En su juventud se trasladó a París, donde conoció el neoimpresionismo, y entró en contacto con Pablo Picasso, Manolo Hugué y el fotógrafo Nadar. Volvió a Cataluña, después realizó un viaje a Italia, y por último, se estableció en Sitges, su pueblo natal. Pintó numerosos paisajes, en los cuales se advierte la preocupación por captar la luz mediterránea por medio del empleo de colores muy claros. Sus composiciones son un ejemplo de equilibrio, si bien sacrifica la perfección técnica en beneficio de un poder de evocación más intenso.
Después de unos años en París, donde fue influenciado por los postimpresionistas franceses antes de adoptar un lenguaje próximo a Cézanne, Sunyer vuelve a Catalunya, donde se consagró como pintor avanzado del novecentismo, movimiento artístico que propugnaba un retorno a los modelos clásicos y mantenía la figuración en oposición a los movimientos de vanguardia.
"Cala Forn" una de las obras más paradigmáticas de Sunyer y del novecentismo, supuso la culminación de su proceso creativo. Con una gran fuerza expresiva y sensibilidad, el artista consigue una perfecta integración de las figuras en el paisaje, que no se limitan a reproducir la realidad cotidiana, sino que se convierten en símbolos de la Catalunya de entonces.
"Cala Forn" una de las obras más paradigmáticas de Sunyer y del novecentismo, supuso la culminación de su proceso creativo. Con una gran fuerza expresiva y sensibilidad, el artista consigue una perfecta integración de las figuras en el paisaje, que no se limitan a reproducir la realidad cotidiana, sino que se convierten en símbolos de la Catalunya de entonces.
A partir de 1909, Sunyer dio comienzo en Sitges a una nueva etapa creativa, la que denominó su "segunda vida artística" caracterizada por la representación de paisajes muy sencillos en la composición, austeros, que parecen recoger esencias primitivas en la perfecta delimitación de los volúmenes y en la pureza del dibujo, y que expresan un profundo sentimiento de la realidad mediterránea. En esta etapa, que ha sido denominada "Hacia un nuevo lenguaje 1909-1911", realizó una de las obras consideradas como paradigma de la pintura noucentista catalana. Es la denominada "Mediterránea" de 1910-11, un óleo que ha contribuido decisivamente a difundir los rasgos que definen la estética noucentista, como la identificación de la mujer con un tipo de paisaje idílico, o la utilización de la línea, el color y la luz como instrumentos para transmitir un mensaje.
Eugenio D´Ors decía de Sunyer: "...no es un francés, sino, muy radicalmente, un catalán.". Desde su primer viaje a París en 1896, Joaquim Sunyer alternó sus estancias entre Francia y España, y evolucionó dentro de una estética de la luz, del color, y de presencias matéricas, al tiempo que interpretó la tradición del arte catalán desde la perspectiva moderna que aportó el "noucentisme". Formado en Barcelona, en la Escuela de Bellas Artes, junto a Nonell, Torres García, Canals y Mir -con el que solía recorrer los alrededores y los suburbios de la ciudad para pintar paisajes del natural- desarrolló un tipo de lenguaje artístico muy personal que supo conectar con los movimientos que transformaron el arte de comienzos de siglo.
El Noucentisme es uno de los movimientos más interesantes en el arte español del siglo XX. Su aparición se produce en un lugar y en una coyuntura muy concretas. Cataluña había ido asimilando las novedades artísticas europeas a un ritmo más que aceptable. La última de esas influencias se llamaba Art Nouveau, aunque en Cataluña se tradujo el término Modernismo y se convirtió en el motor impulsor de una nueva imagen de hombre, sociedad y ciudad. Pero a fines del siglo XIX el Modernismo estaba condenado a morir. Una burguesía pujante lo veía como algo caduco, decadente y demasiado cercano al Simbolismo.
Hacía falta una alternativa y para eso fue inventado el Noucentisme. El término alude en catalán tanto a lo nuevo como al Novecientos, esto es, al siglo XX. El promotor intelectual, teórico, del movimiento es Eugenio D'Ors, quien desde 1906 estaba publicando una serie de artículos donde se insinuaban las bases de un nuevo arte social, cívico, que representara a toda la sociedad catalana. Otra fecha destacada en la evolución del Noucentisme es el año 1911. Ese año Eugenio D'Ors coordina al "Almanach dels Noucentistes", donde ya aparecen algunos de los artistas asimilados al nuevo arte. También en 1911 un prometedor pintor catalán, Joaquim Sunyer, expone de forma individual en la galería Faianç Català. Desde ese momento Sunyer será encumbrado como el mejor representante del Noucentisme.
La imagen de este arte es similar en todos sus cuadros. Refleja la aspiración de la burguesía catalana a un mundo eterno y mediterraneísta. En ese universo la figura de la mujer recibe la mayor atención, junto al paisaje, que es descrito con criterios idealizados. En diversos periodos, el Noucentisme contribuye, en los años 10 y 20, a modernizar el arte figurativo español
Criado en el ambiente liberal y creativo de una familia de la burguesía catalana acomodada, pinta sus primeras telas hacia el año 1889 bajo la tutela de su tío abuelo Joaquín de Miró, representante de la escuela luminista de Sitges, entrando a estudiar en la escuela de la Llotja de Barcelona en el año 1890. Allí, entabla amistad con sus compañeros de estudios, Nonell, Mir, Canals o Torres García con quienes comparte admiración y entusiasmo por los dibujantes de Montmartre, como Steinlen y Daumier y que más adelante serán conocidos -sus compañeros- como la "Colla del Safrà", cuyo principal nexo fue, su interés por la modernidad.
En torno al año 1896, colabora con La Vanguardia con dibujos agrupados bajo el título "Escenas populares", ese mismo año y tras la muerte de su madre, se traslada a París, marchándose en condición de prófugo con veintiún años de edad. Los primeros momentos en la capital fueron de absoluta miseria hasta que comienza a realizar ilustraciones, marcadas estilísticamente hablando, por un tránsito hacia el simbolismo. Consolidada su reputación como ilustrador, en 1903 tras participar en dos volúmenes de "Les Minutes Parisiennes", el marchante Vollard adquiere algunos de sus óleos. Desde este momento su participación en el Salon d'Automme, será constante año tras año En 1908, regresa a España y comienza a trabajar en su serie de paisajes rurales de Sitges, al modo de Cézanne en Aix-en-Provence, tratando de agotar las posibilidades de soluciones estéticas a partir de un mismo motivo.
Desde 1912 hasta 1917 queda inmerso en la investigación cubista, aplicando sus soluciones tanto en paisajes como retratos, siendo las obras emblemáticas de este periodo, "Las Costureras" y "Cala Forn". Siempre atento a todo lo que suponga ir mas allá de lo establecido, comienza desde 1923 y hasta 1936 a trabajar dentro de la estética de la Nueva Objetividad. Con obras presentes en museos de París, Madrid, Barcelona o Bilbao, el estallido de la guerra civil le obliga a establecerse en el sur de Francia y más tarde de nuevo en París, de donde no regresará hasta el final de la contienda, no sin tener que pasar por amargos momentos en los que se le pidieron responsabilidades políticas.
En su tierra natal, continua pintando paisajes y retratos, desde la calma de una persona que ha "vivido", es el momento del reconocimiento absoluto a través de exposiciones y homenajes como el Gran Premio a la Vida y a la Obra de un Artista que en 1954 le concede la Bienal de Arte de la Habana.
Hacía falta una alternativa y para eso fue inventado el Noucentisme. El término alude en catalán tanto a lo nuevo como al Novecientos, esto es, al siglo XX. El promotor intelectual, teórico, del movimiento es Eugenio D'Ors, quien desde 1906 estaba publicando una serie de artículos donde se insinuaban las bases de un nuevo arte social, cívico, que representara a toda la sociedad catalana. Otra fecha destacada en la evolución del Noucentisme es el año 1911. Ese año Eugenio D'Ors coordina al "Almanach dels Noucentistes", donde ya aparecen algunos de los artistas asimilados al nuevo arte. También en 1911 un prometedor pintor catalán, Joaquim Sunyer, expone de forma individual en la galería Faianç Català. Desde ese momento Sunyer será encumbrado como el mejor representante del Noucentisme.
La imagen de este arte es similar en todos sus cuadros. Refleja la aspiración de la burguesía catalana a un mundo eterno y mediterraneísta. En ese universo la figura de la mujer recibe la mayor atención, junto al paisaje, que es descrito con criterios idealizados. En diversos periodos, el Noucentisme contribuye, en los años 10 y 20, a modernizar el arte figurativo español
Criado en el ambiente liberal y creativo de una familia de la burguesía catalana acomodada, pinta sus primeras telas hacia el año 1889 bajo la tutela de su tío abuelo Joaquín de Miró, representante de la escuela luminista de Sitges, entrando a estudiar en la escuela de la Llotja de Barcelona en el año 1890. Allí, entabla amistad con sus compañeros de estudios, Nonell, Mir, Canals o Torres García con quienes comparte admiración y entusiasmo por los dibujantes de Montmartre, como Steinlen y Daumier y que más adelante serán conocidos -sus compañeros- como la "Colla del Safrà", cuyo principal nexo fue, su interés por la modernidad.
En torno al año 1896, colabora con La Vanguardia con dibujos agrupados bajo el título "Escenas populares", ese mismo año y tras la muerte de su madre, se traslada a París, marchándose en condición de prófugo con veintiún años de edad. Los primeros momentos en la capital fueron de absoluta miseria hasta que comienza a realizar ilustraciones, marcadas estilísticamente hablando, por un tránsito hacia el simbolismo. Consolidada su reputación como ilustrador, en 1903 tras participar en dos volúmenes de "Les Minutes Parisiennes", el marchante Vollard adquiere algunos de sus óleos. Desde este momento su participación en el Salon d'Automme, será constante año tras año En 1908, regresa a España y comienza a trabajar en su serie de paisajes rurales de Sitges, al modo de Cézanne en Aix-en-Provence, tratando de agotar las posibilidades de soluciones estéticas a partir de un mismo motivo.
Desde 1912 hasta 1917 queda inmerso en la investigación cubista, aplicando sus soluciones tanto en paisajes como retratos, siendo las obras emblemáticas de este periodo, "Las Costureras" y "Cala Forn". Siempre atento a todo lo que suponga ir mas allá de lo establecido, comienza desde 1923 y hasta 1936 a trabajar dentro de la estética de la Nueva Objetividad. Con obras presentes en museos de París, Madrid, Barcelona o Bilbao, el estallido de la guerra civil le obliga a establecerse en el sur de Francia y más tarde de nuevo en París, de donde no regresará hasta el final de la contienda, no sin tener que pasar por amargos momentos en los que se le pidieron responsabilidades políticas.
En su tierra natal, continua pintando paisajes y retratos, desde la calma de una persona que ha "vivido", es el momento del reconocimiento absoluto a través de exposiciones y homenajes como el Gran Premio a la Vida y a la Obra de un Artista que en 1954 le concede la Bienal de Arte de la Habana.
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