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jueves, 21 de diciembre de 2017

“En la era digital las galerías de arte corren peligro de desaparecer”

Andrés Siegel es conocido por su labor como galerista, diseñador e historiador de arte. Es uno de los coleccionistas de antigüedades más reconocidos de México. Foto: Javier Chávez

Hace más de 30 años el también anticuario abrió un espacio para comerciar y apreciar diversas obras; el inmueble fue el hogar de Tina Modotti en los años 20
La era digital parece estar rebasando todo lo físicamente conocido. Las interacciones sociales, la forma de comprar e incluso de contemplar o vivir las experiencias artísticas están transformándose, y en ese sentido las galerías, esos recintos depositarios de arte distintos a los museos, no están exentas.
“Las galerías de arte poco a poco están quedando obsoletas, en las plataformas digitales puedes tenerlo todo sin necesidad de pagar luz, predial o renta. Yo creo que las galerías son un depositario de obras que están destinadas a desaparecer”, afirmó a La Razón el historiador en arte y galerista Andrés Siegel.
El también artista fundó hace poco más de 30 años un espacio que ha sufrido transformaciones constantes hasta convertirse en un lugar de referencia en la capital. Se trata de un espacio en el que se ofertan piezas de arte y se brindan asesorías a coleccionistas. Un sitio en donde conviven la pasión por el arte y la resistencia ante el tiempo que la obligan, como a tantas otras, a evolucionar.
“Adaptarse a la nueva era, es más que tratar de salvar a los dinosaurios. No es el caso de los museos, éstos cumplen otra función, acercan a las personas directamente a la obra, es algo que no ocurre con las galerías, con el tiempo éstas pueden dejar de ser necesitadas y perder su funcionalidad. Así que el replanteamiento tiene que ver con adaptarse y fluir, estar adentrado al mundo del Internet”, agregó.
La galería Andrés Siegel está ubicada en la colonia Roma Norte, en la avenida Veracruz número 40, un inmueble que en la década de los 20 fue hogar de la fotógrafa italiana Tina Modotti y Edward Weston, y que fue adaptada con el transcurso de los años. Su fundador, aseguró que la permanencia de estos espacios radica en dos cosas: el amor por el arte y la persistencia.
“La gran mayoría de las galerías no dura más de dos años pero el secreto está en la persistencia y el amor por el arte. En mi caso, al público le gusta la honestidad que hay en mi trabajo. Siempre trato de decirle a los coleccionistas lo que en realidad puede funcionarles”, precisó el también anticuario.
Y es que coleccionar arte va más allá de un símbolo de estatus, es un mercado en el que el dinero y la perspicacia para saber qué piezas adquirir juegan un papel importante.
“Tú tienes que leer cuál es la intención del coleccionista. La mayoría compra obras por decoración o inversión. A  los segundos no puedes venderles arte contemporáneo, pues no sabes si en cinco años la pieza va a tener relevancia”, comentó.
La adquisición de las obras está dramáticamente asociada al poder adquisitivo de los coleccionistas. Siegel lo sabe y su experiencia sirve a otros de guía en el complejo mundo de las transacciones artísticas.
En 2017 se instaló en la azotea de la galería la Silla-mano de Pedro Friederberg.
“Para ser coleccionista se necesitan ganas y dinero, a su vez éstos tienen que tener la humildad de decir que necesitan ayuda para saber qué comprar. Los que pueden adquirir arte son personas que pertenecen a la clase media. Yo creo que para coleccionarlo no tienes que empezar con cosas muy caras, pero eso significa que tienes que sacrificar tus gastos en otros rubros. En este negocio definitivamente hay mucha especulación y deshonestidad”, puntualizó.
El hecho de que algunos referentes del mundo artístico tengan presencia en los medios no siempre en sinónimo de credibilidad —dijo— por lo que revisar la trayectoria de quien asesora es fundamental para los coleccionistas.
El campo de Siegel no se limita al comercio pues en su galería yacen piezas de valor histórico, como una obra donada por Pedro Friederberg, que se aloja en la azotea del inmueble y que de cierto modo es una muestra de lo que se puede realizar con el arte público.
“La vocación de la galería ha cambiado como yo.Desde hace muchos años hemos tenido proyectos de arte público. La primera obra que montamos en la azotea fue una fotografía que Edward Wenston le tomó a Tina Modotti. Luego se instaló una pieza de Pedro Friederberg. Una Silla-mano, la cual es un pequeño regalo para las personas”, dijo.
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