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domingo, 2 de marzo de 2014

Eduardo Abela



Eduardo Abela nació en 1889 y murió en 1965.
Aunque su primer trabajo fue de tabaquero manifestó una gran atracción por las artes plásticas a los veinte años de edad, por ello en 1912 se traslada a La Habana e ingresa en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro.
Comienza a publicar dibujos humorísticos en los periódicos habaneros. Vive y trabaja en España entre 1921 y 1924, año en que regresa a Cuba.

Publica dibujos humorísticos en los periódicos de La Habana. En 1925 crea su más famoso personaje El bobo que sirvió como instrumento de lucha contra la tiranía de Gerardo Machado.



El Bobo le dio un tipo de popularidad más ancha y efectiva: influencia en el medio social como humorista ingenioso y punzante, y desenvolvimiento económico. La prensa “pagaba” porque los cartones de Abela eran buscados cada día por la masa de lectores. Mientras la dictadura machadista se hundía en sangre y atropellos, El Bobo burlaba censuras y “pasaba por Bobo, pero era un vivo como tantos cubanos de la calle”.
En 1929 se incorpora a la campaña política contra Machado a través de sus irónicos dibujos humorísticos hasta la caída del dictador (1933) que marca el final de su labor periodística. A la caída de Machado, marcha el pintor a Italia, y como cónsul del gobierno cubano llega a Milán.

De regreso a Cuba pinta algunas de sus obras notables de esa etapa: Guajiros (premiada en la II Exposición Nacional de Pintura y Escultura de 1938) y Los novios. Crea el importantísimo Estudio Libre para Pintores y Escultores, para una enseñanza anticonvencional y verdaderamente incentivadora de la creación artística.



Se une al trabajo de pintores que introducen lenguajes artísticos más modernos y expone en la muestra de Arte Nuevo. Viaja a Europa y habita 2 años en París adquiriendo el éxito suficiente para exponer en la Galería Zak.
Entre 1942 y 1952 desempeña misiones diplomáticas en México y Guatemala; en este último país recibe el Premio Nacional de Pintura (1947). Allá también realiza El Caos (1950), que marca una sustancial transformación de su lenguaje expresivo: de cuadros de mediano formato a piezas de pequeña escala; de un modelado sólido de figuras a una atmósfera idílica, detallística, minuciosa, con referencias al mundo de Klee y Chagall. Luego de volver a Cuba en 1954, produce notablemente en cantidad y calidad pequeñas joyas, que exhibe en numerosas muestras; entre ellas una retrospectiva en la Galería de La Habana, 1964.



                                                                                




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