12 abril – 8 septiembre, 2019 /
Palacio de Velázquez, Parque del Retiro
![Tetsuya Ishida, Kiro [Viaje de regreso], 2003. Acrílico y óleo sobre lienzo, 45,5 x 38 cm. Colección particular, fotografía: Takemi Art Photos, cortesía Kyuryudo Art Publishing Co., Ltd. Tetsuya Ishida, Kiro [Viaje de regreso], 2003. Acrílico y óleo sobre lienzo, 45,5 x 38 cm. Colección particular, fotografía: Takemi Art Photos, cortesía Kyuryudo Art Publishing Co., Ltd.](https://www.museoreinasofia.es/sites/default/files/styles/ficha_actividad_exposicion/public/exposiciones/tetsuya-g.gif?itok=HS9RfUlp)
Autorretrato de otro
La obra del artista japonés Tetsuya Ishida (Yaizu, Shizuoka, 1973 – Tokio, 2005) pone rostro a la experiencia del sujeto contemporáneo, indagando en la incertidumbre y la desolación de la sociedad japonesa radicalmente alterada por el desarrollo tecnológico y por las sucesivas crisis que han afectado a la economía y a la política a escala planetaria. En concreto, Ishida retrata con precisión descriptiva el estado de ánimo de su generación, marcada por el estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria y los despidos masivos que en 1991 sumieron a su país en una profunda recesión.
Durante los escasos diez años de su trayectoria, Ishida produce un formidable corpus de trabajo centrado en la incomunicación y alienación en un mundo dominado por fuerzas incontrolables. La imaginería recurrente del escolar/oficinista le sirve para realizar una crítica acerada de los sistemas educativos y laborales regidos por los imperativos de productividad y competitividad. La metamorfosis del cuerpo humano fusionado con ciertas especies de insectos, dispositivos tecnológicos o medios de transporte; las situaciones claustrofóbicas en las que el cuerpo se halla físicamente atrapado en agujeros y construcciones, o forma parte de una cadena de montaje como si de un engranaje más se tratara; la búsqueda de la identidad ligada a la necesidad primaria del retorno a la niñez y al componente escatológico reprimido; el lustro perdido de los parques de atracciones y la tristeza que invade los terrenos baldíos funcionan como telón de fondo para la apatía de una sociedad que ha sucumbido a la maquinaria de la producción y del consumo infinitos.
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