‘Madame Agnès’, 1927, de Jean Dunand. Cortesía Galerie Michel Giraud, París. / march.es
Esta exposición, que estará entre nosotros en la sede de la Fundación Juan March hasta el 28 de junio bajo el título El gusto moderno. Art Déco en París 1910-1936, no deja de ser la reiteración, por parte del canon museístico moderno, de un gusto que ha sido uno de los más populares del siglo, el llamado Art Déco, una mezcla increíble de elementos tomados de las vanguardias de principios de siglo con la combinación de nuevos materiales plásticos, como el celuloide, y el mantenimiento de la artesanía y los materiales nobles, y una reiteración que en un mundo como el de ahora, que revisa de continuo la noción de modernidad, tiene visos de convertirse en consagración para los expertos, algo que ya había siso sancionado por los demás estamentos de la sociedad y, desde luego, los profesionales del diseño de las llamadas artes decorativas.
Manuel Fontán del Junco es el responsable de esta muestra de 350 piezas, lo que la convierte en antológica y que ha sido dividida en 8 secciones temáticas para facilitar al espectador la composición mestiza de este movimiento englobador. La importancia de la muestra, por tanto, radica en que es la primera vez que los espacios dedicados al arte contemporáneo se preocupan del Art Déco relegado al estamento durante décadas de mero arte decorativo, quizá el último movimiento digno de este nombre después del Art Nouveau, a mera condición kitsch de las vanguardias del pasado siglo y arte de consumo de nuevos ricos y, por tanto, arte de relumbrón, muy alejado de la concepción entre mística y puritana del racionalismo, que ha sido el concepto dominante desde los años treinta hasta la irrupción del pop en los sesenta.
Además, el Art Decó posee el problema de que es un movimiento internacional de impronta fácil pero siempre desde la mezcla, el mestizaje, lo que desespera a los puristas. Hay que decir que en el arte de los nazis, por ejemplo, en Arno Brecker hallamos ondas influencias del arte déco, tanto en ellos como en la arquitectura norteamericana de los años veinte, como esos espléndidos interiores del Chrysler Building y esas figuras decorativas tomados de elementos egipcios y aztecas de los exteriores de los rascacielos neoyorkinos, o, igualmente, en la decoración de la gasolinera Michelin de Londres o la fachada del Daily Mail, en la City, o en los exteriores de la Equitativa, en Madrid, por no hablar de edificios parisinos emblemáticos como el Museo de Arte Moderno… o de ciudades casi enteras, como la vieja Miami.
Pero tamaño mestizaje se percibe poco en esta exposición porque los objetos mostrados pertenecen al modelo francés, muy homogéneo, de clara tendencia geométrica, pero menos que su correspondiente británica o norteamericana y así, los objetos de Le Corbusier, el joven;Eileen Grey, Charlotte Perriand, adalides del racionalismo, se confunden con piezas dePicasso, Lipchitz, Fernand Léger, la misma Coco Chanel, cuyo frasco de perfume número 5 es paradigma de diseño Déco, al igual que sus trajes, se mezclan en guirigay conceptual en una curiosa amalgama con las portadas de la revista Vogue de los años 20, tan emblemáticas del Déco, que son obra del cartelista español Eduardo García Benito, lo que de paso nos otorga las claves de la renuencia del los puristas del movimiento moderno ante el Art Déco, su profunda mezcla, desde luego, algo contrario a postulados claros, precisos, dignos de las vanguardias, pero sobre todo porque es movimiento lanzado desde el mundo de la moda, y en aquellos años no era serio mezclar mundos, lo que sucede también ahora en una inversión de papeles curiosa, ya que hoy día de lo que se desconfía es de lo que no está enraizado en el mundo de la moda y el espectáculo, es decir, no es sujeto de publicidad.
Asistir a esta exposición es desfilar por un sumidero de objetos de un Rastro de lujo: libros, revistas, frascos de perfume, carteles, fotografías, películas, sobre todo películas ya que la difución popular del Art Déco le debe todo al cine, vestidos, jarrones, alfombras, donde cabe todo; es decir un bric a brác donde conviven objetos un poco cursis con la famosa chaise longuede Le Corbusier, que no sé muy bien si cabe en un evento así, aunque es comprensible si nos atenemos a que Tim Benton, destacado especialista en arte moderno y especialmente en Le Corbusier, es comisario invitado de la muestra. Lo mismo sucede con Eileen Grey y su mesita de lineas tan puras, círculos y nada más, de cristal inscritos en un tubo de acero…
Pero es que siendo, desde un punto de vista estético, bastante cuestionable esta mezcla , lo cierto es que hay un lado que los une: su total querencia a ser objetos de consumo, de tal manera que bien podemos decir que es hasta la irrupción de arte pop, la muestra artística que resumía como nada la sociedad de consumo de los años veinte. Jazz, humo espeso de cigarrillos, decoraciones de cine de teléfono blanco… el Art Déco se populariza gracias a las revistas y el cine y en España nos llega desde las fotos de la revista Blanco y Negro con interiores fastuosos a la fabricación de muebles geométricos para uso de la incipiente clase media.
Art Déco: hay en esta muestra un elenco de artistas espectacular, la mayoría puntales del arte y del diseño del siglo XX, pero lo que destaca es la tremenda influencia del exotismo en la creación de este arte, sobre todo el arte africano. Art Déco: pasión por el maquinismo, por la ingeniería, por los materiales caros… Art Déco: la querencia del arte del consumo que se hizo realildad en los años sesenta. No en vano fueron esos años los que popularizaron el gusto por este movimiento.
Se quiere primer credo estético amado por el posmodernismo. Puede ser cierto: el gusto por la mezcla y el consumo son lugares comunes de ambos. Es lo que le hace tan actual.
Fuente
http://www.cuartopoder.es/
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