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miércoles, 1 de abril de 2015

Ricardo de Orueta: héroe invisible del arte español

                  Ricardo de Orueta, en la Residencia de Estudiantes.
                                                           Ricardo de Orueta, en la Residencia de Estudiantes.


Una muestra recuerda la figura del 'salvador' del patrimonio español y gran historiador de la escultura


El destino es cruel con los discretos y no reconoce héroes entre quienes mueren en la cama. Que Ricardo de Orueta, sobresaliente historiador de la escultura y el político español del siglo XX que más hizo por el patrimonio artístico de nuestro país, sea hoy un desconocido quizá se deba a que no fue propiamente un creador ni decidió el exilio, que siempre atrae titulares, al estallar la Guerra Civil; sobre este olvido inconsciente se cernió en su día otro olvido deliberado de naturaleza política por su filiación ferviente a la causa republicana.

La Residencia de Estudiantes, donde Orueta ejerció de tutor, ha preparado una exposición que recorre su trayectoria vital, artística y como gestor público durante la República. La muestra, organizada en colaboración con Acción Cultural Española (AC/E) y otras instituciones, estará abierta hasta el 23 de junio y lleva por título 'Esto me trae aquí'. Ricardo de Orueta (1868-1939), en el frente del arte. 'Esto me trae aquí' alude a la invocación con la que Orueta, nombrado en 1931 director general de Bellas Artes, resumía su empeño de situar a España en la vanguardia de las naciones europeas en recuperación, custodia y difusión de nuestra riqueza artística, saqueada sin escrúpulo hasta entonces y especialmente durante la década de los años 20.

El país, dijo nuestro hombre, era como una «gran vitrina rota»; de ahí que su obsesión fuera, aprovechando que él mismo era licenciado en Leyes, promover todas las iniciativas legales que llenaran de contenido el enunciado del artículo 45 de la Constitución republicana, en el que todo el mundo adivina su intervención personal: «Toda la riqueza artística e histórica del país, sea quien fuere su dueño, constituye el tesoro cultural de la nación».

Orueta apenas desempeñó su cargo durante tres años y medio a partir de 1931, pero desplegó un frenesí legislativo cuya quintaesencia se halla en la Ley del Tesoro Artístico de 1933, un texto tan impecable que sobrevivió en vigor hasta la 'ley Solana' de 1985, como destaca María Bolaños, comisaria -junto con Miguel Cabañas- de la exposición y directora del Museo Nacional de Escultura, fundado precisamente por Orueta sobre lo que era el Museo Provincial de Bellas Artes de Valladolid. Orueta, fallecido en 1939 en Madrid semanas después de haber sufrido una caída, había nacido en una Málaga que a las alturas de 1868 burbujeaba en el terreno artístico. Su propia familia, burguesa de ideas avanzadas y espíritu ilustrado, espejeaba de inquietudes, aunque a su padre y su hermano mayor les tiraban más las ciencias naturales; de hecho, ellos llegaron a fundar la geología moderna en España.
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A Ricardo le atraía más la escultura, que estudió y practicó en París, y a través de ella la anatomía humana y la fotografía, de la que tantas muestras ofrece la exposición de la Residencia. Orueta retrató con su cámara a cientos de sus estudiantes, algunos que hoy no reconocemos y otros que sí, como un Luis Buñuel practicando salto de longitud o posando en la posición del San Sebastián de Alonso Berruguete.

Una parte muy destacada de la muestra la componen algunas de las esculturas más admiradas de quien fue un destacado estudioso de este arte, obras de Pedro de Mena, Gregorio Fernández, fray Rodrigo de Holanda y el propio Berruguete, entre otros.

A su regreso de París, forzado por la muerte del padre y la ruina familiar, y después de colocar a sus hermanas, Orueta se traslada a Madrid en 1911. Allí entra en contacto con las instituciones del reformismo de la época: la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes y el Centro de Estudios. Buen amigo de Juan Ramón Jiménez, ambos eligieron como emblema de la Residencia la bella escultura del siglo V a. de C., encontrada en la Acrópolis de Atenas, que, pasada por el tamiz del ilustrador Fernando Marco, dio lugar al conocido Efebo rubio.


María Bolaños subraya que Orueta, ya como director de Bellas Artes, no se limitó -lo que ya habría sido mucho- a conservar y custodiar el patrimonio nacional contra pérdidas y expolios, sino que tambiénamplió de manera decisiva el número de obras y monumentos que el Estado puso bajo su protección, con el desembolso que ello acarreaba.

También «supo ver que esa riqueza artística debía ser conocida por los españoles», según el ideal educativo de «aprender mirando», razón por la que favoreció la apertura de museos. Orueta se sentía muy orgulloso de Valladolid pues como historiador veía en la plástica del Siglo de Oro allí reunida la máxima expresión del genio escultórico hispano.

Ya con las bombas zumbando sobre Madrid, Orueta se refugiaba en el Centro de Estudios Históricos para escribir una historia de la escultura medieval española que su querido Museo Nacional ha rescatado y se halla ya en imprenta. El héroe discreto moría en cama en febrero de 1939, un mes antes de que las tropas franquistas entraran en la capital.

Fuente
http://www.elmundo.es/


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