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sábado, 6 de agosto de 2016

La batalla de los Picasso: una historia de arte y cientos de millones

picasso

Esposas, amantes, hijos y un legado de 45.000 obras. Investigamos el escándalo que salpica a la familia y ha dado lugar a un juicio multimillonario. Un reportaje de la revista, ya completo en la web.



 Tuve un padre que pintaba”, comentó en cierta ocasión Maya Widmaier-Picasso cuando expuso algunos de los cuadros, dibujos y acuarelas que heredó tras la muerte de su progenitor, en 1973. Su padre era Pablo Picasso. Su madre era Marie-Thérèse Walter, a quien el pintor conoció una tarde de 1927, cuando ella tenía 17 años y él, 45. Nueve años antes, el artista se había casado con Olga Khokhlova, una de las bailarinas de Sergéi Diáguilev, con quien tuvo un hijo, Paulo; pero el matrimonio se estaba desmoronando.
En la actualidad, Maya tiene 80 años, vive en París, es madre de tres hijos yes una de los cinco herederos con vida de Picasso, todos los cuales se han convertido en multimillonarios. Los otros son Claude Picasso y su hermana Paloma, nacidos de la unión entre Pablo y su amante Françoise Gilot (la única mujer que abandonó al artista en toda su vida); y Marina y Bernard Picasso, vástagos de Paulo, que falleció en 1975. Dado que uno de los cuadros del artista, Las mujeres de Argel (Versión O), estableció el año pasado el récord de la obra más cara vendida en una subasta (unos 160 millones de euros), es muy probable que los cinco herederos de Picasso (que controlan el legado más extenso del mundo del arte) se hagan todavía más ricos.
Por otro lado, poseía asimismo acciones y bonos, cuyo valor no llegó a hacerse público. En 1980 se estimó que el patrimonio del pintor ascendía a 224 millones de euros, pero los expertos han afirmado que el valor real llegaba en realidad a los miles de millones.Cuando el artista murió hace 43 años, a los 91, dejó una cantidad apabullante de obras: en total, más de 45.000. (“Tendríamos que alquilar el Empire State Building para albergarlas todas”, comentó Claude Picasso cuando se terminó el inventario). También un elevado número de libros ilustrados, planchas de grabado y tapices. Y estaban asimismo los dos châteaux y otras tres casas. (Picasso trabajó y vivió en unos 20 sitios entre 1900 y 1973). Según una persona que conoce bien el patrimonio, Picasso tenía al morir unos cuatro millones en efectivo y en torno a un millón de euros en oro.
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Picasso no dejó testamento. El reparto de sus propiedades tardó seis años en efectuarse, y el proceso estuvo salpicado de durísimas negociaciones entre los herederos (que entonces eran siete). El convenio costó 27 millones de euros y dio lugar a lo que se ha calificado de “una saga digna de Balzac”.
En 1996, Claude Picasso, a quien un tribunal francés había nombrado administrador legal del patrimonio del artista, creó la Picasso Administration, una organización con sede en París que gestiona los intereses de los herederos, controla los derechos de las reproducciones y las exposiciones del creador, concede todas las licencias de merchandising y persigue las falsificaciones, las obras robadas y el uso ilegal del nombre del artista.
Piensen que el año pasado se organizaron 34 exposiciones de Picasso.Existen museos Picasso en París, Barcelona, Antibes y Málaga. Unas empresas de París y Lyon (que tienen filiales en muchos países) poseen licencias para vender alfombras, bandejas, bolsos, almohadas y otros artículos de Picasso. Desde 1999, Citroën ha vendido casi tres millones y medio de coches modelo Picasso en más de 30 países. Esta empresa automovilística paga royalties anuales a la Picasso Administration, que mantuvo el derecho de controlar las campañas publicitarias, como hace con todas las licencias.
Otra importante fuente de ingresos para la Administration lo constituye eldroit de suite, que regula la concesión de derechos de autor sobre obras vendidas en galerías o subastas, creadas por artistas aún vivos o que llevan muertos menos de 70 años. Aunque la organización no revela la cuantía de sus ingresos anuales, la cifra, según ciertas estimaciones, ronda los siete millones de euros al año.
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También está el mercado negro de obras de Picasso, cuyo desarrollo la Administration intenta conocer, muchas veces en vano. Es probable que existan cientos de marcas ilegales llamadas “Picasso” en todo el mundo, dedicadas a vender cualquier cosa, desde anzuelos de pesca a pizza.
En el cine llevan utilizándose reproducciones de Picasso desde hace años. Mientras rodaba Titanic en 1996, James Cameron quiso mostrar una réplica de Las señoritas de Avignon. Cuando el barco se hunde, se observa cómo la obra se sumerge bajo las olas. La Administration decidió que no podía autorizar que se incluyera el cuadro en la película, “porque la pintura lleva expuesta en el MOMA más de 60 años e, indudablemente, no se hundió junto al Titanic cuando este naufragó”, declaró Theodore Feder, quien, además de presidir la Artists Rights Society, que representa a laAdministration en Estados Unidos, es historiador del arte. “Cuando vi la película, me sorprendió descubrir que la escena en la que se mostraba la inmersión de Las señoritas no se había eliminado. Negociamos una tarifa a posteriori, en la que se incluía una cuantiosa penalización”.
La Administration suscita opiniones encontradas en el entorno del arte. Los críticos se quejan de que tardan en contestar a las peticiones de autenticación, de que ni Claude Picasso ni los otros herederos tienen formación académica, y que no han creado un comité asesor ni han hecho planes para publicar un catálogo razonado (libro monográfico que recoge la totalidad de obras creadas por un artista). Por su parte, Claude señala que él lleva inmerso en el mundo de Picasso desde que nació. “Los herederos hemos decidido no publicar por el momento este texto de consulta porque siguen apareciendo objetos que no se han catalogado”, asegura por e-mail. En lo que respecta a la autenticación, añade: “Muchas veces, las peticiones no están expresadas con profesionalidad. De media, archivamos unas 900 al año. En ciertas ocasiones, verificar la información puede requerir muchas horas. Con frecuencia hay que examinar las obras en persona”.
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También ha habido quejas sobre las directrices según las cuales la Administration concede licencias. Cuando se anunció el acuerdo con Citroën en 1998, el difunto fotógrafo Henri Cartier-Bresson, gran amigo del artista, se mostró sumamente indignado. Escribió a Claude y lo acusó de haber “traicionado” a Picasso. Esta opinión también se ha expresado dentro de la familia. “Me parece intolerable que el nombre de mi abuelo [...] se utilice para vender algo tan vulgar como un coche —declaró Marina Picasso—. Fue un genio a quien ahora se está explotando de manera escandalosa”. Marina, que habla de “herencia envenenada”, vendió los derechos de reproducción de mil obras suyas y accedió a crear un plan de merchandising para comercializar pañuelos, corbatas, vajillas... con los que apoyar organizaciones benéficas.
Hace 25 años, las casas de subastas más destacadas solían consultar únicamente a Maya, según me cuenta un antiguo directivo de Christie’s. “Luego el asunto se complicó —añade—. Claude empezó a autentificar; en determinado momento, las autentificaciones requerían dos firmas. Nos producía pavor pensar que las opiniones pudieran no coincidir”. Efectivamente, sucedió. A veces uno aseguraba que una obra era original, y el otro declaraba que se trataba de una falsificación.
Se llegó a una situación casi insostenible que había que rectificar. En 2012, cuatro de los herederos (Claude, Paloma, Marina y Bernard) anunciaron en una carta la creación de un nuevo procedimiento para autentificar obras de Picasso: “Los abajo firmantes solo reconocerán de forma plena y oficial las opiniones de Claude”. Maya no quiso explicar por qué su nombre no aparecía. “No me enteré hasta que me lo contó un amigo —le dijo a George Stolz, de ARTnews—. Casi me muero”.
Claudia Andrieu, responsable de los asuntos legales de la Administration Picasso, me explica que ahora “Maya ya no forma parte del proceso de autentificación, pero eso no quiere decir que no hay colaboración entre ella y Claude”. Oscar Widmaier Picasso, hijo de Maya, me dice que su madre “ha mostrado un apoyo activo a la organización asistiendo a la reunión trimestral, junto a su hermano Claude y a su sobrino Bernard, y ha colaborado en muchos expedientes y peticiones de autentificación”. Sin embargo, un marchante muy vinculado a la Administration asegura que la relación actual entre Claude y Maya es “tensa”. Otra persona se expresa con mayor crudeza: “Hay un problema grave entre ellos”.
Conocí a Maya en el hotel Pont Royal de París, en 2004. La acompañaba su hija Diana. Maya, una mujer afable y llena de vida, me dijo que no quería que escribiese un reportaje sobre ella, pero accedió a contarme algunas anécdotas de su padre. “Un día —me explicó—, dos semanas después de la liberación de París, fui a su estudio, y me dijo: ‘Yo pinto, tú pintas’. Los dos nos pusimos a ello, y, al terminar, él colgó nuestras obras, una al lado de la otra. Así que se veía lo siguiente: Pablo, Maya, Pablo, Maya, Pablo, Maya. Dos coroneles del Ejército estadounidense se pasaron por el estudio. Cuando se marchaban, se fijaron en las acuarelas, y uno de ellos le preguntó a Picasso si podía hacerles una foto. Él dijo que sí, pero no aclaró que aquello era “Pablo, Maya, Pablo, Maya, Pablo, Maya”. Unas semanas después, un periódico norteamericano publicó una fotografía con el siguiente pie: “He aquí una imagen exclusiva de las primeras obras de Pablo Picasso después de la liberación”.
Este tipo de fortuitos errores en las atribuciones de obras constituye un ejemplo de aquello a lo que la Picasso Administration se enfrenta todos los días. Se celebran reuniones trimestrales con los herederos o sus representantes. Todos los años se presenta un informe que suele tener 300 páginas con casos judiciales que se han resuelto o que siguen abiertos. Los beneficios se reparten dos veces al año. De tanto en tanto, los herederos entregan algunas de las obras que poseen a casas de subastas y marchantes.
En algunas ocasiones, ciertos picassos auténticos pueden causar quebraderos de cabeza, como sucedió en la reciente venta de un busto de la madre de Maya, Marie-Thérèse Walter. Un asunto que implica a varios de los dealers más importantes del mundo del arte y que ahora mismo se juzga en tribunales de Nueva York, Suiza y Francia.
El destacado marchante de arte Larry Gagosian declaró en unos documentos judiciales que, en mayo de 2015, le compró la escultura a Maya por unos 95 millones de euros. A continuación se la vendió a Leon Black, un coleccionista neoyorquino. Pero la casa de subastas Pelham Holdings asegura que cerró un acuerdo en 2014 para comprarle la escultura a Maya por unos 37 millones de euros y vendérsela al jeque Al Thani; este mandatario es esposo de la jequesa Al Mayassa bint Hamad bin Khalifa al Thani, hermana del emir de Catar, presidenta de los Museos de Catar y, según Forbes, “la reina indiscutible del mundo del arte”.
Los cataríes habían pagado unos seis millones de euros para que se pusiera en marcha la venta, pero antes de que pudieran recibir la obra, la hija de Maya, Diana, a quien su madre le había encargado la supervisión de la venta, intervino. Diana avisó a su madre de que había otras ofertas que superaban los 90 millones de euros. Entonces, Maya impugnó la venta a los cataríes, la declaró “anulada” y devolvió los seis millones. (Normalmente, casi todas las ventas de arte se consideran irreversibles cuando se completa el pago).
Gagosian, en los documentos legales, puso en tela de juicio el modo en que Pelham Holdings había sido capaz de lograr que Maya les diese “un supuesto consentimiento por un precio tan desmesuradamente bajo”, un detalle repetido en una declaración del abogado de Maya y Diana, en la que criticaba duramente el intento de Pelham “de lograr que una anciana y convaleciente Maya Widmaier Picasso vendiese una obra maestra de este artista por solo 37 millones de euros cuando su valor real supera los ciento y mucho”.
Apoyándose en las insinuaciones que aseguraba haber recibido por parte de los representantes de Diana sobre la supuesta incapacidad mental de Maya, Pelham declaró que, en realidad, la venta a los cataríes la había negociado el hijo de Maya, Olivier, “de quien nadie afirma que haya sufrido jamás ninguna discapacidad cognitiva, ni que tuviese ningún otro interés que no fuera negociar un justo precio de mercado”. En el momento de redacción de este reportaje, Gagosian asegura que ha pagado el 75% del precio de compra del busto. Las dos partes han acordado que la escultura se traslade a una de las galerías de arte que el marchante tiene en Nueva York, cuando se termine la exposición Picasso Sculpture, y que se quede en ella hasta que se resuelva el caso que se juzga en los tribunales.
A pesar de las críticas que ha recibido por su forma de llevar la Administration, en la actualidad se considera a Claude Picasso un gestor sólido y eficiente. Ahora tiene 78 años; está casado, con dos hijos, y vive en Ginebra. “Claude ha madurado —me cuenta un marchante—. Dirige bien, cuenta con buenos asistentes y puede, en ciertos momentos, llegar a ser un gestor implacable. Hay que serlo, porque el mundo del arte de hoy es un negocio muy duro. También puede mostrarse voluble, en función del día en que te lo encuentres”. Efectivamente, después de que me aseguran que se va a reunir conmigo para comentar el funcionamiento de la Picasso Administration, finalmente Claude rechaza el encuentro.
Su madre, Françoise Gilot, abandonó al pintor al cabo de diez años, cuando Claude tenía seis años y Paloma, cuatro. (Posteriormente, la progenitora se casó con el doctor Jonas Salk y, con 94 años, vive en Nueva York). El libro de Gilot Vida con Picasso, de 1964, enfureció al artista, que trató de impedir sin éxito que se publicara. A partir de entonces prohibió que Claude y Paloma entraran en su casa y apenas volvió a verlos. Tanto Claude como Paloma (que en la actualidad tiene 66 años y lleva diseñando joyas para Tiffany & Co. desde 1980) han afirmado que Jacqueline Picasso, la segunda mujer del artista, con quien este se casó en 1961, utilizó el libro para animar a Pablo a que cortase toda relación con sus hijos.
Claude Picasso y la Administration llevan mucho tiempo acostumbrados al carácter conflictivo de la familia; los observadores dicen que este es un rasgo del legado de Picasso que aún persiste. Tras la muerte del pintor, en 1973, los herederos se reunieron unas 60 veces. (Al funeral solo asistieron Jacqueline y su hijo Paulo. Al resto de la familia se le impidió acceder a la ceremonia). En un encuentro en que se había llegado a un punto muerto, uno de los hijos le dijo a otro: “Es imposible que tuviéramos el mismo padre”.
Para que se llevara a cabo el reparto de los bienes fueron necesarias gestiones legales en las que intervinieron más de 50 personas, entre las que se encontraban abogados, tasadores, catalogadores, funcionarios de diversas agencias gubernamentales y el presidente de Francia, Valéry Giscard d’Estaing, que accedió a aceptar obras de arte para pagar los impuestos de sucesiones. El Gobierno francés recibió la colección del Museo Picasso de París.
Sin embargo, y a pesar de sus diferencias, los herederos han mostrado de forma colectiva una generosidad extraordinaria. Sin darse publicidad, han donado picassos a museos de varios países y se han desprendido de piezas del artista para apoyar asociaciones benéficas. Marina Picasso, de 65 años, vendió hace poco obras del pintor en Sotheby’s de Londres para financiar varias de estas asociaciones y para “organizar el futuro de mi familia”, según me cuenta.
Bernard, de 56 años, es el hijo que Paulo tuvo con su segunda mujer, Christine. Bernard y su esposa, Almine Rech, marchante de arte, dirigen la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte, o FABA, un organismo que funciona como archivo educativo de las obras que Bernard heredó de su abuelo. (También es presidente de la junta del Museo Picasso de Málaga, que fundó junto a su madre en 2003). Catherine Hutin-Blay, de 65 años y fruto de un matrimonio anterior de Jacqueline Picasso, heredó la colección de su madre de obras del artista y posee el château de Vauvenargues, situado cerca de Aix-en-Provence, donde están enterrados Picasso y Jacqueline; Hutin-Blay ha donado obras al Museo Picasso de París y en ciertas ocasiones ha abierto el château a los visitantes. Y el año pasado, Maya y sus hijos crearon la Maya Picasso Foundation for Arts Education.
Según el derecho internacional, los herederos conservarán los derechos patrimoniales hasta 2043, fecha en que se cumplirá el septuagésimo aniversario de la muerte de Picasso. “Sobrevivirán sin estos derechos —me asegura un marchante—. Tienen bienes suficientes para las próximas dos generaciones”. La dinastía no hará más que crecer, al igual que el mercado de todo lo relacionado con Picasso, ya sean objetos verdaderos o falsos, con licencia o sin ella.
Se trata de una situación que quizá el propio artista habría apreciado. El difunto Pierre Daix, amigo y biógrafo suyo, me habló en cierta ocasión de un día en que él y Picasso (muy aficionado a las travesuras) estaban paseando por la playa de Cannes. Un hombre muy obeso abordó al pintor y le preguntó si podía comprarle un dibujo. “Picasso le indicó con un ademán que se alejase —me contó Daix—. A la mañana siguiente, en la playa, el hombre se acercó de nuevo y Pablo le volvió a indicar con un gesto que se marchara. Lo mismo siguió sucediendo durante cuatro días. A la quinta mañana, mientras el hombre se aproximaba, Pablo le preguntó: ‘¿Sigue queriendo usted un dibujo?’. ‘Sí, sí, sí’, contestó el tipo. Entonces, Pablo se acercó a una joven que tomaba el sol y le pidió que le prestara su lápiz de labios. A continuación, con este pintalabios, fue adonde estaba el hombre y le hizo un dibujo en la tripa”. 
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