Páginas

Translate


Powered By Blogger

visitas contador

viernes, 7 de mayo de 2021

El arte de Marruecos por fin cruza el Estrecho



 La gran exposición ‘Trilogía marroquí: 1950-2020’ se despliega en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid, dando a conocer la mirada de los artistas contemporáneos del país vecino. Trazamos un recorrido por la línea ambiental de la muestra.


A pesar de que apenas 14 kilómetros de mar nos separan de Marruecos, su arte y cultura apenas encuentran reconocimiento en España. Pero el desconocimiento del vecino marroquí podría comenzar a revertirse trazando un puente hecho de arte: el Museo Nacional Reina Sofía ha presentado, unas semanas atrás, la gran exposición Trilogía Marroquí 1950-2020, que ofrece una selección de la producción artística magrebí (plástica, cinematográfica y literaria) desde la independencia hasta nuestros días, dividida en tres épocas históricas: las primeras décadas de la descolonización (hasta 1969), los duros años de plomo (1970-1999) y los de generación 00 (de 2000 hasta 2020). La muestra, comisariada por Manuel Borja-Villel y Abdellah Karroum, ha contado con la colaboración de la Fundación Nacional de Museos de Marruecos y Mthaf (Arab Museum of Modern Art, de Qatar).

El diálogo visual con nuestros vecinos podría comenzar en cualquier parte del recorrido, aunque en estas líneas intentaremos elaborar un itinerario que transcurra por las obras plásticas contemporáneas directamente relacionadas con el medio ambiente y la utilización o la reflexión sobre los recursos naturales.

Antes de emprender la ruta, cabe recordar que hace cinco años, la ciudad de Marrakech fue la sede de la conferencia internacional de Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP22) y que, coincidiendo con ese acontecimiento, se tomaron medidas ambientales radicales que se cumplieron de un día para el otro, como la prohibición de todas las bolsas de plástico o la reubicación de vertederos. Además, el país norafricano se encuentra en una etapa de plena expansión urbanística y desarrollo de la gran obra civila pesar de que el cambio climático está acentuando las sequías. Y los artistas, como en cada rincón del mundo, suelen ser la brújula de la sostenibilidad social y ambiental.

El agua, los paisajes, la especulación

Las acuarelas La labranza y Escena campestre de Moulay Ahmed Drissi (Marrakech, 1924) son una colorida evocación de la vida rural magrebí. Estos cuadros narran desde los exiguos trazos limpios y la paciencia de los pastores norafricanos, los ciclos del campo sin automatismos y la espera de la cosecha. De hecho, Drissi fue un obrero agrícola hasta los 19 años y su primera exposición fue en Suiza, en 1952.  En otro extremo etario, pero también honrando la vida sin aspavientos, Mohssin Harraki (Asila, 1981) presenta una suerte de tratado de horticultura abstracta en Injertar, espaldar, enderezar (una obra en hierro grabado, de 2013).

 

 

En Atlas 2Sara Ouhaddou (nacida en 1986) materializa sus indagaciones sobre la gran cordillera del Atlas en relación con la región de Aomori, en el norte de Japón, a través de un trabajo con lana natural del Atlas y mármol de Rissani. Ouhaddou investigó sobre los primeros pobladores de ambas regiones montañosas, desgranando los conceptos de memoria, aprendizaje, representación, continuidad y ruptura.

La sala en la que Younes Rahmoun (Tetuán, 1975) expande sus instalaciones tiene el color y los contornos de las montañas del Rif de sus ancestros. Sobre el suelo de Madrid, hay rocas transportadas desde su paisaje. Vale la pena detenerse con calma en la obra de Rahmoun, tan actual y, a la vez, tan ligada a su tradición. De la misma generación, y dando también forma al norte del país vecino, las fotos, filmes e instalaciones de la fotógrafa  Yto Barrada nos llevan al Tánger social y con problemas demasiado contemporáneos, que a menudo reniega de la romantización de los beatniks y otros personajes glamurosos que lo habitaron, la mayoría de las veces, escindidos de la vida verdadera de su comunidad.

En la estela de la denuncia, el Proyecto Golf es una pieza de videoarte de Mohammed Laouli, de 2012, que recoge la acción performática que el artista llevó a cabo en un barrio periférico de su ciudad, Salé (casi una ciudad dormitorio de Rabat), a través de la instalación de un campo de golf en miniatura e invitando a sus vecinos a participar en este simulacro de pertenencia a otro estrato social. Mientras la especulación inmobiliaria estaba desplegando sus alas en la región, Laouli intervenía terrenos baldíos para que la gente del extramuros de la capital marroquí jugara al minigolf.

Herencias de la tierra y abstracción

El arte del mundo musulmán no necesitó de la llegada del siglo XX para dar a luz la abstracción pictórica; desde hace siglos, los artesanos arabo-musulmanes decoran sus tapices y azulejos con motivos abstractos, prescindiendo de la figura humana, en parte, por razones religiosas. La grafía misma del árabe es una obra de arte pensada para serlo. Sin embargo, las corrientes no figurativas del mundo occidental de las últimas décadas permearon en sus pintores, que trabajaron con materiales de la tierra para configurar nuevos mundos, como es el caso de Mohamed Ataallah (Ksar el Kebir, 1939-Caen, 2014), que aquí está representado por un lienzo (Rec 3) en técnica mixta, de cortezas de madera sobre yute de 1969.

Por su parte, Khalil El Ghirb (Asila, 1948) trabaja la abstracción desde los materiales orgánicos que rememoran la humedad, como el líquen, recubriendo piedras, planchas de plomo y cobre, incluso cartón.  Y, fulgurante entre los marroquíes que llegan por primera vez a España, sobresale la obra primitivista y excepcional de una autodidacta llamada Chaïbia Talal (1929-2004), una de las artistas más originales del siglo XX y con altísima cotización en el mercado internacional.  Es un privilegio contar con dos de sus acrílicos, por unos meses, tan cerca.

Mi vida, se llama la obra de Mohamed Larbi Rahhali compuesta por 176 cajas de cerillas dibujadas  (mayormente a bolígrafo), conteniendo dibujos, fragmentos de campañas publicitarias (como “pezqueñines no”) y recuerdos de un pescador de Tetuán, como lo ha sido él mismo. El residuo cobra valor, ordenado y expuesto en la pared de un museo, y añade virtud al reciclaje.

Por su parte, uno de los maestros indiscutibles del arte contemporáneo marroquí, Faouzi Laatiris –valioso representante de la Escuela de Tetuán– presenta un trabajo de 2005, despojado de ambición plástica pero de gran valor conceptual, a partir de una serie de figuras planas de barcos construidos en bolsas de nylon y cinta adhesiva, a la que llama, irónicamente, “arte plástico”.

Intercambio de ideas hacia la equidad

Un recolector de basura o, más bien, un barrendero con uniforme gastado, nos mira fijo por partida doble, desde dos banderolas en colores estridentes que cuelgan del muro de una de las salas: es el potente mensaje del artista Mustapha Akrim (Salé, 1981), que parece un homenaje a los trabajadores que hacen lo que otros proclaman, desde el primer escalón del relato del residuo. La obra es de 2010. Akrim explica que el concepto que guía algunas de estas obras que presenta  ahora en España (también Bidoun, una escultura hecha de herramientas compactadas) es la pregunta sobre el trabajo y su relación con la juventud y el mercado laboral actual.

En ese terreno, resulta imperdible la pieza de la videoartista Randa Maroufi, llamada Bab Sebta (la puerta de Ceuta),  en la que pone en escena, en un cuidado set, la dinámica cotidiana del contrabando hormiga que existía en esa frontera terrestre entre España y Marruecos y que fue prohibido hace algo más de un año.

Por último, Karim Rafi, cierra la exposición con su instalación The show is over (El espectáculo ha terminado)aunque unos pasos más allá, entreabre otra puerta, ya en el pasillo del museo, con una obra in progress, consistente en una vitrina vacía en la que durante estos meses se irán depositando objetos que los visitantes envíen a Rafi y las respuestas del artista, que pueden ir desde poemas hasta semillas.

Tal como él mismo lo explicó durante la inauguración, con este trabajo, basado en la correspondencia, se trata de abolir todas las separaciones y “romper las rupturas” entre el showman y el público, entre el que mira y el mirado, incluso entre el hombre y el resto de especies.  Esta obra quiere ser un continuum que “exprese la escucha, la proyección y el contacto directo con la vida, sin segmentación social, política o estética”. Porque este es un “un organismo vivo que irá creciendo; la obra va a crecer aquí y subirá por las paredes del museo”, en palabras del artista.

La Trilogía marroquí permanecerá abierta al público hasta el próximo 27 de septiembre, en el Museo Reina Sofía de Madrid

Fuente

https://www.elagoradiario.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te puede interesar;

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...