POR NATXO BARBEREN
Resulta curioso como al arte contemporáneo se le trata, o bien con un respeto que roza lo religioso de creerse ciegamente lo que se ofrece, o se le vapulea sin piedad despreciando toda nueva propuesta. En ninguna otra disciplina artística pasa algo semejante, ¿por qué con el arte contemporáneo? Quizás porque es la expresión más libre y atrevida que podamos encontrarnos hoy en día. Y en esa libre expresión caben todas las posibilidades, desde el hiperrealismo basado en el fotorrealismo hasta el vídeo arte o las instalaciones pasando por ejemplo por los grafitis o el land-art. La perplejidad que se genera con el arte actual se debe principalmente a que ya no hay normas que nos guíen marcando criterios objetivos de lo que es bueno y de lo que no lo es. Para intentar entender el arte contemporáneo hay que sumergirse por lo menos en los últimos 125 años, es decir, desde el postimpresionismo y el expresionismo hasta nuestros días. Quizás sea el periodo creativo más intenso, cambiante, lleno de novedades, de continuos descubrimientos con un sinfín de tendencias a cada cual más vanguardista y más contemporánea.
Pondré unos pocos ejemplos de algunos de los hitos artísticos que han supuesto una mayor ruptura de la concepción tradicional del arte y que han estirado la goma de la flexibilidad de la creación artística hasta límites insospechados. Imagínense en el año 1893, en aquella sociedad, que un artista (Munch) presenta en públicoEl grito, donde deforma la realidad a través del color. El efecto de esa pintura y todas las expresionistas en la gente de aquella época tuvo que ser brutal. Pero en 1910 los futuristas italianos plantean en un manifiesto que “hay que despreciar toda forma de imitación” marcando una tendencia irreversible. Estamos todavía en 1917 cuando Duchamp presenta La fuente, un urinario girado 90 grados respecto a su posición de uso, lleva a una sala de exposición un objeto cotidiano (vulgar y hasta obsceno en su época) provocando que todo objeto pueda ser artístico. El dadaísmo rompe con todo lo establecido ¡hace 100 años! Y si avanzamos un poco más, en 1961 Schwitters declara que “todo lo que escupe el artista, es arte” y Manzoni presenta su Mierda de artista enlatada, pura ironía conceptual y crítica radical. Pero es que en 1965 Yoko Ono realiza la performance Cut Piece,donde arrodillada invitaba al público a rasgarle la ropa con tijeras, convirtiendo la interacción con la gente en parte de la obra. Dos años más tarde, en 1967 los artistas del movimiento Art Povera llenan las salas de exposiciones de materiales pobres, provenientes la mayoría de desechos o basureros. Podríamos seguir, y todavía nos quedarían 50 años de arte, ya pueden imaginarse todo lo que nos ha venido encima.
Después de semejante recorrido artístico, todo vale, cualquier cosa puede ser calificada como arte, no importa ni su formato, ni su técnica, ni si solo es una idea, es el “arte expandido” en palabras de Mario Perniola. Se está dando, en ciertos círculos, una discusión de si el arte tiene que generar objetos artísticos o si valdría con generar conceptos que apelen a la reflexión, es decir, que puede haber idea sin necesidad de forma. Si además tenemos en cuenta que el arte es una experiencia sensorial, los límites entre forma, estética, idea y sensación no están claros solapándose unas a otras. En estos tiempos donde la persona se ha empoderado y ha perdido el miedo a crear, a sentirse artista, la mezcla la fusión la personalización está garantizada. Se nos van a mostrar continuas propuestas a cada cual más extravagante o más normal, donde quedará reflejada la pulsión de nuestro tiempo. Un tiempo donde pese a los censores neoliberales, la libertad individual está tan interiorizada que cada persona es un artista en potencia y cada artista es un redactor del tiempo que le está tocando vivir.
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