Paula Modersohn-Becker, anteriormente Minna Hermine Paula Becker (Dresde, 8 de febrero de 1876 – Worpswede, 21 de noviembre de 1907), fue una pintora alemana, y una de las representantes más precoces del movimiento expresionista en su país.
Originaria de Dresde, Becker se comprometió en estudios de pintura y reunió a artistas independientes en el pueblo de Worpswede, no lejos de Bremen, que predicaba un retorno a la naturaleza y a los valores simples de la gente campesina. Allí se casó con el paisajista Otto Modersohn. La falta de audacia de los pintores de Worpswede la empujaron a usar inspiraciones exteriores y a efectuar repetidas estancias en París.
Los catorce cortos años durante los cuales Becker estuvo en otra ciudad . ejerció su arte le permitieron realizar al menos setecientos cincuenta lienzos de pintura, trece estampas y cerca de un millar de dibujos. Su estilo, particularmente único y original, es el fruto de múltiples influencias, a los confines de la tradición y de la modernidad. Su pintura presenta aspectos que mezclan el impresionismo de Cézanne o Gauguin, el cubismo de Picasso, el fauvismo, el arte japonés y el renacimiento alemán. La fuerza expresiva de su obra resume sólo los principales aspectos del arte a principios del siglo XX. Becker murió a los treinta y un años.
Familia
Becker era la tercera hija nacida de una familia de siete hermanos. Su padre, Carl Woldemar Becker (nacido el 31 de enero de 1841 de Odessa – fallecido el 30 de noviembre de 1901 en Bremen), era ingeniero de oficio, y su madre Matilde (nacida el 3 de noviembre de 1852 de Lübeck – fallecida el 22 de enero de 1926 en Bremen) descendía de una familia ilustre de la nobleza de Turingia, los von Bültzingslöwen. Las cartas que Carl Woldemar Becker le envió más tarde a su hija le dan la imagen de un hombre cultivado y abierto sobre la gente: familiar de París totalmente como de Londres, dominaba el ruso, el francés y el inglés. La familia materna de Becker presentaba las mismas predisposiciones al viaje: el abuelo von Bültzingslöwen había mandado una guarnición en el extranjero, y varios hermanos de Matilde emigraron a Indonesia, a Nueva Zelanda y a Australia.
Dresde y Bremen
Becker pasó los doce primeros años de su vida en Dresde, un período sobre el que se conocen muy pocos datos. Reencontramos sin embargo el rastro de un drama acontecido cuando PBecker tenía 10 años, mientras que ella y sus dos primas Cora y Maidli Parizot jugaban en las galerías de una cantera de arena. Las jóvenes fueron enterradas por un derrumbamiento, Becker y Maidli pudieron salir a tiempo, mientras que Cora Parizot, de tan sólo once años de edad, se asfixió y murió bajo los escombros. En una carta escrita muchos años más tarde a Rainer Maria Rilke, Becker reveló hasta qué punto esta experiencia la había marcado.
En 1888, Carl Woldemar Becker obtuvo un trabajo en Bremen, lo que obligó a la familia dejar Dresde. La vida cultural de Bremen especialmente efervescente y la madre de Beckercultivó numerosas amistades en los círculos artísticos, la familia Becker pudo gozar constantemente de relaciones privilegiadas con este medio.
Inglaterra y los primeros cursos de dibujo
A principios del verano de 1892, sus padres enviaron a Becker a Inglaterra con el fin de efectuar una estancia lingüística. Una hermanastra de su padre vivía en las afuera de Londres, y Becker debía reunirse con ella, para aprender a hablar inglés y, al mismo tiempo tener un hogar. Gracias al apoyo de su tío, la joven muchacha pudo también recibir cursos artísticos, en la St John's Wood Art School. Después de algunos estudios preliminares de bosquejos, comenzó a frecuentar a una escuela privada de las Bellas Artes, donde pasaba seis horas al día iniciándose en la técnica de dibujo. Estos cursos sin embargo se abandonaron rápidamente: sus padres inicialmente habían fijado la duración de la estancia londinense de Becker en un año, pero el mal del país, la nostalgia del hogar y la disciplina autoritaria que le imponía su tía impulsaron a Becker volver hacia Alemania apenas seis meses más tarde.La escuela de profesoras
Es sobre todo debido a la influencia de su padre y del respeto que éste le inspiraba que Becker siguió las clases de una escuela de formación de maestras a partir de 1893, en Bremen. Seguía en esto de mala gana los pasos de su hermana mayor, que había seguido los mismos estudios. No obstante pudo obtener de su padre, a manera de contraparte, el derecho a asistir a cursos de pintura.
Las clases de pintura se efectuaban en casa del pintor Bernhard Wiegandt, y constituyeron particularmente para Becker la primera ocasión de trabajar según verdaderos modelos. De esta época datan por ejemplo una serie de retratos de sus hermanos y hermanas, así como su primer autorretrato, realizado hacia 1893. Esta actividad artística no la condujo a descuidar sus principales estudios: en septiembre de 1895, Paula Becker pasó el examen de profesora y obtuvo el diploma con buenos resultados.
A principios del año 1893, Becker pudo admirar por primera vez las realizaciones del círculo artístico de Worpswede, cuando Fritz Mackensen, Otto Modersohn, Fritz Overbeck, Hans am Ende y Heinrich Vogeler expusieron sus telas al museo de Kunsthalle de Bremen. La joven mujer fue encantada sobre todo por una obra de su futuro marido, Otto Modersohn, que resplandecía de colores extraños y daba un sabor muy particular a un paisaje de brezos.
Curso de pintura en Berlín
Becker, gracias a la rama maternal de su familia, pudo viajar a Berlín a principios de 1896 con el fin de seguir durante seis semanas cursos de dibujo y pintura para la Asociación de los Artistas Berlineses (Verein der Berliner Künstlerinnen). La existencia de este tipo de asociaciones era una necesidad para las mujeres, que no tenían aún acceso a las academias de las Bellas Artes de la época.
Becker estuvo en condiciones de continuar su formación más allá de las seis semanas inicialmente consideradas, ya que su madre incluso llegó a acoger a un pensionista en la casa familiar para poder pagar los estudios a su hija. Por otra parte, el hermano de Matilde, Wulf von Bültzingslöwen, al igual que su esposa Cora, se habían declarados dispuestos para alojar a Becker y para satisfacer las necesidades diarias de la joven.
La enseñanza impartida en Berlín concedía un lugar preponderante al dibujo, realizado a partir de modelos profesionales. Sólo se admitía a las clases a aquellas candidatas que tenían ya un buen control de la materia. Numerosos dibujos de desnudos realizados por Becker y que databan de este período han podido conservarse: las líneas, por regla general, son fuertemente marcadas, y los efectos de claroscuro afectan su omnipresencia. En 1897, Becker fue admitida por primera vez en la clase de Jeanne Bauck. Este artista, hoy caído en el olvido, tuvo una profunda influencia sobre su joven alumna, y la persuadió más tarde a que fuera a vivir por algún tiempo a París.
Durante su estancia berlinesa, Becker pasó numerosas horas en las galerías de los museos. Al igual que los artistas del movimiento nazareno, que había conocido su apogeo siete décadas antes, a Becker le gustaban por encima de todo, los lienzos del Renacimiento alemán e italiano.
La salida a Worpswede
Con motivo de las bodas de plata de los padres, la familia Becker emprendió, en el verano de 1897, una excursión al pequeño pueblo de Worpswede. A Becker le impresionó la singularidad del lugar, el colorido del paisaje y en especial la "colonia artística" (Künstlerkolonie) que había sido fundada allí algunos años antes. Ese mismo otoño, Becker visitó de nuevo Worpswede en compañía de una amiga y, cuando en enero de 1898, heredó 600 marcos (y pudo devolver parte del dinero prestado para proseguir sus estudios por sus primos Arthur y Greta Becker), decidió volver a Worpswede, con el consentimiento familiar.
La intención en principio era pasar unas vacaciones. Matilde Becker había previsto que su hija estuviera allí durante dos semanas en las clases de pintura y de dibujo de Fritz Mackensen, como iniciación antes de irse en otoño a París y encontrar allí un trabajo de niñera («fille-au-pair»). A pesar de todas estas precauciones familiares, parece que la intención de Becker, cuando tomó finalmente la carretera de Worpswede en septiembre de 1898, era permanecer bastantes más tiempo del previsto, pues ambicionaba hacerse artista profesional.
La colonia artística de Worpswede
Véase también: Colonia de artistas de Worpswede
Los artistas que se habían instalado en Worpswede en 1889 reivindicaban su independencia frente a las grandes academias artísticas. La inmensa mayoría eran antiguos alumnos de la Academia de las Bellas artes de Düsseldorf, una institución que había brillado con Wilhelm von Schadow. Como muchos jóvenes artistas del siglo XIX consideraban las academias de pintura como instituciones oficiales y a sus profesores y métodos obsoletos. Con Worpswede, aspiraban a crear un espacio con, por y para la naturaleza, como antes hiciera Théodore Rousseau con la escuela de Barbizon. Como en Francia, el objetivo era doble: trabajar «au plein air», revolucionando así la técnica pictórica, y reflejar en su obra a la población campesina, que juzgaban de una pureza aún original y no corrompida por la civilización.
Una profunda amistad uniría desde un principio a Becker y Clara Westhoff, joven aspirante a escultora, alumna de Mackensen en cursos de dibujo y modelado. Becker, inicialmente al margen de la ideología de la colonia, se mostró menos reservada a partir de marzo de 1899, en particular con su futuro marido Otto Modersohn y con Heinrich Vogeler. Becker realizó varias estampas con la técnica de aguafuerte durante el verano de 1899; la estricta disciplina que imponían las técnicas de grabado no debieron cautivarla. Fritz Mackensen, inicialmente importante para el despertar de su talento, dejó de seducirla ya a finales de aquel año. Su original estilo, que tendía cada vez más a la simplificación de las formas y los colores, no tenía reflejo en Worpswede. Tampoco ayudarían las críticas de que sería objeto su participación en algunas exposiciones aquel año; por ejemplo las del Weser-Zeitung del 20 de diciembre de 1889 con el siguiente análisis de dos de sus obras expuestas:
«Para calificar este trabajo, los recursos de una lengua pura no son suficientes, y nos negamos a utilizar una impura. Digamos que si una actividad creativa del mismo orden se hubiera ilustrado en los ámbitos del teatro o la música, y si además hubiese tenido la insolencia de aventurarse sobre escena o en la sala de un concierto los silbidos y los abucheos, habrían hecho poner término a tal grosera mascarada»
A pesar de que artistas como Max Slevogt, Lovis Corinth, Max Liebermann o Wilhelm Leibl empezaban a tener sus primeros éxitos en Múnich y Berlín, Alemania seguía fiel a los salones de pintura y el arte académico. En París, al otro lado de la frontera, la apertura y la innovación en la vida artística eran un señuelo irresistible para sensibilidades como la de Becker.
La primera estancia artística en París
Es en la noche del 31 de diciembre de 1900 que Becker tomó caminó rumbo a Francia. Al igual que Roma había sido un gran centro de atracción para todos los artistas alemanes a principios del siglo XIX, París entonces se había vuelto el lugar de encuentro por excelencia de todas las corrientes artísticas europeas. Varios artistas alemanes muy conocidos, como Emil Nolde, Bernhard Hoetger o Käthe realizaron entancias más o menos largas. En cuanto a Clara Westhoff (la amiga de Becker, en la ciudad de Worpswede), ya se encontraba aquí desde fines de 1899, animada por la esperanza de convertirse en alumna de Auguste Rodin. Becker y Westhoff pasaron juntas un año en París, en agosto retornaron a Worspede, y luego pasaron juntas el invierno en Berlín. En cuanto a la relación entre ambas, una poesía de Adrienne Rich alude a la misma.
Becker pudo hacer este viaje financieramente, puesto que seguía beneficiándose de la ayuda de sus padres y el resto de su familia. Se instaló en el número 9 de la calle Primera Campaña, en el distrito XIV de París, y adornó su pequeño estudio de cajas y algunos muebles desalojadas en un rastro. Becker fue a seguir las clases de la Académie Colarossi en el Barrio Latino de París, porque esta última ofrecía la ventaja de aceptar a las mujeres, y volvió a examinar los museos como lo había hecho en Berlín. Sola o en compañía de Clara, frecuentaba las exposiciones y galerías artísticas para familiarizarse con la pintura moderna francesa. Clara Westhoff reporto más tarde algunas anécdotas vinculadas a este período, como, por ejemplo, la visita hecha al vendedor de arte Ambroise Vollard, la profunda fascinación sentida por Becker hacia la obra de Paul Cézanne, en aquel entonces completamente desconocido. Según la historiadora del arte Christa Murken Altrogge, Becker fue la primera artista alemana que percibió el talento revolucionario de este pintor. En una carta con fecha del 21 de octubre de 1907 dirigida a Westhoff, Becker escribía muchos años más tarde que Cézanne:
«es uno de los tres o cuatros grandes amos que tuvieron sobre mí el efecto de una tormenta.»
Becker asistió a la gran exposición organizada por el movimiento nabi en París. Este grupo artístico, profundamente influenciado por las estampas del arte japonés, ponía énfasis en las superficies y en los colores caprichosos, cuyo objetivo no era reflejar exactamente la realidad sino cerrar un significado propio.
Desde el mes de abril de 1900 se celebraba la Exposición Universal destinada a conmemorar la llegada del nuevo siglo. Este acontecimiento fue la ocasión de venir en París para Fritz Overbeck y el paisajista Otto Modersohn, que llegó en junio. Becker ya conocía a Otto y, admiraba su trabajo en Worpswede, apreciaba mucho a este hombre once años mayor que ella. En aquel entonces Modersohn estuvo casado con Hélène, quien estaba mal de salud hecho que la retuvo en Worpswede, muriendo en la corta estancia parisina de Otto. La tragedia precipitó la vuelta de Modersohn y Overbeck a Alemania. Dos semanas después Becker y Westhoff regresarón a Worpswede por que el dinero con el que contaban se agotaba.
Matrimonio con Otto Modersohn
Otto Modersohn y Paula Becker se casaron el 25 de mayo de 1901. A tal efecto, y bajo la presión ejercida por sus padres, Paula aceptó hasta seguir un curso de cocina en Berlín, curso que abandonó bastante rápido.
La pareja efectuó una corta luna de miel, a la cual les invitó Gerhart Hauptmann cerca de Hirschberg en Silesia, hoy territorio polaco. Se abre a continuación un período de la vida de Becker en que intentó reconciliar sus ambiciones artísticas con su nueva vida de esposa, mujer de la casa y madre de la pequeña Elisabeth, resultado del primer matrimonio de Otto Modersohn. Becker, para todo el taller, no disponía más que de una pequeña habitación con una sola ventana. Otto decidió construir un tragaluz en el techo del edificio principal, para que su esposa trabajara. La joven novia era ayudada en la realización de las tareas diarias por un criado. Desde las nueve de la mañana hasta alrededor de la hora de la tarde, Becker podía así pintar en su taller, salía para almorzar luego volvía de nuevo a su trabajo a las quince horas, para permanecer a menudo hasta la noche, cuando pasaban de las siete de la tarde. Intentaba sin embargo ser una madre atenta y concienzuda para su hijastra Elisabeth. Esta última sirvió por otra parte de modelo a toda una serie de retratos de la niña, como el Muchacha en un jardín al lado de una bola de cristal, que data de 1901 o 1902, y la Cabeza de una pequeña muchacha.
El matrimonio tuvo también el mérito de entregar definitivamente a Becker la perspectiva de ejercer un oficio que le gustara con el fin de garantizar su subsistencia. En vida, la joven mujer sólo consigue vender dos de sus lienzos, respectivamente a sus amigos Rilke y Vogeler; sin su unión con Otto, está claro que no se habría decidido a seguir el dictamen de su padre y a permitir de que se la controlara. La situación, no obstante, tenía también cosas negativas. Mientras que Otto, en su diario, afirma que la vida de pareja se desarrollaba mejor que lo que habría creído, se encuentra en el de Becker, en la fecha de navidad de 1902, una actitud más crítica y más teñida de ironía.
Otto parece haber sido muy feliz durante los tres primeros años de su nueva vida de pareja. Su Diario indica entonces regularmente hasta qué punto se convencía de compartir su existencia con una artista fuera del común, cosa que nadie parecía aún hacer en la época. Becker había encontrado en Otto Modersohn a un hombre cariñoso y que, bien lejos de ser un obstáculo al desarrollo de su sensibilidad artística, sabía al contrario acompañar esta evolución de una mirada crítica y elogiosa. Como muchos de sus contemporáneos, sin embargo, carecía de una comprensión realmente profunda de la obra de su esposa. Por otra parte, la intensidad con la cual Becker reaccionaba a los menores sobresaltos de la vida artística parisina lo dejaba un tanto perplejo.
Contrariamente a su marido, que buscaba la calma y la soledad de Worpswede para ejercer todo su arte, Becker necesitaba una determinada variedad y del contacto con el mundo exterior.
La ruptura con Otto
Becker dejó Worpswede el 23 de febrero de 1906. Ella indica claramente en su diario que este gesto equivale a una ruptura con Otto. Este último fue sorprendido, y envió a París las cartas que la conjuran a volver de nuevo con él. A cambio de volver Becker le rogó acostumbrarse a la idea de que perseguiría en adelante su propia vía en la vida. Su marido incluso llegó a viajar a París durante una semana en el mes de junio, pero el diálogo entre la parejas siguió siendo infructuoso. Otto Modersohn siguió a pesar de todo manteniéndola financieramente y recibiendo el apoyo moral de la propia familia de Becker , que acusaba a esta última de egoísta.
La joven se instaló en un taller especialmente espartano de la avenida de Maine, en el distrito XIV de París. Volvió a frecuentar los cursos de dibujo, las exposiciones de la vanguardia e incluso asistió a un curso de anatomía en la Escuela de Bellas Artes, dado que su estilo la dejaba insatisfecha. Muy intrigada por una escultura expuesta en el Salón de los Independientes, visitó a su escultor Bernhard Hoetger en su taller. Cuando una observación fortuita de Becker reveló a Hoetger que ella era artista, él insistió en ver sus obras, y quedó estupefacto. Becker hasta entonces solo había encontrado apoyo en Worpswede al lado de su marido y de Rainer María Rilke. Los elogios que recibió valían oro.
El 5 de mayo de 1906, escribió:
«Usted me hizo milagros. Usted me restituyó a mí misma. Tomé valor. Mi valor se encontraba siempre detrás de puertas condenadas y no sabía cómo salir. Usted abrió estas puertas. Usted me es de una gran ayuda. Comienzo ahora a creer que algo quedará de mí. Y cuando pienso en eso, me vienen las lágrimas de felicidad... Usted me hizo tan feliz. Estaba un poco sola»
La valoración de Hoetger hacia Becker la animó a desplegar sin ningún temor toda la fuerza y el potencial de su pintura. Se calcula el número de telas realizadas entre 1906 y 1907 asciende aproximadamente a noventa. Su biógrafo Lieselotte von Reinken hace por otra parte la observación que sería dudoso poder físicamente asignar tanto trabajo un misma persona, si las cartas y el diario del artista no estuvieran allí para certificarlo.
Becker dedicó su tiempo principalmente a las pinturas de desnudos, además de estas últimas también dedicó tiempo a las pinturas de naturaleza muerta, esta época también cuenta numerosos autorretratos tales como el Autorretrato con limón, donde la artista aparece generalmente semi desnuda. Llegó hasta inaugurar una clase inédita en la historia del arte, es decir el autorretrato enteramente desnudo 2
Última estancia en Worpswede
El 3 de septiembre de 1906, Becker hizo saber a su marido que quería divorciarse, y le pidió una última suma de 500 marcos. En consecuencia, ella misma se comprometía satisfacer sus propias necesidades. Sin embargo sobre su decisión volvió algunos días más tarde, el 9 de septiembre, y resolvió volver a Worpswede. Este cambio de actitud de imputarse principalmente a Bernhard Hoetger, que había convencido a la Becker de hasta qué punto la deterioraría la situación de garantizarse ella misma su subsistencia. Becker le escribió a Westhoff al respecto de esta situación, el 17 de noviembre:
«He observado este verano que era mejor que supiese seguir sola [...] si tengo culpa o razón, sólo el futuro podrá decidirlo. Lo principal para mi trabajo, es la tranquilidad, y no corro peligro por cierto, de carecer de eso al lado de Otto Modersohn.»
Otto Modersohn había llegado a París en octubre para pasar el invierno con ella. Se instaló en un taller situado en el mismo edificio que el de su esposa. En marzo de 1907, la pareja regresó de nuevo a Worpswede. Becker finalmente consiguió la alegría de quedar embarazada pero al mismo tiempo sufría al no poder estar en condiciones adecuadas para dedicar su tiempo al frente de su caballete. Entre las últimas obras que pudo terminar contamos a las siguientes:
El 2 de noviembre, en el momento de un parto particularmente difícil, Becker dio a luz a una niña, Mathilde (Tillie) Modersohn. El médico recomendó a la joven madre guardar reposo en cama durante varios días. El 20 de noviembre, mientras que se le autorizaba por primera vez a levantarse, Becker fue víctima de una embolia pulmonar y murió a sus treinta y un años de vida.
Posteridad[editar]
Se debe sobre todo al compromiso activo de Heinrich Vogeler que los lienzos de Paula Modersohn-Becker hayan podido presentarse en varias exposiciones durante los años siguientes a su muerte. Vogeler fue en efecto el primero en realizar todo lo que pudo por la artista y su obra. La mayoría de los biógrafos de Paula ven en este comportamiento la señal de un cierto remordimiento de este hombre, que hasta ese momento sólo había considerado a la joven mujer como la esposa de su amigo Otto Modersohn. Paula, durante su vida, parece no haber vendido más de cinco lienzos. Sin embargo y gracias a las distintas exposiciones organizadas por Vogeler, algunos coleccionistas informados observaron la originalidad de los cuadros y adquirieron aún más. Entre ellos se encuentran Herberto von Garvens y August von Der Heydt, el cual compró más de veintiocho lienzos bajo el impulso de Rainer Maria Rilke. El benefactor Ludwig Roselius, por su parte, financió la apertura del museo Paula Modersohn-Becker, en Bremen. En 1913 se expusieron 129 lienzos en el Kunsthalle de Bremen, que atrayeron cada vez más admiradores debido a su originalidad formal y su potente simbolismo.
En 1917, con motivo del décimo aniversario de la muerte de Paula Modersohn-Becker, la asociación Kestner de Hannover, organizó una gran exposición de su obra y publicó un extracto de sus cartas y su Diario. La recopilación, que apareció bajo el título Un artista: Paula Becker-Modersohn - Cartas y Diario, adquirió un gran éxito y dio a conocer a la pintora. Estos textos se republicaron varias veces, incluso en un libro de bolsillo después de la Segunda Guerra Mundial. Contribuyó a difundir un retrato bastante sentimentalista de su autora, reduciéndola a algunas características ridículas: una joven mujer, soñando convertirse en un artista, consigue superar todos los obstáculos, se garantiza un posible destino casándose con un artista reconocido, se siente prisionera al cabo de algunos años e intenta romper el yugo para morir finalmente poco después pariendo. Esta admiración experimentada por la determinación con la cual Paula buscó su propia vía artística, paradójicamente, condujo a falsear el punto de vista de su obra. Los escritos muy personales de Paula Modersohn-Becker, que no se habían sido condebidos para publicarse, contienen un tono romántico y exaltado que entra en contradicción con la lengua ilustrada de la artista. En su prólogo a la edición completa parecida en 1979, Günter Busch deplora así que Paula Modersohn-Becker se tome para un "personaje fantástico e iluminado". A eso se añade que los extractos elegidos en 1917, a menudo, no se acompañaban de las numerosas correcciones que les correspondían. Esta es la razón por la que se podía por ejemplo leer la premonición hecha por la joven mujer de su muerte precoz, por la enfermedad que contrajo en su primera estancia en París, pero no el "y que eso duré aún mucho tiempo" que añadió con alivio más tarde, después de haber recuperado la buena salud.
En el cine
Paula Modersohn-Becker fue representada en el film alemán "Paula" (2016), dirigida por Christian Schwochow. La película repasa la trayectoria y evolución artística, como el paso por Worpsede y París, de Paula Becker, interpretada por la actriz Carla Juri. El film, que obtuvo dos premios del Cine Alemán y recibió buenas críticas, también aparecen la artista Clara Westhoff, el pintor Otto Modersohn y el poeta Rainer Maria Rilke, interpretados por Roxane Duran, Albrecht Schuch y Joel Basman, respectivamente.
Trabajos
- En 1905 "Stilleben mit Blattpflanze", privado
- En 1906 "Selbstbildnis mit Bernsteinkette", Kunstmuseum Basel
- En 1907 "Sitzender Mädchenakt mit Blumen", ("Muchacha desnuda que se sienta con las flores") Von der Heydt-Museum, Wuppertal
Fundación
La hija de la artista (Tillie) creó en el año 1978 la Fundación Paula Modersohn-Becker (Paula Modersohn-Becker-Stiftung).
El museo Paula Modersohn-Becker en Bremen
El museo Paula Modersohn-Becker, situado en Bremen en la famosa calle de Böttcherstrasse, exponé una selección de las mejores obras de la artista. El museo y su edificio de estilo expresionista deben su existencia a una iniciativa del benefactor local Ludwig Roselius. que encargó a Bernhard Hoetger trazar los planos e instaló allí su colección personal de lienzos. El museo abrió sus puertas el 2 de junio de 1927 bajo el nombre de "Casa Paula Becker-Modersohn" (Paula-Becker-Modersohn-Haus) Roselius en efecto había manifestado el deseo de hacer figurar el nombre de la joven muchacha de Paula. La colección de Ludwig Roselius pudo luego extenderse regularmente por medio de nuevas adquisiciones y, a partir de 1978, gracias al apoyo financiero de la Fundación Paula Modersohn-Becker.
El museo contiene por otro lado un conjunto de esculturas, de cuadros y de dibujos de Bernhard Hoetger, además un espacio es reservado para las exposiciones temporales.
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