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lunes, 26 de junio de 2017

Fundaciones y centros de arte le comen el terreno a los museos


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Exterior del nuevo Centro Botín, de la Fundación Botín en Santander
Exterior del nuevo Centro Botín, de la Fundación Botín en Santander
 Centro Botín
Llevan desde los años setenta abriéndose paso en una agenda española del arte normalmente dominada por los museos, especialmente por los públicos a falta de coleccionismo privado en España. Pero con estos con las defensas bajas tras la crisis, e inmersos en su vorágine transformadora, de la que son signos la digitalización o las fórmulas mixtas de gestión, las fundaciones y centros privados dedicados al arte están ganando terreno.
Este viernes se ha inaugurado en Santander el Centro de Arte Botín, la iniciativa más ambiciosa de las que ha puesto en marcha la Fundación Botín en su medio siglo de vida, y con la que avanza posiciones en la ristra de fundaciones que, desde la Transición y de manera intensa tras el aterrizaje del Museo Guggenheim en Bilbao (por la doble habilidad de este como apuesta artística y herramienta turística de primer orden), vienen consagrando su actividad al arte, o al menos ofreciendo servicios a museos o al Patrimonio del Estado. La Fundación Mutua Madrileña, por ejemplo, facilita atención al visitante; la Fundación Banco Santander organiza programas educativos; la Fundación Endesa ilumina monumentos y elementos arquitectónicos.
Museos y fundaciones, distintas misiones
A aquellas fundaciones impulsadas expresamente para albergar exposiciones o actividades artísticas se les puede ver un pelaje parecido al de los museos. Pero, entre ambos, a las obvias diferencias de estructura jurídico-administrativa se añaden diferentes planes en programación y objetivos. “Si bien la programación de los museos está más estrechamente vinculada a la difusión y estudio de sus colecciones”, las fundaciones “desarrollan proyectos más heterogéneos, en los que el arte no siempre es el principal contenido”, aclara el crítico y escritor Ignacio Vleming.
A las obvias diferencias de estructura jurídico-administrativa se añaden diferentes planes en programación y objetivos
Los museos son, además, “recursos turísticos de primer orden y dependen en gran parte de los fondos públicos, por lo que siempre están en el punto de mira de los críticos y los medios”, añade el autor. Y aunque las fundaciones privadas “no tendrían por qué compartir” los objetivos didácticos de los museos, a menudo “la calidad de sus programación está a la altura de la de los mejores museos del mundo”, expresa Vleming, destacando como ejemplos en Madrid “la Fundación Mapfre”, que aborda “exposiciones de grandes maestros de la fotografía y pintura de finales del siglo XIX y principios del XX”, dado su importantísimo fondo fotográfico y de dibujo e ilustración españoles de esta época, o la Fundación Juan March, “que organiza en sus salas muchas de las mejores exposiciones del año".
Carente diálogo con el público
Con todo, los museos públicos “probablemente puedan experimentar más por su obligación y compromiso de acoger todo tipo de arte”, mantiene Ferrán Barenblit, director del MACBA, que, por cierto, tiene un convenio con Obra Social La Caixa para la gestión de los fondos la gestión coordinada de los fondos de arte contemporáneo. Deben “contemplar una programación amplia para dar cabida a todo tipo de públicos y artistas. Se trata de transmitir un legado (en nuestro caso el de José Lázaro Galdiano) a toda la sociedad”, coincide Elena Hernando, directora del Museo Lázaro Galdiano, impulsada por la Fundación Lázaro Galdiano tras la donación al Estado español de todos los bienes del coleccionista Jose Lázaro Galdiano.
Hernando añade que la institución museística ha de servir de “inspiración para los artistas de nuestro tiempo”, y Barenblit reclama su mayor permeabilidad. “Desde la Ilustración se ha considerado el museo como un transmisor de conocimiento en sentido unidireccional, pero ha de estar abierto a recibir la visión del público, abrir preguntas, debates”. Con tanto que hacer, además, se acusa a los museos de sobrecargarse de contenido. Ya Paul Valéry les recriminaba su saturación, Duchamp sugería un museo transportable y Malraux uno imaginario. Las fundaciones y centros de arte suelen tener muestras más reducidas.
Regulación inapropiada
Entretanto, existen y se exploran todo tipo de museos y fórmulas en la gestión de estos. Para algunos, suman ya demasiados (el pueblo de Guadalest, en Alicante, tienen 9 para 236 habitantes). Los hay de promoción estatal, autonómica o provincial. Hay museos cuyas colecciones son donadas por particulares pero cuya conservación recae en manos públicas; museos de gestión privada de fondos públicos (el Thyssen fue pionero). Las estructuras se densifican con mecenas, colaboradores, patrocinios, patronazgos de empresas.
Existen y se exploran todo tipo de museos y fórmulas en la gestión de estos
Y el panorama no está exento de polémica. Con justicia o sin ella, se critica que se integren en sus estructuras y en sus cuentas fundaciones sin previa vinculación con el arte, se critica la posible politización de las direcciones, las decisiones de patronos sin vínculo con la gestión cultural o la regulación descoordinada. Esto último lo ha lamentado la Fundación Arte y Mecenazgo, y así, cada vez son más las voces que piden una Ley de Mecenazgo que regule la situación. Esta ley “debería mejorar los incentivos fiscales y debería ir acompañada de medidas que fomenten la cultura del patrocinio en este sector, como el reconocimiento social de la labor esencial que realizan los patrocinadores”, opina Hernando. Aunque, para Barrenblit, “las exenciones fiscales, que es en lo que en definitiva consiste la ley de mecenazgo y por cierto supone inversión pública, no puede en ningún caso suplir la actividad de impulso de la cultura a la que se obligaron los países tras la Segunda Guerra Mundial, con el Estado del bienestar. Además, hay que recordar que la cultura es un sector productivo”.
Un público no siempre abierto
Todo ello, para un público, el español, que en 2015 volvió a reactivar su ritmo en los museos: el Reina Sofía recuperó visitantes tras la caída del año anterior, y el Guggenheim obtuvo el segundo mejor dato de su historia, aunque el Thyssen perdió un 3,8% de visitantes. La venta de entradas sigue siendo la mayor fuente de ingresos de los museos (el 70% de los ingresos del Prado son propios), y ante la caída de fondos públicos, han recurrido más al préstamo de obras, a itinerar o a desempolvar el material que no tienen expuesto para sacarlo a relucir. “Existe mucha presión en las instituciones de Arte en España con la venta de entradas y la rentabilidad en taquilla, aunque deberían tenerse en cuenta otras aportaciones”, comenta Barenblit.
¿Cómo seducir a ese público? ¿Va a los museos a conocer artistas nuevos o a reconocer lo conocido? "A todos nos gusta reconocer algunos de los autores y obras que vemos en las salas de exposiciones. Se trata de una cuestión de empatía. Por eso las exposiciones dedicadas a los maestros del impresionismo son siempre un éxito”, opina Vleming. Lo cual no obsta para que se pueda encontrar un tipo de público más “aventurado, dispuesto a dejarse sorprender por artistas desconocidos”, dice el crítico. “La audiencia no es un todo homogéneo, hay que relacionarse con ella”, señala Barenblit. “Hay que pensar en el público, pensar cómo compartir con él, ofrecerle lo contemporáneo. El arte es lo que hace la vida más interesante, y hay que transmitirlo”.
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