El Museo Guggenheim se sumerge en la cultura de hace un siglo
Los paralelismos son fáciles: la década de 1920 marcó un muy breve respiro entre dos guerras mundiales, dominado por los anhelos y el deseo de un nuevo tiempo, y la nuestra de los 2020, por lo pronto, ha comenzado determinada por una grave crisis sanitaria y por la necesidad, emocional y elemental, de pasar página. Por esa oportunidad para bucear en nuestros traumas y querencias, en los puntos en común entre nuestra cultura y la de hace un siglo, resulta más que oportuna la apertura en el Museo Guggenheim Bilbao de la muestra “Los locos años veinte”: bajo el comisariado de Cathérine Hug y Petra Joos, analiza como en aquella época nació el ocio concebido para mayorías, ganaron peso y visibilidad ciertas minorías, tuvieron lugar avances científicos como los traídos por la mecánica cuántica y se inició una cierta emancipación de la mujer; pero, sobre todo, recuerda cómo la exhibición ese periodo breve de paz trajo ansias de libertad, creatividad y alegría de vivir.
Creció el desarrollo de los medios de comunicación, como el teléfono, la radio y una recién nacida televisión, y, acompasado con esas evidentes transformaciones sociales, el arte vivió una etapa de intensa experimentación: la exposición bilbaína se nutre de obras de entonces, objetos y documentación y de testimonios de la moda, el mobiliario y la arquitectura de esa década, y del cine, la fotografía, la danza y la música, disciplinas que también conocieron una edad dorada en los veinte.
Precisamente, y por primera vez en un montaje del Guggenheim, un dramaturgo y director operístico, Calixto Bieito, se ha encargado de la escenografía presente en las salas con el fin de incentivar el diálogo posible entre las artes plásticas y las escénicas. El recorrido nos conduce, a través de trescientas piezas, a la atmósfera que en los veinte pudo empapar a quienes vivían en Berlín, París, Viena y Zúrich, ciudades que fueron escenario de grandes cambios, muchos con consecuencias aún hoy.
Constantin Brancusi. Pájaro en el espacio, 1932-1940. The Solomon R. Guggenheim Foundation. Peggy Guggenheim Collection, Venecia, 1976 © Succession Brancusi – All rights reserved. VEGAP, Bilbao, 2021
Estructurada en siete capítulos, la muestra recuerda la confluencia en breve tiempo de movimientos renovadores como la Bauhaus, el Dadaísmo o la Nueva Objetividad (la vigencia hoy de algunos de sus principios no puede discutirse, de ahí que se hayan incorporado a su discurso trabajos de artistas contemporáneos que intencionadamente han recurrido a temas y lenguajes formales propios de los veinte). El propósito último de este proyecto no es, por tanto, la evocación desde la nostalgia sino el recuerdo de nuestros orígenes culturales y la plasmación de la evidencia de los lazos que nos unen a ellos y de las diferencias que nos separan.
Según Petra Joos, los años veinte del siglo pasado supusieron una explosión de creatividad, de liberación erótica, de pulsión sexual y de feminismo, pero también de trauma, lucha y economía salvaje y despiadada. Aunó esa década progreso y dificultades, crecieron las ciudades, los grupos desfavorecidos ganaron peso social y cultural, mejoraron paulatinamente las condiciones de los trabajadores y también, en esa línea, se asentó la industria del ocio.
El Guggenheim comienza repasando los ecos del trauma de la guerra y de la gripe llamada española en un tiempo en el que la sociedad se fragmentaba al tiempo que se aceleraban los ritmos de su evolución. Lo expresó bien Léger en 1924: Nunca hubo una época tan ávida de espectáculo como la nuestra. […] Este fanatismo, esta necesidad de distracción a cualquier precio, son la reacción necesaria contra esta vida que llevamos, dura y llena de privaciones. Si antes de la Gran Guerra se discutía largo y tendido sobre identidad, causalidad y objetividad, los veinte, nacida la mecánica cuántica, vinieron marcados por la ambivalencia, la incertidumbre y el movimiento constante.
Estructurada en siete capítulos, la muestra recuerda la confluencia en breve tiempo de movimientos renovadores como la Bauhaus, el Dadaísmo o la Nueva Objetividad (la vigencia hoy de algunos de sus principios no puede discutirse, de ahí que se hayan incorporado a su discurso trabajos de artistas contemporáneos que intencionadamente han recurrido a temas y lenguajes formales propios de los veinte). El propósito último de este proyecto no es, por tanto, la evocación desde la nostalgia sino el recuerdo de nuestros orígenes culturales y la plasmación de la evidencia de los lazos que nos unen a ellos y de las diferencias que nos separan.
Según Petra Joos, los años veinte del siglo pasado supusieron una explosión de creatividad, de liberación erótica, de pulsión sexual y de feminismo, pero también de trauma, lucha y economía salvaje y despiadada. Aunó esa década progreso y dificultades, crecieron las ciudades, los grupos desfavorecidos ganaron peso social y cultural, mejoraron paulatinamente las condiciones de los trabajadores y también, en esa línea, se asentó la industria del ocio.
El Guggenheim comienza repasando los ecos del trauma de la guerra y de la gripe llamada española en un tiempo en el que la sociedad se fragmentaba al tiempo que se aceleraban los ritmos de su evolución. Lo expresó bien Léger en 1924: Nunca hubo una época tan ávida de espectáculo como la nuestra. […] Este fanatismo, esta necesidad de distracción a cualquier precio, son la reacción necesaria contra esta vida que llevamos, dura y llena de privaciones. Si antes de la Gran Guerra se discutía largo y tendido sobre identidad, causalidad y objetividad, los veinte, nacida la mecánica cuántica, vinieron marcados por la ambivalencia, la incertidumbre y el movimiento constante.
Fernand Léger. Tres mujeres con naturaleza muerta, 1921. Fondation Beyeler © Fernand Léger, VEGAP, Bilbao, 2021
Sabido es, además, que el cuestionamiento de los roles de género en los veinte tuvo mucho que ver con la distribución de tareas en la I Guerra Mundial y que la introducción del sufragio femenino en años posteriores se relaciona estrechamente con esos procesos. La moda no se mantuvo impasible a los cambios y la muestra del Guggenheim explora cómo: entre los hombres, la barba dio paso al afeitado y al cabello engominado, el bombín sustituyó al sombrero de copa y el traje más informal y la corbata remplazaron a la levita. Respecto a la mujer, el pelo corto hizo furor, se estilaron los vestidos a la rodilla y sin cintura (y el tabaco elegantemente fumado); esos cambios tuvieron que ver con la renovada autopercepción de unos y otros. La literatura también habló de los nuevos usos sexuales, como apreciamos en La Garçonne de Victor Margueritte y Wege der Liebe de Alexandra Kollontai.
Sabido es, además, que el cuestionamiento de los roles de género en los veinte tuvo mucho que ver con la distribución de tareas en la I Guerra Mundial y que la introducción del sufragio femenino en años posteriores se relaciona estrechamente con esos procesos. La moda no se mantuvo impasible a los cambios y la muestra del Guggenheim explora cómo: entre los hombres, la barba dio paso al afeitado y al cabello engominado, el bombín sustituyó al sombrero de copa y el traje más informal y la corbata remplazaron a la levita. Respecto a la mujer, el pelo corto hizo furor, se estilaron los vestidos a la rodilla y sin cintura (y el tabaco elegantemente fumado); esos cambios tuvieron que ver con la renovada autopercepción de unos y otros. La literatura también habló de los nuevos usos sexuales, como apreciamos en La Garçonne de Victor Margueritte y Wege der Liebe de Alexandra Kollontai.
Jean Patou. Vestido “Nuit de Chine”, principios de la década de 1920. Palais Galliera – Musée de la Mode de la Ville de Paris
Otra sección de la muestra se dedica a los nuevos modos de ver, relacionados con el uso del automóvil, el reinado de la cadena de montaje como método de producción, la radio y los nuevos medios de transmisión de información y también el cine y la fotografía, que comenzaron a tener su eco en la esfera artística, por ejemplo en la producción de Hans Richter o el mencionado Léger. Abstracción y figuración comenzaron a no entenderse ya como dicotómicos para ganar protagonismo la representación del tiempo y la velocidad, curva incluida. En el campo de la fotografía, los experimentos más audaces llegaron de Man Ray y László Moholy-Nagy.
Otra sección de la muestra se dedica a los nuevos modos de ver, relacionados con el uso del automóvil, el reinado de la cadena de montaje como método de producción, la radio y los nuevos medios de transmisión de información y también el cine y la fotografía, que comenzaron a tener su eco en la esfera artística, por ejemplo en la producción de Hans Richter o el mencionado Léger. Abstracción y figuración comenzaron a no entenderse ya como dicotómicos para ganar protagonismo la representación del tiempo y la velocidad, curva incluida. En el campo de la fotografía, los experimentos más audaces llegaron de Man Ray y László Moholy-Nagy.
Fabian Marti. Serie de risitas cósmicas (IX), 2010. Kunsthaus Zürich. Colección de Fotografía, 2010 © Fabian Marti, VEGAP, Bilbao, 2021
“Los locos años veinte” entiende la transformación de la moda de entonces también como revolución: fue en 1927 cuando Coco Chanel alumbró su little black dress, que quedaría como expresión casi atemporal de la independencia femenina; la ropa ganó, en general, funcionalidad y la silueta protagonismo. También despegó Suiza, como potencia en el negocio de la seda; la industria cosmética e incluso la cirugía estética, a raíz de los destrozos físicos traídos por la Gran Guerra.
Lucien Lelong captó y describió el sentido de esos cambios: La dieta, el ejercicio, los aparatos y tratamientos reductores, la extensión de los deportes al aire libre —o eso dice la opinión generalizada— lo han conseguido. La mujer moderna se ha convertido en arquitecta de su propia figura. Ha logrado rehacerse a sí misma conforme a su propio ideal (…). Hoy en día las mujeres siguen siendo jóvenes a los cuarenta.
“Los locos años veinte” entiende la transformación de la moda de entonces también como revolución: fue en 1927 cuando Coco Chanel alumbró su little black dress, que quedaría como expresión casi atemporal de la independencia femenina; la ropa ganó, en general, funcionalidad y la silueta protagonismo. También despegó Suiza, como potencia en el negocio de la seda; la industria cosmética e incluso la cirugía estética, a raíz de los destrozos físicos traídos por la Gran Guerra.
Lucien Lelong captó y describió el sentido de esos cambios: La dieta, el ejercicio, los aparatos y tratamientos reductores, la extensión de los deportes al aire libre —o eso dice la opinión generalizada— lo han conseguido. La mujer moderna se ha convertido en arquitecta de su propia figura. Ha logrado rehacerse a sí misma conforme a su propio ideal (…). Hoy en día las mujeres siguen siendo jóvenes a los cuarenta.
Sylvie Fleury. Perchero para el vestido Mondrian, 1993-2016. Cortesía de la artista y de Karma International, Zúrich y Los Ángeles © Sylvie Fleury, VEGAP, Bilbao, 2021
De los veinte datan iconos del diseño y la arquitectura y esa posibilidad de llevar una vida distinguida tiene que ver con los cambios habidos en el mercado laboral: la producción en masa de bienes de consumo, la reducción del horario de los obreros y la floreciente industria del ocio.
Los propósitos de la Bauhaus fueron más que creativos en aquel contexto: contribuir a la construcción de una sociedad mejor. Le Corbusier, Gropius y Gerrit T. Rietveld llegaron a proclamar que una arquitectura socialmente responsable había de representar el espíritu de la época. Lo mismo ocurrió en el ámbito del diseño.
Los cambios en el modo de trabajar y descansar implicaron cambios en la mirada al cuerpo y en las formas de danzar: Suzanne Perrottet, Rudolf von Laban, Valeska Gert, Mary Wigman, Anita Berber o Gret Palucca contribuyeron a su transformación mientras el jazz aterrizaba en Europa procedente de América. La exhibición enlaza aquí de nuevo aquellos cambios con los actuales debates sobre el equilibrio entre el cuerpo, la mente y la sociedad y los nuevos discursos en torno a nuestra fisicidad; Rashid Johnson y Shirana Shahbaz encarnan la pervivencia de esas cuestiones en el siglo XXI.
Por último, el Guggenheim nos habla de deseo y de lo que para muchos constituye la quintaesencia de los años veinte: los bailes nocturnos y sensuales en Montmartre y Montparnasse (París) o Moka Efti (Berlín), la emancipación y sensualidad que simbolizó Josephine Baker, primera mujer negra en convertirse en estrella internacional del espectáculo; los cabarets literarios y las chansons.
De los veinte datan iconos del diseño y la arquitectura y esa posibilidad de llevar una vida distinguida tiene que ver con los cambios habidos en el mercado laboral: la producción en masa de bienes de consumo, la reducción del horario de los obreros y la floreciente industria del ocio.
Los propósitos de la Bauhaus fueron más que creativos en aquel contexto: contribuir a la construcción de una sociedad mejor. Le Corbusier, Gropius y Gerrit T. Rietveld llegaron a proclamar que una arquitectura socialmente responsable había de representar el espíritu de la época. Lo mismo ocurrió en el ámbito del diseño.
Los cambios en el modo de trabajar y descansar implicaron cambios en la mirada al cuerpo y en las formas de danzar: Suzanne Perrottet, Rudolf von Laban, Valeska Gert, Mary Wigman, Anita Berber o Gret Palucca contribuyeron a su transformación mientras el jazz aterrizaba en Europa procedente de América. La exhibición enlaza aquí de nuevo aquellos cambios con los actuales debates sobre el equilibrio entre el cuerpo, la mente y la sociedad y los nuevos discursos en torno a nuestra fisicidad; Rashid Johnson y Shirana Shahbaz encarnan la pervivencia de esas cuestiones en el siglo XXI.
Por último, el Guggenheim nos habla de deseo y de lo que para muchos constituye la quintaesencia de los años veinte: los bailes nocturnos y sensuales en Montmartre y Montparnasse (París) o Moka Efti (Berlín), la emancipación y sensualidad que simbolizó Josephine Baker, primera mujer negra en convertirse en estrella internacional del espectáculo; los cabarets literarios y las chansons.
Jeanne Mammen. Muñecas aburridas, 1929. The George Economou Collection © Jeanne Mammen, VEGAP, Bilbao, 2021
Ernest Neuschul. Takka-Takka baila, 1926. Colección particular © Nachlass Ernest Neuschul
“Los locos años veinte”
MUSEO GUGGENHEIM BILBAO
Avenida Abandoibarra, 2
Bilbao
Del 7 de mayo al 19 de septiembre de 2021
Fuente
http://masdearte.com
“Los locos años veinte”
MUSEO GUGGENHEIM BILBAO
Avenida Abandoibarra, 2
Bilbao
Del 7 de mayo al 19 de septiembre de 2021
Fuente
http://masdearte.com
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