NF Galería nació en Murcia con otra denominación: Yerba. Desde entonces, pese al cambio de nombre y su traslado a Madrid, se han mantenido incorruptibles en su idea de intentar «trabajar de manera muy fiel con los artistas en los que cree y promocionar esos artistas para que sus carreras sean posibles». Para ello, tanto Nerea como Idoia creen esencial un hecho que caracteriza su firma: que dirigen una galería familiar que ya va por «segunda generación».
Todo comenzó cuando los padres de las actuales galeristas empezaron a coleccionar ciertas obras de arte y conocer a algunos artistas. «Eran bastante activos en temas políticos y de cultura», clama Idoia Fernández.
Sin embargo, el trabajo que llevaban a cabo en aquella época no se parecía al actual, al menos en la forma de llevar la galería. «Nos hemos profesionalizado muchísimo. Cuando se empezó hacían muy bien su trabajo pero era una cosa de andar por casa entre comillas», relata Idoia, al tiempo que su hermana Nerea, entre risas, bromea con el estilo de vida de entonces: «Se lo pasaban mucho mejor. Todo el día tomando gintonics».
Cómo eligen a los artistas
La política sigue siendo un aspecto a tomar en cuenta a la hora de elegir con qué artistas trabajar, aunque en NF no solo eso es importante. Va mucho más allá de las ideas y la forma de desarrollar las obras. Nerea e Idoia Fernández fijan su vista en aquellos artistas que «nos han enamorado».
Entre los nombres que manejan actualmente se encuentran Jordi Teixidor, Marcius Galán o Jordi Alcaraz, entre otros. Todos ellos guardan el común denominador de dedicarse al arte contemporáneo y su vínculo con NF demuestra que esta galería no entiende de edades. «Al llevar tanto tiempo en esto, aquí conviven artistas de generaciones muy distintas. Mayores y jóvenes, y lo hermoso es que siempre se han apoyado entre ellos. Se retroalimentan. Hay un espectro muy amplio», comenta Nerea Fernández. De hecho, entre Teixidor y Alcaraz hay una diferencia de edad de unos 30 años. Otra generación, otra forma de pensar, que confluyen en este espacio que también da cabida a artistas internacionales como Rafael Grassi, de nacionalidad italiana.
En cuanto a las obras, las galeristas no tienen reparo en reconocer que sí han experimentado un cambio notable. Echan la vista atrás y recuerdan cómo su madre, la fundadora, se dedicaba especialmente a la pintura abstracta.
Tras intercambiarse miradas cómplices, ambas coinciden en que han variado desde las pinturas hacia otro tipo de arte. «Eso lo hemos perdido», afirman. Pese a ello, dejar la pintura de lado no implica que el cambio haya sido a peor. Esta modificación artística nunca ha venido impuesta por que los clientes pidieran nuevas piezas o técnicas, sino que siempre fue voluntad de las dos galeristas.
Aun así, la esencia de NF se ha mantenido intacta. Definen su criterio como algo pasional y vocacional. Es decir, que no se guían por que un artista vaya a reportarles mayores beneficios. Al menos ese es el discurso que mantienen, mientras confirman que el arte no es un producto «para ricos» sino que está al alcance de cualquiera que esté dispuesto a renunciar a otros caprichos por tener en su casa una pizca de cultura.
La vida de los galeristas
El arte no es precisamente, a ojos de estas dos galeristas que han mamado desde la cuna el negocio, un oficio del que se pueda vivir con holgura. Al menos entre quienes lo producen. Respecto a ello, Nerea Fernández se muestra muy contundente: «Los artistas aquí no viven especialmente bien, por no decir que viven bastante mal. Los artistas españoles podrían estar mucho mejor valorados a nivel económico».
Por contra, quienes se dedican a representar a esos artistas no pasan tantas penurias para llegar a fin de mes. De hecho, las cabezas visibles de NF Galería no se esconden al asegurar que viven bastante bien con su trabajo, no solo a nivel económico.
Para ellas ser galeristas no significa únicamente vender cuantas más obras mejor, sino disfrutar con el día a día. «Trabajamos muchísimo, casi diría que más que ninguna de las personas que nos rodean. Nos machacamos mucho. Hacemos un trabajo que nos encanta. Para un galerista, muy pocas veces que tienes una cena de trabajo dices que es un coñazo. Es una relación muy rica», desvela Idoia Fernández, con el beneplácito de su hermana Nerea.
Al mismo tiempo, las herederas de NF rompen una lanza a favor del trabajo que hacen. El recinto de su galería apenas cuenta con dos espacios bien diferenciados en los que se exponen no más de cinco-seis obras. No cuentan con recursos para demostrar todo su potencial. Además, en ocasiones se ven apabulladas por tener que cargar solo ellas dos con todo (acudir a ferias, redactar notas de prensa, redes sociales, etc.). «Cada vez es más duro, amplio. Menos íntimo con la gente y los artistas. Se está volviendo un mundo más complicado», afirma Nerea Fernández.
ARCO
Del 21 al 25 de febrero se celebrará en Madrid una nueva edición de la feria ARCO. Un evento referencia a nivel global en el mundo del arte contemporáneo. Y como no podía ser de otro modo, NF Galería estará presente en él.
Las hermanas Fernández no son capaces de contar cuántas veces han acudido ya a este acontecimiento anual. Sí recuerdan que su madre estuvo presente desde la primera edición, pero luego tuvieron una época en la que optaron por centrarse en otros proyectos. Hará unos diez años regresaron.
De cara a 2018 aún no tienen decididos los artistas que llevarán a la feria, aunque manejan algunos nombres como Chiharu Shiota, Pipo Hernández y Marcius Galán. «Es una cita que se espera con mucha ilusión y alegría. Siempre te apetece estar. Acabas agotado pero te lo pasas bien también», asegura Idoia Fernández.
En la feria confluyen cientos de artistas y decenas de galerías. Su reconocimiento internacional llega al punto de que hay visitantes que viajan a Madrid solo para no perderse ARCO. La «fiebre» por este evento traspasa fronteras y todo gran coleccionista y aficionado al arte ansía tener su entrada.
Para un galerista, esta cita es una gran oportunidad pero también una semana plagada de estrés. Las hermanas Fernández tienen muy buenas expectativas puestas en la edición de este año, pero son conscientes de que su trabajo es idéntico en cada ARCO. «Suele ser una feria muy pública, masiva. Hablas mucho con la gente y con mucha gente. Nos pasamos cinco días sin parar. Lo único que hacemos es estar de pie y hablar», asevera Idoia Fernández.
Es allí, en las ferias, donde han adquirido esa destreza a la hora de comunicar. Más que informar al cliente, charlan con él para convencerle, lo que hace dudar de si su trabajo es también parecido al de un político. O si han adquirido esas dotes gracias a esos «tintes políticos» de los que hablan.
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