Luis Gordillo
Juan Uslé
Luis Gordillo (1934) y Juan Uslé (1954) son dos pintores con sitio propio en el paisaje del arte español de las últimas décadas. Dos tipos contundentes que se mantienen en la pintura/pintura convencidos de que pintar es cada vez más un desafío, un desacato y una desobediencia
La cita es en el estudio de Luis Gordillo, en lo alto de una loma a las afueras de Madrid. La fachada es de policarbonato translúcido. Y por ahí entra el otoño, que este día es una cosa muy desmayada. Juan Uslé se pone y se quita una gorrita de lana sin encontrarle el punto a su cabeza pelada. Hace algunos años que no se encuentran. Se aprecian, pero no se ven: Gordillo está en una plácida reclusión, lejos del ruido; Uslé vive entre Saro (Cantabria) y Nueva York. La edad les ha puesto el cuello blando, pero las ideas aún les cuajan por dentro otorgándoles un aire cimarrón. Dentro del mercadeo del arte, Gordillo y Uslé se manejan con cierta distancia, con algo de resabio de gato escaldado. Son dos tipos muy psíquicos. Quiero decir: que sus cabezas no andan sujetas a ninguna obediencia y se mueven en la pintura y en la vida por pulsiones raras. Tienen algo de niños en estado de felicidad entre las cuatro paredes del taller, rodeados de papeles caídos, botes de pintura, aerosoles, barnices y el rumor enjabonado de los cuadros a medio hacer. En la pared tiene Gordillo dos telas grandes que se apoyan en este silencio de lujo. Uslé observa acampado en sus pensamientos, ligeramente ausente del mundo. Esa actitud le afianza más la cabeza de benedictino. Gordillo le mira con sonrisa de chispero y lanza una voz de sonoridad magnífica explicando sin despilfarro el porqué de esas manchas.
Juan Uslé
La vida en el estudio les gusta. La soledad, más. Y como quien no quiere la cosa se echan a hablar subvirtiendo las cortesías de la bienvenida con un giro prestidigitador. «El taller es el lugar intermedio entre un cielo de huríes y el infierno. La gente piensa que esto de pintar es un cachondeo de tipos listos que han encontrado el camino fácil. Pero lo de pintar tiene algo de martirio. Y me gusta que así sea. Necesito romper con el camino fácil, con las situaciones cómodas, con lo previsible, por eso mi obra ha ido cambiando tanto», exclama Gordillo. Eso también le gusta a Uslé, la idea de cambio, la condición mutante de algunos pintores que no pierden la credencial. «Los artistas más interesantes son aquellos que dan un quiebro inesperado cuando se empiezan a sentir cómodos. Para ver la luz tienes que cruzar los infiernos. El arte tiene que generar deseo y fricción. Tú mismo has sido mil veces reducido al cliché de algunos momentos recientes de la pintura en España y al instante has dado un giro para salir por la puerta de enfrente. Eso es lo que distingue a un creador poderoso de otro que no lo es: saber hacer frente al conflicto, no agotar las posibilidades de búsqueda. Y no sólo a un artista, sino a cualquier ciudadano con un sentido crítico de las cosas».
Luis Gordillo
Pregunta- Una sospecha que se repite en el tiempo es aquella que señala al artista como un hombre o mujer ajeno a lo inmediato...
Gordillo: Cierta gente cree que los artistas somos seres especiales, con acceso a cosas trascendentes... Pero yo dudo mucho de eso. Es más, no me lo planteo. Lo que sí me pregunto, por ejemplo, es qué siente en su trabajo el director de un banco. O el propietario de Inditex. Seguro que esa gente sí está en la pura trascendencia, todo el día manejando cifras fabulosas, acciones y beneficios... Lo del dinero debe de producir un éxtasis bestial.
Uslé: Pero la realidad es otra distinta. Aquella en la que vivimos tú y yo. La gran mayoría de la gente busca su zona en la vida ajena a esos modelos. Y para encontrar su lugar en el mundo muchos se acercan a la cultura, porque sospechan que en las artes hay una cierta trascendencia necesaria, una solución a lo inexplicable, a todo eso tan atractivo que tiene lo desconocido. Una de las misiones de la cultura es proponer otras posibilidades de lectura de lo cotidiano para hacer más llevadero lo que ésta tiene también de alarmante, de asfixiante, de oprimente.
Gordillo: Pues si la cultura puede lograr todo eso, imagínate lo que supone un gol. Un sólo gol consigue agitar a cientos de miles de personas. Es rarísimo.
Luis Gordillo y Juan Uslé. JOSÉ AYMÁ
Uslé: Es que el gol está ideado para eso mismo. Tiene mucho de éxtasis tribal e instantáneo. Lo triste y lo dramático es ver al individuo convertido en un muñeco, como sucede con el fútbol. Es muy parecido a lo que antes significaba la religión. Cristiano, Messi y los demás son el santoral del siglo XXI.
Gordillo: Y la televisión el gran altar.
La vanguardia es como la fe cristiana
La ironía sureña y extravagante de Gordillo combina muy bien con el sarcasmo montañoso de Uslé. Uno es de Sevilla y el otro de Cantabria. Sus caminos no van en paralelo, pero se encuentran en algunos puntos. En los años 80, cuando el furor de la pintura en España y el jaleo de la Movida, Gordillo fue tomado por algunos jóvenes artistas como un santo laico. Su obra dispensaba unas intuiciones en zigzag muy ricas: entre lo abstracto y la figuración. Como una pintura hecha con los nervios. Uslé formaba parte de aquella nueva tribu de devotos, aunque caminaba a ritmo propio con una abstracción de insistencia maníaca. Los dos defienden lo suyo con la devoción de quien aún cree que desde lo primigenio se puede seguir escribiendo el contorno de la revolución. Casi como una autodefensa. La historia ya ha dado ante sus ojos demasiadas vueltas de campana como para creer en las falsas predicciones que algunas modas imponen. Pura materia de fe.
P.- ¿En qué punto está el mantra que decreta la muerte de la pintura?
Gordillo: Está bajo de tono. Desde que empecé a finales de los años 50 a pintar, puedo decir que desde entonces no ha dejado de perder sitio. Es un tópico agotador y dañino en ocasiones. Es algo que se repite para afianzar los intereses de algunas corrientes interesadas. Siempre he pensado que la vanguardia es como la fe cristiana. Y eso supone un agobio tremendo. En los años 60 sufrí una crisis de vocación muy fuerte. Entonces me di cuenta de que la vanguardia es una ortodoxia que uno la siente en la columna vertebral, como cuando creíamos en la Virgen María y eso se convertía en una segunda naturaleza.
Uslé: Bueno, esa crisis personal de la que hablas creo que fue una crisis general. Todos hemos vivido la grieta que se abrió desde la pintura de las vanguardias hasta la lata de mierda de Manzoni. Hubo momentos de la historia del siglo XX en que pintar era algo casi subversivo, un anacronismo, incluso un suicidio. Es a eso a lo que llamamos crisis, a la pérdida de las coordenadas, al desconcierto, al desamparo... Pero aquí estamos y no pensamos detenernos.
Gordillo: Me voy a poner de rodillas para que me absuelvas, Padre Juan.
Uslé: Yo te absuelvo... Pero tal es la fuerza de la pintura que hasta algunos videoartistas de gran prestigio como Bill Viola se están acercando a la pintura en el vídeo. La pintura es y será siempre moderna.
Gordillo: Bueno, Viola me parece un tipo sobrevalorado por esa cosa presuntamente mágica con la que juega... No lo necesito para defender la idea de que la pintura es lo que más placer me proporciona y lo más renovador que hay en el arte. Sin embargo, tengo la sensación de que entre los mismos pintores, a diferencia de los artistas de otro tiempo (desde Picasso a Jasper Johns) cada vez es más leve esa sensación de absoluto.
No estamos inventando el abismo
Sobre la mesa hay vasos de té con jengibre y un plato de almendras que Gordillo atiende y Uslé despista. Ahora que desde algunos platós sale un eco de derrumbe al que sólo le falta un grupo de desarrapados silbando sobre los escombros, los dos artistas le quitan plomo al asunto. No lloran de alegría, pero tampoco se dejan arrasar por la nicotina del apocalipsis.
Gordillo: No creo que nuestro tiempo sea especialmente malo. Mi padre vivió tres guerras (aunque no en el frente): la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Esas eran guerras de verdad, todos los días morían miles de personas y otros tantos millones vivían de manera insufrible. Cuando era niño rezaba con mi madre y con mi hermano para que mi padre no tuviese que ir a la guerra. Eso sí era una época difícil. Los sufrimientos de ahora en occidente son muy distintos. Quizá los refugiados y emigrantes se acercan a aquellos daños, al grado de sufrimiento que yo conocí cuando niño. Pero la vida ha ido a mejor, no nos engañemos. Otra cosa es cómo el periodismo ofrece un sentido de agonía histórica exagerado, sobre todo con el asunto del terrorismo islamista. No quiero quitarle dramatismo a nuestro presente, pero desde que el hombre es hombre hemos vivido en una realidad semitrágica. No estamos inventando el abismo.
Uslé: Pero es que cada época actualiza la tragedia.
Gordillo: Sí, muy bien. Y ahora contemos el número de víctimas occidentales de los últimos meses en atentados terroristas islámicos, por ejemplo, y comparémoslo con el número de cadáveres y desaparecidos que se han quedado en el Mediterráneo intentando llegar a Europa. Pues ya sabes quién gana en tragedia. Lo que hemos desarrollado es una habilidad moral muy sofisticada para distinguir entre muertos ricos o muertos pobres. Y te aseguro que son más los últimos.
Uslé: Así es. Somos cínicos por naturaleza. ¿Pero qué significa África para nosotros y por qué hemos favorecido la situación que padece? Qué daño hicieron aquellas campañas de Cáritas que pedían para los negritos y los chinitos. Daban una idea de lugares sin remedio que quedó incrustada en la cabeza de mucha gente...
Gordillo: Y mira ahora los chinitos la que nos tienen liada...
Uslé: Los artistas, a veces, reflejamos lo que sucede alrededor con cierto cinismo. Y el negocio del arte contemporáneo en demasiadas ocasiones afianza esa voluntad maniquea, incluso a veces hace de ella una norma de conducta. En nuestro ámbito se ha jugado fuerte y en ocasiones de manera muy dudosa. Eso ha sacado a mucha gente del camino. Tú has sobrevivido porque te has protegido bien.
Gordillo: Mérito de mis cuatro psicoanalistas.
La conversación podría continuar seis o siete días más. El té de jenjibre es muy energético. Y Gordillo y Uslé ya se han subido a una mesa.
Fuente
http://www.elmundo.es
Pregunta- Una sospecha que se repite en el tiempo es aquella que señala al artista como un hombre o mujer ajeno a lo inmediato...
Gordillo: Cierta gente cree que los artistas somos seres especiales, con acceso a cosas trascendentes... Pero yo dudo mucho de eso. Es más, no me lo planteo. Lo que sí me pregunto, por ejemplo, es qué siente en su trabajo el director de un banco. O el propietario de Inditex. Seguro que esa gente sí está en la pura trascendencia, todo el día manejando cifras fabulosas, acciones y beneficios... Lo del dinero debe de producir un éxtasis bestial.
Uslé: Pero la realidad es otra distinta. Aquella en la que vivimos tú y yo. La gran mayoría de la gente busca su zona en la vida ajena a esos modelos. Y para encontrar su lugar en el mundo muchos se acercan a la cultura, porque sospechan que en las artes hay una cierta trascendencia necesaria, una solución a lo inexplicable, a todo eso tan atractivo que tiene lo desconocido. Una de las misiones de la cultura es proponer otras posibilidades de lectura de lo cotidiano para hacer más llevadero lo que ésta tiene también de alarmante, de asfixiante, de oprimente.
Gordillo: Pues si la cultura puede lograr todo eso, imagínate lo que supone un gol. Un sólo gol consigue agitar a cientos de miles de personas. Es rarísimo.
Luis Gordillo y Juan Uslé. JOSÉ AYMÁ
Uslé: Es que el gol está ideado para eso mismo. Tiene mucho de éxtasis tribal e instantáneo. Lo triste y lo dramático es ver al individuo convertido en un muñeco, como sucede con el fútbol. Es muy parecido a lo que antes significaba la religión. Cristiano, Messi y los demás son el santoral del siglo XXI.
Gordillo: Y la televisión el gran altar.
La vanguardia es como la fe cristiana
La ironía sureña y extravagante de Gordillo combina muy bien con el sarcasmo montañoso de Uslé. Uno es de Sevilla y el otro de Cantabria. Sus caminos no van en paralelo, pero se encuentran en algunos puntos. En los años 80, cuando el furor de la pintura en España y el jaleo de la Movida, Gordillo fue tomado por algunos jóvenes artistas como un santo laico. Su obra dispensaba unas intuiciones en zigzag muy ricas: entre lo abstracto y la figuración. Como una pintura hecha con los nervios. Uslé formaba parte de aquella nueva tribu de devotos, aunque caminaba a ritmo propio con una abstracción de insistencia maníaca. Los dos defienden lo suyo con la devoción de quien aún cree que desde lo primigenio se puede seguir escribiendo el contorno de la revolución. Casi como una autodefensa. La historia ya ha dado ante sus ojos demasiadas vueltas de campana como para creer en las falsas predicciones que algunas modas imponen. Pura materia de fe.
P.- ¿En qué punto está el mantra que decreta la muerte de la pintura?
Gordillo: Está bajo de tono. Desde que empecé a finales de los años 50 a pintar, puedo decir que desde entonces no ha dejado de perder sitio. Es un tópico agotador y dañino en ocasiones. Es algo que se repite para afianzar los intereses de algunas corrientes interesadas. Siempre he pensado que la vanguardia es como la fe cristiana. Y eso supone un agobio tremendo. En los años 60 sufrí una crisis de vocación muy fuerte. Entonces me di cuenta de que la vanguardia es una ortodoxia que uno la siente en la columna vertebral, como cuando creíamos en la Virgen María y eso se convertía en una segunda naturaleza.
Uslé: Bueno, esa crisis personal de la que hablas creo que fue una crisis general. Todos hemos vivido la grieta que se abrió desde la pintura de las vanguardias hasta la lata de mierda de Manzoni. Hubo momentos de la historia del siglo XX en que pintar era algo casi subversivo, un anacronismo, incluso un suicidio. Es a eso a lo que llamamos crisis, a la pérdida de las coordenadas, al desconcierto, al desamparo... Pero aquí estamos y no pensamos detenernos.
Gordillo: Me voy a poner de rodillas para que me absuelvas, Padre Juan.
Uslé: Yo te absuelvo... Pero tal es la fuerza de la pintura que hasta algunos videoartistas de gran prestigio como Bill Viola se están acercando a la pintura en el vídeo. La pintura es y será siempre moderna.
Gordillo: Bueno, Viola me parece un tipo sobrevalorado por esa cosa presuntamente mágica con la que juega... No lo necesito para defender la idea de que la pintura es lo que más placer me proporciona y lo más renovador que hay en el arte. Sin embargo, tengo la sensación de que entre los mismos pintores, a diferencia de los artistas de otro tiempo (desde Picasso a Jasper Johns) cada vez es más leve esa sensación de absoluto.
No estamos inventando el abismo
Sobre la mesa hay vasos de té con jengibre y un plato de almendras que Gordillo atiende y Uslé despista. Ahora que desde algunos platós sale un eco de derrumbe al que sólo le falta un grupo de desarrapados silbando sobre los escombros, los dos artistas le quitan plomo al asunto. No lloran de alegría, pero tampoco se dejan arrasar por la nicotina del apocalipsis.
Gordillo: No creo que nuestro tiempo sea especialmente malo. Mi padre vivió tres guerras (aunque no en el frente): la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Esas eran guerras de verdad, todos los días morían miles de personas y otros tantos millones vivían de manera insufrible. Cuando era niño rezaba con mi madre y con mi hermano para que mi padre no tuviese que ir a la guerra. Eso sí era una época difícil. Los sufrimientos de ahora en occidente son muy distintos. Quizá los refugiados y emigrantes se acercan a aquellos daños, al grado de sufrimiento que yo conocí cuando niño. Pero la vida ha ido a mejor, no nos engañemos. Otra cosa es cómo el periodismo ofrece un sentido de agonía histórica exagerado, sobre todo con el asunto del terrorismo islamista. No quiero quitarle dramatismo a nuestro presente, pero desde que el hombre es hombre hemos vivido en una realidad semitrágica. No estamos inventando el abismo.
Uslé: Pero es que cada época actualiza la tragedia.
Gordillo: Sí, muy bien. Y ahora contemos el número de víctimas occidentales de los últimos meses en atentados terroristas islámicos, por ejemplo, y comparémoslo con el número de cadáveres y desaparecidos que se han quedado en el Mediterráneo intentando llegar a Europa. Pues ya sabes quién gana en tragedia. Lo que hemos desarrollado es una habilidad moral muy sofisticada para distinguir entre muertos ricos o muertos pobres. Y te aseguro que son más los últimos.
Uslé: Así es. Somos cínicos por naturaleza. ¿Pero qué significa África para nosotros y por qué hemos favorecido la situación que padece? Qué daño hicieron aquellas campañas de Cáritas que pedían para los negritos y los chinitos. Daban una idea de lugares sin remedio que quedó incrustada en la cabeza de mucha gente...
Gordillo: Y mira ahora los chinitos la que nos tienen liada...
Uslé: Los artistas, a veces, reflejamos lo que sucede alrededor con cierto cinismo. Y el negocio del arte contemporáneo en demasiadas ocasiones afianza esa voluntad maniquea, incluso a veces hace de ella una norma de conducta. En nuestro ámbito se ha jugado fuerte y en ocasiones de manera muy dudosa. Eso ha sacado a mucha gente del camino. Tú has sobrevivido porque te has protegido bien.
Gordillo: Mérito de mis cuatro psicoanalistas.
La conversación podría continuar seis o siete días más. El té de jenjibre es muy energético. Y Gordillo y Uslé ya se han subido a una mesa.
Fuente
http://www.elmundo.es
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