Escáner del 'Retrato a una señora', de Edgar Degas
Las bases de los lienzos están llenas de detalles ocultos, guiños privados o bocetos de otro cuadro que avergonzaba a su autor
Estos secretos del arte han quedado al descubierto por técnicas científicas que no dañan la obra y consiguen introducirnos en las mentes de los maestros
La inspiración es una musa caprichosa y no siempre entiende de lienzos en blanco. A veces aparece cuando una obra ya está terminada o llega sin avisar en plena faena. Pablo Picasso decidió darle la vuelta a un posible incordio y asumirlo como un mantra donde el trabajo constante se premia con una dosis extra de iluminación. Durante estos vaivenes, el pintor dejó varios bocetos sin terminar y reutilizó la base para plasmar su obra elegida. Un recurso de reciclaje que ya habían empleado maestros como da Vinci, Rembrandt y Goya, y que duplicó sin quererlo el valor de sus cuadros muchos años después.
El último en unirse ha sido el impresionista Edgar Degas y su personaje escondido bajo el famoso Retrato de una mujer, 1876. El enigma de esta pieza llevaba rondando la mente de los restauradores australianos desde hace casi un siglo, cuando la Galería Nacional de Victoria la adquirió en 1937. En el rostro de la mujer de negro se intuían unos labios que despertaron los rumores sobre otra figura subyacente. Y, gracias a la tecnología de un grupo de expertos, esta cara de Bélmez ha resultado tener nombre y apellido.
Los científicos utilizaron la técnica de la fluorescencia de rayos X para descubrir a la modelo Emma Dobigny bajo los oscuros pigmentos de la anónima. El escáner ha revelado que Degas dibujó las facciones de su musa de un solo brochazo, mientras que intervino con más detalle sus "orejas de duende". Las capas de la imagen superior eran tan finas -aunque su color fuese más oscuro- que no tardaron en desvelar el "lienzo sucio", como lo despreciaban los críticos de la época.
Ahora la tecnología ha obrado como un diario pictórico para desenmascarar el cuadro que Degas quiso mantener en la sombra. "El detector de Maia" está formado por una placa que desliza un intenso haz de rayos X por toda la imagen y la convierte en átomos fluorescentes. Estos píxeles se traducen en mapas elementales que revelan detalles tan concretos como el grosor del pincel, la naturaleza de los colores o las capas de pintura que se usan para corregir un detalle.
La fluorescencia de rayos X (con siglas XRF en inglés) es una de las técnicas más utilizadas para el análisis de obras de arte por el sincotrón, un acelerador de partículas que permite una mayor penetración en las capas de óleo y visualizar la obra en sus etapas primarias. Los científicos del Sincotrón de Australia tardaron 33 horas en reproducir un mapa de 31,6 megapíxeles. Los resultados, publicados en la revista Scientific Reports, demostraron que Degas tardó 7 años en reutilizar ese lienzo para su Portrait de femme.
En el caso de Degas, las pinturas ocultas no fueron más que un recurso económico para no volver a invertir en un costoso óleo. Pero en otras ocasiones han desvelado marcas simbólicas del artista o incluso trazos aprovechados de otro pintor más pudiente que descartó el lienzo entero por un descuido. Decisiones cognitivas que la tecnología convierte en píxeles y sistemas binarios para acceder a lagunas del pasado como en una máquina del tiempo. Es aquí donde comienza el debate sobre la magia perdida de la historia del arte y el avance científico. Pero a nadie le amarga diseccionar el proceso creativo de las mejores mentes durante un ratito.
Las pérdidas de Da Vinci
A lo largo de los años se han empleado muchos más esfuerzos en buscar la obra desaparecida de Leonardo da Vinci que en rascar las conocidas. El original de La batalla de Anghiari ha traído de cabeza a los historiadores que han rastreado su paradero durante siglos.
Finalmente, hace cuatro años, la National Geographic Society, en colaboración con universidades norteamericanas y el Ayuntamiento de Florencia, dirigió un proyecto para buscar detrás de un fresco de Giorgio Vasari, en el Palazzo Vecchio de la ciudad. A través de una sonda microendoscópica colocada a través de seis agujeros, los ingenieros recogieron pigmentos con una composición química similar a la que utilizó da Vinci en La Gioconda y de San Juan Bautista.
Aunque estos hallazgos científicos no pasaron de meros indicios, la tecnología sí que ayudó a desvelar que La dama del armiño no tenía armiño en sus comienzos. El primer cuadro que pintó el prolífico artista a Cecilia Gallerani no sostenía al animal entre sus brazos. El ingeniero francés Pascal Cotte utilizó su método de amplificación de capas (LAM por sus siglas en inglés) para encontrar no una, sino dos versiones anteriores de la pintura.
El equipo de Cotte usó una cámara multilente para "pelar el cuadro como si fuera una cebolla, eliminando la superficie para ver qué es lo que pasa dentro y por detrás de las diferentes capas de pintura", según declaró a la BBC. En una primera corrección, da Vinci dibujó un armiño raquítico y de pelaje oscuro del que pareció arrepentirse, así que se dio una tercera oportunidad para dibujar un animal más grande y musculoso.
Las naturalezas vivas de Van Gogh
Las dificultades económicas que vivía el pintor holandés le obligaba a enviar los cuadros a su hermano Theo, marchante de arte, para que los intentase colocar en París y este le enviaba óleos y lienzos que Vincent no se podía permitir. La intensa correspondencia que mantuvieron fue la llave maestra en la recuperación de obras sin firmar y la clave del origen de otras escondidas.
Eso ocurrió con el bodegónNaturaleza muerta con rosas y flores del campo, que esconde a una pareja de luchadores semidesnudos. Gracias al Macro Scanning X Ray Fluorescence Spectometry, los investigadores holandeses del museo Kroller-Muller descubrieron la autoría del florero y la primera intención del óleo, que Van Gogh ya había descrito en 1886 en otra de las muchas cartas para su hermano.
Más evidente fue el caso de Parche de hierba, que guardaba una sorpresa para los investigadores de la Universidad Tecnológica de Delft. En 2008, el equipo acalló las dudas de muchos historiadores que habían reconocido durante años una mancha más pronunciada en el centro del cuadro. A través de un proceso de rayos X que midió la composición química de los pigmentos, los holandeses dieron con el retrato de una mujer perfectamente formado bajo el ribete de pinceladas verdes.
El Picasso subyacente
Pablo Picasso ha demostrado ser un perfecto caso de rasca y gana para los investigadores de arte. Las obras ocultas del pintor malagueño han aflorado durante años, descubriendo desde pinturas camufladas de su juventud hasta guiños a su padre, con el que compartía una pasión por el pincel. Desde principios de los años 90, los restauradores han estudiado las dudas y la metodología de Picasso en La habitación azul.
Los expertos sospechaban de su doble identidad desde 1954, cuando un conservador describió en una carta que había pinceladas que no se correspondían con la imagen de la mujer en el baño. Cuando la Phillips Collection contó con la tecnología de rayos X necesaria, escanearon el cuadro y no encontraron nada más que borrones turbios. Pero Patricia Favero, curadora de la colección sabía que algo ocurría ahí debajo. Así que en 2008 comenzó a experimentar con una técnica de infrarrojos que consiguió dar un resultado definido en 2014. La imagen digital desveló un hombre en posición pensativa y con una gran pajarita.
Ahora, el equipo trabaja con espectroscopia fluorescente -donde un haz ultravioleta estimula los electrones y las moléculas reflejan una luz visible- para reproducir la pintura camuflada a todo color.
La firma oculta de Goya
El boceto falso más célebre de Francisco de Goya es el de Retrato de Don Ramón Satué, que los expertos aseguran que esconde a un José Bonaparte, hermano de Napoleón. Sin embargo, el descubrimiento que cambió la tecnología de los análisis no destructivos fue un pequeño trazo del Sacrificio a Vesta. En 2013, un equipo de la Universidad de Barcelona hizo historia utilizando por primera vez radiación terahertz sobre la obra, que descubrió una firma oculta del artista aragonés 240 años después de su creación.
El espectro electromagnético de los THz se encuentra entre los infrarrojos y los microondas. Estas ondas legan a diferentes capas de pintura y proporcionan una representación tridimensional de la obra, de modo que la radiación THz absorbe y se refleja de manera diferente según el tipo de pigmento y material. Un avance respecto a los rayos X, que nunca podrían haber detectado una firma por la delicadeza de su trazo.
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