los hacían más admirables.
Pasión según Vasari
Lógicamente, los “dioses mortales” como Rafael Sanzio tenían que llegar y marcharse del mundo en medio de circunstancias extraordinarias. El maestro vio por primera vez la luz en Urbino y falleció 37 años después, en 1520, en Roma. Según Vasari, nació y murió en Viernes Santo. Era una casualidad significativa. Además, apuntó el biógrafo, en ambos casos era 28 de marzo, un suceso increíble, teniendo en cuenta que el Viernes Santo de 1520 cayó en abril.

Para muchos artistas, la peculiar muerte de Rafael fue una fuente de inspiración y asombro


Vasari nos cuenta que Rafael habría fallecido después de un encuentro sexual tan ferozmente apasionado que le habría provocado una “fiebre violenta”. Su hambre carnal, nos dice, “carecía de medida en los placeres amorosos” y “siempre se mostraba dispuesto a servir” a las mujeres. Dicho así, los ardientes devaneos de un joven soltero adquieren una estatura desproporcionada, épica. Hasta los héroes –sobre todo ellos– son arrastrados a la tragedia por las pasiones y una irrenunciable vocación de servicio.
Nos queda el consuelo de que el pintor no murió por sus pecados, sino por algo a medio camino entre el arrepentimiento y la vergüenza. Como advierte Vasari, los médicos le practicaron una sangría al entender que sufría algún tipo de “sobrecalentamiento”, y Rafael prefirió guardar silencio ante ellos sobre la causa de su fiebre. En los días siguientes, hizo testamento y se confesó con un sacerdote. Halló tiempo para marcharse con dignidad.
Lujuria satírica
Para muchos artistas posteriores, el deceso de Rafael fue una fuente de inspiración, diversión y asombro: representaron la escena en sus cuadros y convirtieron al maestro en un apóstol de la lujuria. Picasso le dedicó 24 aguafuertes a él y su amante, la Fornarina, con algunas escenas pornográficas que incluían a Miguel Ángel, su adversario, o al papa, su patrón, como mirones.
Posible autorretrato de Rafael Sanzio a la edad de 23 años.
Posible autorretrato de Rafael Sanzio a la edad de 23 años. (Scuderie del Quirinale)

Muchos citan aún hoy a Vasari asegurando que Rafael sentía tales impulsos carnales que un cliente, al que le estaba decorando el palacio, hasta tuvo que ponerle un lecho. La realidad, según Vasari, es que el maestro amaba tanto a una mujer que no podía soportar no verla, y Agostino Chigi, su cliente, desesperado, accedió a que esta viviera con él en el palacio para que pudiera concentrarse en su trabajo.
Las anécdotas, ciertas y apócrifas, que rodearon algunos de los encargos de Rafael contribuyeron a levantar el mito desde el principio. Su viejo biógrafo nos recuerda, por ejemplo, que, mientras yacía su cuerpo sin vida, pusieron a su lado La Transfiguración, un cuadro suyo que representa un momento bíblico que subraya la divinidad de Jesucristo. Vasari afirma que Rafael se esforzó tanto con esta obra que “nunca más volvió a tocar un pincel y la muerte le sobrevino”.

Las influencias de Miguel Ángel y Leonardo están claramente presentes en algunas de sus obras


Cuando Jesús murió en la cruz, nos dice la Biblia, se rasgó el velo del templo de Jerusalén. Cuando murió Rafael, cuenta la leyenda, una grieta se abrió en el Vaticano, y el papa se vio obligado a abandonar sus apartamentos, los mismos, por cierto, que Rafael no pudo terminar de pintar en vida. Sus discípulos se ocuparían de concluir su obra en la Tierra.
Inmortalidad bien ganada
Por supuesto, la transfiguración de grandes artesanos como Rafael en creadores inmortales no se debe solo al apostolado de Vasari. Darrin McMahon admite que este influyó, pero que tuvieron que pasar siglos antes de que los hombres de ingenio se convirtieran en genios de pleno derecho. Además, para elevarse de ese modo y superar la dura prueba de la posteridad, sus obras, su creatividad y su capacidad para la reinvención continua debían ser verdaderamente excepcionales.
'Retrato de una mujer joven', obra de Rafael Sanzio también conocida como 'La Fornarina'.
'Retrato de una mujer joven', obra de Rafael Sanzio también conocida como 'La Fornarina'. (Scuderie del Quirinale)

Y las de Rafael Sanzio lo eran. Nos encontramos ante un maestro que supo aprender de casi todos, y esto incluye desde artistas menores como Perugino hasta figuras inconmensurables como Leonardo o Miguel Ángel y, en una segunda fila, Masaccio.
La influencia de Leonardo está muy presente en La Virgen del Jilguero, La Virgen del Prado o La Bella Jardinera. Delatan su herencia la agrupación piramidal de los protagonistas de las obras y el uso del claroscuro o el esfumado, que superpone delicadamente varias capas de pintura para conseguir un efecto vaporoso. Tambiénes sencillo rastrear la expresividad y las extrañas armonías de los cuerpos de Miguel Ángel en distintas pinturas de Rafael, como La Disputa del Sacramento o La Escuela de Atenas, ambas en la Stanza della Segnatura.
Rafael Sanzio no solo se reinventó con cada nueva influencia de un maestro, sino que también supo colaborar con grandes innovadores, como el legendario grabador Marcantonio Raimondi, para que estos le ayudasen a difundir su trabajo. El grabado de Raimondi sobre una de sus obras, el Juicio de Paris, sirvió de inspiración mucho después a Édouard Manet para dibujar su Almuerzo sobre la hierba.
Visitantes de la exposición sobre Rafael Sanzio en las Scuderie del Quirinale, en Roma, el 4 de marzo pasado.
Visitantes de la exposición sobre Rafael Sanzio en las Scuderie del Quirinale, en Roma, el 4 de marzo pasado. (ALBERTO PIZZOLI / AFP)

Rafael, además de todo lo dicho, fue un arquitecto lo suficientemente brillante como para que el papa le encargase el diseño de la basílica de San Pedro (su muerte se lo impidió), lideró durante un tiempo todos los proyectos artísticos y arqueológicos papales en Roma y fundó y dirigió uno de los talleres artísticos más populosos y relevantes de su tiempo.

Ese talento polifacético, y los motivos de su ascenso a los altares de la inmortalidad, volverá a apreciarse este año en Roma. Cuando las Scuderie del Quirinale, cerradas temporalmente por el coronavirus, reabran sus puertas, exhibirán la mayor exposición de Rafael de la historia , que se inauguró en marzo e incluye más de 200 obras, entre pinturas, dibujos originales, documentos, esculturas, tapices y proyectos arquitectónicos. No saber qué habría dicho Vasari es una tragedia.
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