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jueves, 30 de abril de 2015

Spanky: un expandillero deportado que supo llegar al éxito con su arte

Spanky, tatuajes
Spanky tatúa el pecho de Víctor con el rostro de su esposa. Ambos son inmigrantes que ahora viven en Tijuana. (Laura Sánchez Ley)



Spanky: un éxito entre miles de fracasos
De los 200 mil inmigrantes deportados anualmente a México, 60 mil llegan a BC, en su mayoría de L.A.


Cuando la vida de “Spanky” se achicó al tamaño de una celda no se resignó. Había que sobrevivir a la monotonía de las horas en cautiverio, fue entonces cuando desarmó una máquina de escribir viejita.

Extrajo una máquina que hacía funcionar las teclas, y con ese aparato hechizo comenzó a tatuar. Conseguir tinta era lo difícil, entonces se le ocurrió un método: tomar un bote de refresco, llenarlo de vaselina, colocar en medio la hebra de su cobija y prenderle fuego. Como si fuera una vela.

Después había que taparla con una bolsa de cartón, y dejarla quemar toda la noche. Al día siguiente se impregnaba en la bolsa una especie de carbón, que raspaba y juntaba en una pequeña caja.
“En la cárcel federal nos tocaban dos máquinas en cada unidad, entonces una máquina la hicimos pedazos y con eso, de ahí estuve trabajando y mandando dinero a mi casa”, ríe tímidamente.

Los reos, sin importar la prisión siempre piden el mismo tatuaje, el de la pandilla, demonios, calaveras, aztecas, el nombre en cursivas, de esa novia que los esperaba pacientemente a que cumplan una larga condena: “Lupita, María, Britany”.

Las tarifas que estableció por ser el único tatuador, iban de los cincuenta a los cien dólares, y el dinero era entregado por los familiares de los reos, a su Madre en su casa en Los Ángeles.

“Yo hablaba para mi casa, “hey ¿qué paso Madre?” vinieron y trajeron 100 dólares, me decía. Así yo sabía que ya estaba pagado y entonces ya los tatuaba. Otras veces me lo intercambiaban por pasta de dientes, tenis”, dice.


Spanky, tatuajes, inmigrantes
Spanky es un hombre de más de cien kilos. Lleva la cabeza rapada y observándolo lentamente puedes ver los 20 tatuajes que adornan su cuerpo. Los que resaltan son el del cuello, lleva una maquina de tatuar. Y el rostro tierno de una pequeña niña, su hija. (LAURA SçNCHEZ LEY)

Después de estar en la cárcel acusado de violación de libertad condicional, José Álvarez o Spanky —el nombre que se ganó en las calles—fue deportado a Tijuana. Desde entonces ha hecho del tatuaje su salvación: como lo haría un día en la cárcel para sobrevivir.

Pandillero en L.A.
“La mía es la típica historia de todos los mexicanos que llegan a Estados Unidos. Cruzamos por el cerro, [o] por la playa”. Spanky llegó a Estados Unidos cuando tenía dos años, desde Guadalajara.

Spanky es un hombre de más de cien kilos (220 libras). Lleva la cabeza rapada y observándolo lentamente puedes ver los 20 tatuajes que adornan su cuerpo. Los que resaltan son el del cuello, lleva una maquina de tatuar. Y el rostro tierno de una pequeña niña, su hija.
Recuerda que en aquel entonces, su familia se estableció en Los Ángeles, California: cuando tenía 14 años vivieron en un hotel de mala muerte en la calle siete, del centro de la ciudad. Y ahí empezó su vida con sus “homeboys”.

“Era de la WSK : We So Crazy; en español: Somos Bien Locos. Empezamos como un grupo de mocosos que hacíamos grafiti. Y así fue como empezó mi vida en las pandillas”.

Pero Spanky se dio cuenta que él no quería vender droga y hacer “desmadre”; desde que era pequeño le gustaba dibujar, y aún dentro de la pandilla comenzó a interesarse en el arte. Su primer acercamiento lo dejaría pasmado.

“Una vez que me la pintee de la escuela vi a un muchacho usar un aerógrafo. Y me acuerdo que la tirada era estar de ‘party’ pero yo me enfoqué tanto en esta persona que bloquee todo lo demás”.
Dice que en navidad pidió un aerógrafo, Spanky sonríe y menea la cabeza al recordar que su ‘jefe’, su padre, no se lo quería comprar porque no se lo bajaban a diez dólares.

“Fue lo mejor que me pudo pasar porque me hice un experto” y empezó a trabajar en un “swap meet” y a tomar clases de arte fino en Long Beach a través de un programa comunitario.

“Pero nunca deje mi vida en las pandillas, si había que meterse al desmadre a defender yo lo hacia”, aclara el expandillero, quien ahora a sus 40 años, esboza una sonrisa al recordar.

Para los 16 años el joven mexicano había alcanzado reconocimiento local, así que un conocido lo invitó a pintar los escenarios de películas en Hollywood. Recuerda que sus primeros trabajos fueron en películas como Star Trek, Jingles all the way y Fredy Krueger.


Spanky, tatuajes, inmigrantes
Spanky se dio cuenta que él no quería vender droga y hacer "desmadre"; desde que era pequeño le gustaba dibujar, y aún dentro de la pandilla comenzó a interesarse en el arte. (LAURA SçNCHEZ LEY)

Por esos años Spanky entró a un estudio de tatuajes por curiosidad y vio a un muchacho trabajando. “Fue la misma impresión que cuando vi al muchacho del aerosol trabajar. Me acuerdo que hizo el rostro de un señor. Le dije “me gusta mucho tu trabajo y quiero comprar el equipo”.


Ordenó un set para tatuar de 500 dólares: venían dos máquinas para pintar, una caja de corriente eléctrica y colores. El primer tatuaje que hizo fue en el brazo de un amigo, “Valery”, en letras cursivas. el nombre de la hija.

Después vino la cárcel, casi tres años: ya había sido deportado años atrás así que se le acusó de reincidir y violar su libertad condicional.

’No Mercy’
Spanky fue deportado por Tijuana en octubre de 2010. Y había que sobrevivir otra vez, como aquellos días en prisión: comenzó a a trabajar en una tienda de tatuajes en la zona centro de la ciudad .

Unos seis meses después con sus ahorros y el préstamo de 8 mil dólares que le prestara su hermano, abriría su propio negocio.


Su tienda se localiza entre la calle tercera y cuarta en el pleno corazón de la zona centro. “No Mercy”o Sin Piedad. Un bello lugar que contrasta con la rudeza de Spanky. Aquí comparte espacio con otros dos tatuadores. Decenas de tintas de colores se exhiben en su mostrador, y dibujos que ha hecho.

Payasos, carros Low Riders, los dados de la fortuna, Pancho Villa, el logo de los raiders. Una hermosa mujer con el cabello rizado pero la cara pintada como calavera, todo eso ha tatuado Spanky.

El joven hizo de su deportación una oportunidad para continuar haciendo lo que amaba: tatuar. Actualmente elabora aproximadamente unos dos tatuajes por día y los precios van de los 500 (40 dólares) a los 3 mil 500 pesos (270 dólares).

Hoy, está sentado en “No Mercy”, el cliente Víctor, dice que su historia es igual a la de Spanky y a la de la mayoría de los deportados: Estuvo en la cárcel por distribución de drogas.
Mientras Spanky trabaja, Víctor aprieta un poquito los ojos para no llorar mientras le tatúan el rostro de su esposa que se quedo en Estados Unidos. Pero el dolor vale la pena, dice, porque si no puede ver a su mujer al menos la recuerda al ver su pecho.

“Pero no hay porque conformarse, la deportación te debe impulsar, la vida no está perdida. Es más, yo ya no regresaría a Estados Unidos, [ahora] estoy ahorrando para comprar una casa para que mi esposa se venga para acá “full time”,dice en spanglish.
Spanky tatúa sobre su pecho, cerquita del corazón, a su esposa Criselda, una mujer de ojos grandotes y de negro intenso. De cabello lacio y cara delgada.

Panorama desolador
El panorama para un deportado en México sigue siendo desolador laboralmente. Por eso la historia de Spanky es un éxito entre miles de fracasos.

Según el último estudio de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, en su apartado “Inserción laboral y características de los emigrantes de retorno, la cifra de deportaciones en los últimos años rondan los 200 mil anuales.

Se estima que de dicho total, por lo menos el 60% consigue empleo dentro de su primer año de haber regresado. No obstante, la mayoría se emplea como trabajador subordinado, y sólo el 4.4% logra poner un negocio propio.

Según la unidad de Política Migratoria, este 2014 fueron repatriados 242 mil 905 personas, siendo Baja California, el segundo estado receptor de migrantes con 60 mil anualmente.

La encuesta sobre migración en la frontera norte de México, elaborada por el COLEF, destaca que lamayoríade la población migrante deportada provenía de California, principalmente de Los Ángeles, como Spanky.

Copyright © 2015, Hoy Los Angeles

Fuente
http://www.hoylosangeles.com

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