Este trabajo recopilatorio está dedicado a Joaquín Turina y Areal (Sevilla, 1847 - Sevilla, 24 de noviembre de 1903), pintor sevillano, padre del ilustre músico Joaquín Turina Pérez (1882-1949).
Se formó en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, participando a partir de 1879 en las Exposiciones de la capital andaluza y también de Cádiz.
Su obra está centrada principalmente en la representación de escenas costumbristas, de temas históricos y también de pintura religiosa, siempre con un estilo amable y colorista, dentro de un realismo con ciertas connotaciones románticas.
Lamentablemente su obra está muy diversificada en colecciones particulares, y por tanto poco catalogada, salvo las cuatro obras de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza que se exhiben actualmente en el Museo Carmen Thyssen de Málaga.
Fue galardonado con Medalla de Oro en la Exposición de Cádiz de 1879.
Entre sus obras pueden citarse:
- Martínez Montañés viendo la procesión de Jesús de la Pasión de Sevilla.
- El desembarco de Colón en América.
- Colón desembarcando en el Nuevo Mundo
- El mercado del Postigo del Aceite de Sevilla.
- La playa de Sanlúcar de Barrameda.
- La Gitana. Bodegas Vinícola Hidalgo, Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).
- La sobrinita
- Está fresca
- El último día de novena
- Tarde de otoño
- Cómo se divierten
- Una ronda nocturna encontrando el cadáver de D. Juan de Escobedo
- Un episodio de la sublevación cantonal de 1873
- Vanidad y pobreza
- Feliz encuentro y Murillo en su taller
- La entrada de Fernando III a Sevilla
- Plazuela sevillana. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Museo Carmen Thyssen de Málaga
- En el mercado. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Museo Carmen Thyssen de Málaga
- Plaza de La Alfalfa. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Museo Carmen Thyssen de Málaga
- Salida triunfal de la Maestranza de Sevilla. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Museo Carmen Thyssen de Málaga
Según la biografía del Museo Carmen Thyssen de Málaga
Joaquín Turina y Areal, de ascendencia italiana, pasó a la historia de la pintura sevillana como uno de los últimos continuadores decimonónicos de las escenas costumbristas, sin que se conozca de manera precisa ni la mayor parte de su producción ni muchos pormenores de su biografía, debido a la escasa repercusión de su obra. Casado con Concepción Pérez, natural de Cantillana (Sevilla), el 9 de diciembre de 1882 sucedió lo que más fama dio al pintor en toda su vida: el nacimiento en su casa de la hispalense calle Ballestilla de su hijo Joaquín, uno de los músicos españoles de mayor celebridad de su tiempo.
Alumno, al parecer desde los nueve años, de la Escuela de Bellas Artes hispalense, donde se formó con artistas como Manuel Cabral Aguado Bejarano (1827-1891) y Manuel Wssel de Guimbarda (1833-1907), debió aprender con ellos su arte y contagiarse de sus intereses, por lo que se deduce de las pocas obras que hoy se conocen de él. De su producción más temprana se sabe que pintó obras devocionales y también pinturas de frutas y de flores.
Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881 con Los dos extremos, y acudió también a la Exposición de Chicago de 1893 con Desembarco de Colón en Palos a su regreso de América.
Su labor fundamental consistió, durante toda su vida, en la producción de escenas de carácter costumbrista, tan arraigadas en Sevilla desde el Romanticismo, con fines puramente comerciales e intenciones meramente decorativas, que su representación en museos o instituciones públicas es nula. Se conocen también algunas otras pinturas teñidas de cierto carácter histórico –La ronda nocturna encontrando el cadáver de Escobedo o Un episodio de la sublevación cantonal en 1873– pero sobre todo centradas en aspectos anecdóticos y superficiales del pasado sevillano, como Martínez Montañés viendo salir la procesión de Jesús de Pasión (Sevilla, Hermandad de Pasión) o Cómo se divierten (Madrid, mercado del arte, 1999), en la cual un escritor recita unos pliegos en la corte de un noble ¬cuyo escudo pende bien visible sobre la chimenea, en una sala repleta de personajes tomados de la tradición retratística española del Siglo de Oro. Realizó también escenas de tipos, como demuestra Una boda (Madrid, mercado del arte, 1999), de factura más descuidada, o un exquisito par de acuarelas en las que el artista ¬demuestra ampliamente los límites de su habilidad en el manejo de esa técnica, y que representan a Un garrochista (Madrid, mercado del arte, 2000) y a Una mujer con mantilla (Madrid, mercado del arte), e incluso llegó a realizar escenas orientalistas, inspiradas en la visión norteafricana que popularizó Mariano Fortuny entre los pintores españoles.
Espero que la recopilación que he conseguido de este pintor español, sea del interés de los aficionados al arte que frecuentan esta sección, y contribuya en su divulgación.
Algunas obras
Joaquín Turina y Areal en el Museo Carmen Thyssen de Málaga
Joaquín Turina y Areal - Plazuela sevillana, s.f. Óleo sobre tabla, 26 x 17 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
En virtud de sus medidas, similares a las del resto de las tablas de este autor en esta colección (véanse cats. 54 y 55), podría suponerse que conforman todas ellas una serie, pero debe entenderse más bien que dicha homogeneidad se debe tan sólo a que estas pinturas, y otras muchas hoy dispersas, se producían en época alfonsina, por Turina y otros artistas, como souvenirs para viajeros que llegaban a la ciudad, de modo que en estas escenitas de tipismo urbano, ambientadas cerca siempre de monumentos notorios que las dotan de alguna entidad, se llevasen encerrada la quintaesencia de lo sevillano, de acuerdo con la definición que la ciudad había trazado de sí misma desde el primer romanticismo.
En un cruce de callejas del castizo barrio sevillano de Santa Cruz, se ambienta una escena en la que un oficial de artillería vestido de gala, charla amigablemente con una muchacha envuelta en un vistoso mantón, mientras un vendedor de flores coquetea descaradamente con una pareja de jovencitas, ofreciéndoles un pequeño ramillete de los que lleva en su cesto para vender, delante de una fachada en la que se distingue una ventana con parteluz –repetida en otras pinturas de Turina–, sobre la que se ve una amena azotea, cuajada de plantas y flores, como las que tiene a la venta el florista al pie de la casa. Al fondo de la calleja, tras un recodo en el que puede verse un arco sobre una fachada, se divisa en la lejanía el campanario de la Giralda, que contribuye a la ubicación concreta de la escena, al tiempo que asegura la autenticidad de la pequeña tablilla como recuerdo genuinamente sevillano. En primer plano, junto a la muchacha que charla con el militar, puede verse, como detalle naturalista, un perro sentado en el polvoriento suelo de la calle.
La factura acuarelada de las figuras, que recuerdan en sus tipos a los del maestro sevillano José García Ramos (1852-1912), y la sutileza abocetada de los colores de las fachadas de la calle, que por medio del sombreado procuran un agradable y equilibrado relieve a la arquitectura del fondo, condensan en esta pequeña tablita la característica manera de trabajar del artista sevillano, de producción muy regular en lo que hasta ahora se conoce. Así, el detenimiento miniaturista con que resuelve cada pequeño detalle de la obra suple la vaga intrascendencia de su argumento.
De esta pintura existe una réplica con variaciones del propio autor, de más discreta calidad, en colección particular. La variante es de concepción más panorámica y las construcciones adquieren un carácter ciertamente monumental en las que Turina no se maneja con la misma habilidad que despliega en los primeros planos de las obras de esta colección, y en la que ha añadido un animado puesto donde se sirven refrescos, a la izquierda de la composición, y en el que dos mujeres –cuya pose recuerda a la de la pareja femenina del lienzo de la Colección Carmen Thyssen Bornemisza– charlan con un apuesto militar. La existencia de esta otra versión no hace sino confirmar la producción seriada de esta clase de obras, en las que la innovación compositiva no es necesaria, lo que permite la simple repetición de los motivos.
Joaquín Turina y Areal - En el mercado, s.f. Óleo sobre tabla, 26 x 17,5 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Junto con el de la plaza de la Alfalfa –también pintado por Turina en otra tablita de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza (cat. 54)–, el ¬mercado que tenía lugar alrededor del postigo del Aceite, en el Arenal de Sevilla, a unos pocos metros de la Real Maestranza, fue uno de los más importantes de la capital hispalense durante todo el siglo XIX, al menos, en lo que a su repercusión social se refiere. Aunque en Sevilla se edificaron desde muy pronto mercados cubiertos, eran estos otros los que se recomendaba visitar a los viajeros en las guías de forasteros, debido a lo pintoresco de su entorno, ya que, con las calles y las casas cuajadas de puestos de venta, conservaban el resabio de tipismo que interesó a los foráneos y más tarde, también a los propios sevillanos.
Debido a las medidas que tras la primera República condujeron a la demolición de las puertas y murallas de la ciudad de Sevilla, sólo quedaron en pie tres de ellas, la puerta de la Macarena, una parte de la de Córdoba y el postigo del Aceite, conocido en el pasado como la puerta de Barcos, salvada por -estar entonces habitada en su interior. El postigo se levantó, tal y como se conoce, sobre unas atarazanas almohades en 1573, como dice la lápida que hay intramuros de la fachada –que es la misma que puede apreciarse en la pintura, sobre el vano de la puerta– en la que se representa al rey san Fernando en compañía de san Isidoro y san Leandro. A la derecha del postigo se distingue, con sus portezuelas abiertas, la capilla de la Virgen Pura y Limpia, todavía hoy conservada.
En efecto, el rincón se hizo muy popular en la segunda mitad del siglo XIX, quedando inmortalizado en varias fotografías conocidas hoy. Dicha fama le vino dada precisamente por el bullicioso y típico mercado que rodeaba el postigo, y que las fotografías retratan de modo más realista que la pintura. Si la fotografía de Laurent, realizada entre 1866 y 1875 no permite –seguramente debido a las limitaciones técnicas del momento– un desarrollo pormenorizado de los puestos, y por lo tanto es fotografiado como un monumento, más que como un muestrario de tipos regionales, un poco después, las fotos de Underwood y de Levy recrean las tiendas y puestos y, sobre todo, fijan su atención en la laboriosa actividad de los vendedores. Turina, que como uno de sus maestros, Wssel de Guimbarda, eligió rincones significados de la ciudad para ubicar en ellos simpáticas e intrascendentes situaciones cuajadas de sabor típicamente andaluz, resuelve la composición de forma sencilla, distribuyendo los puestos de venta a los dos lados y dejando un espacio en el centro para que transiten las figuras, deteniéndose de forma pormenorizada en la descripción de los pequeños detalles de cada rincón del mercado. Entre las industriosas vendedoras destacan especialmente dos mujeres, envueltas en llamativos mantones bordados, una con una cesta en la que acarrea sus compras y la otra, con un exuberante pericón azul, con el que se abanica.
Esta pequeña obra posee unas medidas muy similares a las otras dos tablas de Turina en esta misma colección, lo que subraya su función de recuerdo para visitantes de esta ciudad, producidos en ese formato de manera constante y casi seriada, como puede deducirse de la escasa cantidad de obras conocidas de este autor.
Joaquín Turina y Areal - Plaza de La Alfalfa, Sevilla, s.f. Óleo sobre tabla, 26 x 17,5 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
De medidas prácticamente idénticas a otras pinturas de este artista en la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza (véanse cats. 55 y 56), tal similitud de formato se debe a que todas pertenecen a un particular género dentro del costumbrismo andaluz, de producción regular desde los años setenta del ochocientos, en el que se representaron recurrentemente escenas urbanas en un formato adecuado para un mercado fijo interesado en ellas –por lo general visitantes ocasionales de la ciudad y, por ello, con necesidad de transportarlas fácilmente, pero también para las complacidas clases burguesas de la capital– y que tienen una perfecta continuidad en la literatura en obras como los sainetes de los hermanos Álvarez Quintero, o en La tierra de María Santísima, de Mas y Prat, entre otros ejemplos.
Así, con una factura ligeramente acharolada, inserta en el decorativismo preciosista de gusto alfonsino y de entonaciones suaves, equilibradas por un cielo sereno e intenso, Turina ofrece una visión parcial de la plaza de la Alfalfa, en el castizo barrio de Santa Cruz, cerca de la iglesia de San Salvador. Ese enclave de la ciudad, junto con el postigo del Aceite, se postulaban en las guías para forasteros por su encantador bullicio, desde mediados de siglo, como mercados al aire libre muy frecuentados por los visitantes de la ciudad. De hecho, se conocen algunas fotografías con un punto de vista coincidente con la composición de esta obra, como la anónima fechada entre 1886 y 1895 (colección particular) en la que apenas si se pueden señalar diferencias en cuanto a la topografía urbana, pero con las que mantiene, sin embargo, una significativa divergencia en cuanto al tratamiento de los personajes que lo pueblan. En la pintura pueden apreciarse varias figuras, todas ellas ataviadas con atuendos típicos pero reservados para los momentos de mayor lucimiento, como parecen los trajes de corto de los caballeros y los costosos mantones bordados –típicamente sevillanos– que exhiben las mujeres, y que recuerdan a los actores en plena escenificación de un texto de su repertorio, cuyo argumento está basado en la exaltación de lo regionalista. La joven morena, envuelta en su confortable mantón encarnado, mira al espectador de manera sugerente, invitándole a tomar parte en el idílico paraíso en el que Turina ha convertido la plazuela, en una cálida pose de modelo fotográfica que es evidente preludio de las escenas de seducción que tienen lugar en ella. Aparecen dos parejas más, una tras la muchacha, en la que el mozo galantea con una joven con un ramillete de flores y otra más, junto a la entrada de un establecimiento, en la que el hombre mira descaradamente a la moza que recatadamente aparta la cara, pero con su abanico insinúa una comprometida complicidad entre ambos.
Joaquín Turina y Areal - Salida triunfal de la Maestranza de Sevilla, s.f. Óleo sobre tabla, 27.5 x 32 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Lejos de interesarse por representar los momentos tensos y violentos de la lidia, como hicieron desde Goya la mayoría de los artistas que se ocuparon de los asuntos taurinos en el siglo XIX, Turina representa el glorioso final de una corrida, en la que el maestro sale a hombros de la afición desde la arena misma por la puerta grande –reservado privilegio que sólo disfrutan los triunfadores de las grandes tardes de toros– saludando a su enfebrecido público montera en mano. El hecho de que el pintor no caracterice al torero protagonista, y aluda por lo tanto de forma genérica a dichas salidas triunfales posteriores a una excelente faena, parece señalar el interés de Turina no tanto por dejar testimonio fiel de un hecho concreto, sino más bien de inmortalizar la gloria de los matadores tras haber puesto en riesgo su vida delante de un toro.
Se reconoce fácilmente la plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla en las arcadas que pueden verse al fondo, y por lo tanto la puerta se ubica prácticamente frente al palco del Príncipe.
Junto al torero triunfador que protagoniza la escena, llama la atención un picador que abandona la plaza todavía montado en su jamelgo, así como el resto de la cuadrilla, que parece dirigirse a una tartana, de la que puede verse tan solo su parte trasera a la izquierda de la composición. Entre el público, destacan algunas jóvenes envueltas en sus mantones –características de la producción de Turina–, así como los niños que protagonizan el primer plano, de los cuales uno de ellos ha caído al suelo y trata de levantarse rápidamente. La factura deshecha y rápida con que está resuelta la obra, en la que sólo se definen las figuras del primer término, contribuye a la recreación del bullicio, festivo y alegre, de la celebración de la faena.
Aunque a lo largo de su obra Turina se diferenció de otros artistas de su misma talla por su forma de trabajar, dibujada y precisa, esmaltando las superficies de los cuadros, en esta pequeña pintura sólo mantiene las características físicas de sus tipos, ¬realizando sin embargo un trabajo mucho menos acabado, en el que la descripción pormenorizada de las figuras cede ante la recreación del ambiente festivo, como remate de la corrida. En ese sentido conviene recordar como la salida de la plaza resultó un asunto afortunado entre los pintores costumbristas, como demuestran, entre otras, las obras de Cortellini, Salida de la plaza (cat. 31), y de Lucas Villaamil, Salida de los toros. Lluvia conservadas en esta misma colección.
Esta pintura evidencia el epílogo de un género que durante la crisis del 98 polarizó el sentido lúdico que le había otorgado el costumbrismo romántico en una afirmación crítica de la fiesta por los autores regeneracionistas, relacionando el mundo del toreo –incluidos ahí los asuntos pictóricos que lo representaban–, con la ignorancia y la frivolidad de un pueblo incapaz de asumir su decadencia, y es por lo tanto ese momento el que marca el límite cronológico para la obra.
Carlos G. Navarro / carmenthyssenmalaga.org
Otras obras
La expulsión de los judíos de Sevilla. Obra de Joaquín Turina y Areal. Se trata de una obra de temática desacostumbrada, única en su género. Oportunidad de oro para iniciar un recorrido por esa faceta oculta y olvidada de nuestra cultura: Sefarad, la realidad judía de España. Una realidad hecha visible y presente en el CIJS al través de una esmerada colección de evocadores iconos portadores de la clave con la que podemos interpretar el significado de nuestro pasado judío tan sorprendentemente presente y vivo en la Andalucía del siglo XXI. No cabe duda de que el autor logró con “La expulsión de los judíos de Sevilla” proyectar la escena histórica del siglo XV hasta situarla en el vórtice de la contemporaneidad:
Joaquin Turina y Areal nació en Sevilla en 1847. Estudió en la Escuela de Bellas artes de Sevilla y no tardó en alcanzar merecido reconocimiento. Su pincel se entregó a la representación de escenas costumbristas, temas de carácter histórico y también religiosos… Eran todos ellos asuntos propios de las postrimerías del romanticismo español. Los supo adornar con un vivo colorismo, otorgándoles a la vez enriquecedoras notas realistas. La Gitana, sí, esa que se reproduce en las etiquetas de las botellas de manzanilla de Sanlúcar en las que vierte su vino Bodegas Hidalgo, es una de sus obras más populares y aún presentes en la vida cotidiana andaluza. El pintor fue el padre de nuestro gran compositor Joaquín Turina Pérez.
La Gitana. Bodegas Vinícola Hidalgo, Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). La imagen de 'La Gitana' es obra de Joaquín Turina y Areal
Procesión de Semana Santa en Sevilla. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
El baile. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Juerga flamenca. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Cómo se divierten. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Presentación de una niña a un fraile dominico. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Membretista. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Dama vestida de oriental. Acuarela sobre papel, 28,5 x 18,5 cm. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Pues esto es todo amigos, espero que os haya gustado el trabajo recopilatorio dedicado a Joaquín Turina y Areal (Sevilla, 1847 - Sevilla, 24 de noviembre de 1903), pintor sevillano, padre del ilustre músico Joaquín Turina Pérez (1882-1949). Su obra está centrada principalmente en la representación de escenas costumbristas, de temas históricos y también de pintura religiosa, siempre con un estilo amable y colorista, dentro de un realismo con ciertas connotaciones románticas. Lamentablemente su obra está muy diversificada en colecciones particulares, y por tanto poco catalogada, salvo las cuatro obras de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza que se exhiben actualmente en el Museo Carmen Thyssen de Málaga.
Fuentes y agradecimientos: carmenthyssenmalaga.org, es.wikipedia.org, digital.march.es, porandalucialibre.es, lnx.articuarius.net, artvalue.com, arcadja.com, arsmagazine.com, almavinocuatre.blogspot.com.es y otras de Internet.
Se formó en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, participando a partir de 1879 en las Exposiciones de la capital andaluza y también de Cádiz.
Su obra está centrada principalmente en la representación de escenas costumbristas, de temas históricos y también de pintura religiosa, siempre con un estilo amable y colorista, dentro de un realismo con ciertas connotaciones románticas.
Lamentablemente su obra está muy diversificada en colecciones particulares, y por tanto poco catalogada, salvo las cuatro obras de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza que se exhiben actualmente en el Museo Carmen Thyssen de Málaga.
Fue galardonado con Medalla de Oro en la Exposición de Cádiz de 1879.
Entre sus obras pueden citarse:
- Martínez Montañés viendo la procesión de Jesús de la Pasión de Sevilla.
- El desembarco de Colón en América.
- Colón desembarcando en el Nuevo Mundo
- El mercado del Postigo del Aceite de Sevilla.
- La playa de Sanlúcar de Barrameda.
- La Gitana. Bodegas Vinícola Hidalgo, Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).
- La sobrinita
- Está fresca
- El último día de novena
- Tarde de otoño
- Cómo se divierten
- Una ronda nocturna encontrando el cadáver de D. Juan de Escobedo
- Un episodio de la sublevación cantonal de 1873
- Vanidad y pobreza
- Feliz encuentro y Murillo en su taller
- La entrada de Fernando III a Sevilla
- Plazuela sevillana. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Museo Carmen Thyssen de Málaga
- En el mercado. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Museo Carmen Thyssen de Málaga
- Plaza de La Alfalfa. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Museo Carmen Thyssen de Málaga
- Salida triunfal de la Maestranza de Sevilla. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Museo Carmen Thyssen de Málaga
Según la biografía del Museo Carmen Thyssen de Málaga
Joaquín Turina y Areal, de ascendencia italiana, pasó a la historia de la pintura sevillana como uno de los últimos continuadores decimonónicos de las escenas costumbristas, sin que se conozca de manera precisa ni la mayor parte de su producción ni muchos pormenores de su biografía, debido a la escasa repercusión de su obra. Casado con Concepción Pérez, natural de Cantillana (Sevilla), el 9 de diciembre de 1882 sucedió lo que más fama dio al pintor en toda su vida: el nacimiento en su casa de la hispalense calle Ballestilla de su hijo Joaquín, uno de los músicos españoles de mayor celebridad de su tiempo.
Alumno, al parecer desde los nueve años, de la Escuela de Bellas Artes hispalense, donde se formó con artistas como Manuel Cabral Aguado Bejarano (1827-1891) y Manuel Wssel de Guimbarda (1833-1907), debió aprender con ellos su arte y contagiarse de sus intereses, por lo que se deduce de las pocas obras que hoy se conocen de él. De su producción más temprana se sabe que pintó obras devocionales y también pinturas de frutas y de flores.
Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881 con Los dos extremos, y acudió también a la Exposición de Chicago de 1893 con Desembarco de Colón en Palos a su regreso de América.
Su labor fundamental consistió, durante toda su vida, en la producción de escenas de carácter costumbrista, tan arraigadas en Sevilla desde el Romanticismo, con fines puramente comerciales e intenciones meramente decorativas, que su representación en museos o instituciones públicas es nula. Se conocen también algunas otras pinturas teñidas de cierto carácter histórico –La ronda nocturna encontrando el cadáver de Escobedo o Un episodio de la sublevación cantonal en 1873– pero sobre todo centradas en aspectos anecdóticos y superficiales del pasado sevillano, como Martínez Montañés viendo salir la procesión de Jesús de Pasión (Sevilla, Hermandad de Pasión) o Cómo se divierten (Madrid, mercado del arte, 1999), en la cual un escritor recita unos pliegos en la corte de un noble ¬cuyo escudo pende bien visible sobre la chimenea, en una sala repleta de personajes tomados de la tradición retratística española del Siglo de Oro. Realizó también escenas de tipos, como demuestra Una boda (Madrid, mercado del arte, 1999), de factura más descuidada, o un exquisito par de acuarelas en las que el artista ¬demuestra ampliamente los límites de su habilidad en el manejo de esa técnica, y que representan a Un garrochista (Madrid, mercado del arte, 2000) y a Una mujer con mantilla (Madrid, mercado del arte), e incluso llegó a realizar escenas orientalistas, inspiradas en la visión norteafricana que popularizó Mariano Fortuny entre los pintores españoles.
Espero que la recopilación que he conseguido de este pintor español, sea del interés de los aficionados al arte que frecuentan esta sección, y contribuya en su divulgación.
Algunas obras
Joaquín Turina y Areal en el Museo Carmen Thyssen de Málaga
Joaquín Turina y Areal - Plazuela sevillana, s.f. Óleo sobre tabla, 26 x 17 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
En virtud de sus medidas, similares a las del resto de las tablas de este autor en esta colección (véanse cats. 54 y 55), podría suponerse que conforman todas ellas una serie, pero debe entenderse más bien que dicha homogeneidad se debe tan sólo a que estas pinturas, y otras muchas hoy dispersas, se producían en época alfonsina, por Turina y otros artistas, como souvenirs para viajeros que llegaban a la ciudad, de modo que en estas escenitas de tipismo urbano, ambientadas cerca siempre de monumentos notorios que las dotan de alguna entidad, se llevasen encerrada la quintaesencia de lo sevillano, de acuerdo con la definición que la ciudad había trazado de sí misma desde el primer romanticismo.
En un cruce de callejas del castizo barrio sevillano de Santa Cruz, se ambienta una escena en la que un oficial de artillería vestido de gala, charla amigablemente con una muchacha envuelta en un vistoso mantón, mientras un vendedor de flores coquetea descaradamente con una pareja de jovencitas, ofreciéndoles un pequeño ramillete de los que lleva en su cesto para vender, delante de una fachada en la que se distingue una ventana con parteluz –repetida en otras pinturas de Turina–, sobre la que se ve una amena azotea, cuajada de plantas y flores, como las que tiene a la venta el florista al pie de la casa. Al fondo de la calleja, tras un recodo en el que puede verse un arco sobre una fachada, se divisa en la lejanía el campanario de la Giralda, que contribuye a la ubicación concreta de la escena, al tiempo que asegura la autenticidad de la pequeña tablilla como recuerdo genuinamente sevillano. En primer plano, junto a la muchacha que charla con el militar, puede verse, como detalle naturalista, un perro sentado en el polvoriento suelo de la calle.
La factura acuarelada de las figuras, que recuerdan en sus tipos a los del maestro sevillano José García Ramos (1852-1912), y la sutileza abocetada de los colores de las fachadas de la calle, que por medio del sombreado procuran un agradable y equilibrado relieve a la arquitectura del fondo, condensan en esta pequeña tablita la característica manera de trabajar del artista sevillano, de producción muy regular en lo que hasta ahora se conoce. Así, el detenimiento miniaturista con que resuelve cada pequeño detalle de la obra suple la vaga intrascendencia de su argumento.
De esta pintura existe una réplica con variaciones del propio autor, de más discreta calidad, en colección particular. La variante es de concepción más panorámica y las construcciones adquieren un carácter ciertamente monumental en las que Turina no se maneja con la misma habilidad que despliega en los primeros planos de las obras de esta colección, y en la que ha añadido un animado puesto donde se sirven refrescos, a la izquierda de la composición, y en el que dos mujeres –cuya pose recuerda a la de la pareja femenina del lienzo de la Colección Carmen Thyssen Bornemisza– charlan con un apuesto militar. La existencia de esta otra versión no hace sino confirmar la producción seriada de esta clase de obras, en las que la innovación compositiva no es necesaria, lo que permite la simple repetición de los motivos.
Joaquín Turina y Areal - En el mercado, s.f. Óleo sobre tabla, 26 x 17,5 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Junto con el de la plaza de la Alfalfa –también pintado por Turina en otra tablita de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza (cat. 54)–, el ¬mercado que tenía lugar alrededor del postigo del Aceite, en el Arenal de Sevilla, a unos pocos metros de la Real Maestranza, fue uno de los más importantes de la capital hispalense durante todo el siglo XIX, al menos, en lo que a su repercusión social se refiere. Aunque en Sevilla se edificaron desde muy pronto mercados cubiertos, eran estos otros los que se recomendaba visitar a los viajeros en las guías de forasteros, debido a lo pintoresco de su entorno, ya que, con las calles y las casas cuajadas de puestos de venta, conservaban el resabio de tipismo que interesó a los foráneos y más tarde, también a los propios sevillanos.
Debido a las medidas que tras la primera República condujeron a la demolición de las puertas y murallas de la ciudad de Sevilla, sólo quedaron en pie tres de ellas, la puerta de la Macarena, una parte de la de Córdoba y el postigo del Aceite, conocido en el pasado como la puerta de Barcos, salvada por -estar entonces habitada en su interior. El postigo se levantó, tal y como se conoce, sobre unas atarazanas almohades en 1573, como dice la lápida que hay intramuros de la fachada –que es la misma que puede apreciarse en la pintura, sobre el vano de la puerta– en la que se representa al rey san Fernando en compañía de san Isidoro y san Leandro. A la derecha del postigo se distingue, con sus portezuelas abiertas, la capilla de la Virgen Pura y Limpia, todavía hoy conservada.
En efecto, el rincón se hizo muy popular en la segunda mitad del siglo XIX, quedando inmortalizado en varias fotografías conocidas hoy. Dicha fama le vino dada precisamente por el bullicioso y típico mercado que rodeaba el postigo, y que las fotografías retratan de modo más realista que la pintura. Si la fotografía de Laurent, realizada entre 1866 y 1875 no permite –seguramente debido a las limitaciones técnicas del momento– un desarrollo pormenorizado de los puestos, y por lo tanto es fotografiado como un monumento, más que como un muestrario de tipos regionales, un poco después, las fotos de Underwood y de Levy recrean las tiendas y puestos y, sobre todo, fijan su atención en la laboriosa actividad de los vendedores. Turina, que como uno de sus maestros, Wssel de Guimbarda, eligió rincones significados de la ciudad para ubicar en ellos simpáticas e intrascendentes situaciones cuajadas de sabor típicamente andaluz, resuelve la composición de forma sencilla, distribuyendo los puestos de venta a los dos lados y dejando un espacio en el centro para que transiten las figuras, deteniéndose de forma pormenorizada en la descripción de los pequeños detalles de cada rincón del mercado. Entre las industriosas vendedoras destacan especialmente dos mujeres, envueltas en llamativos mantones bordados, una con una cesta en la que acarrea sus compras y la otra, con un exuberante pericón azul, con el que se abanica.
Esta pequeña obra posee unas medidas muy similares a las otras dos tablas de Turina en esta misma colección, lo que subraya su función de recuerdo para visitantes de esta ciudad, producidos en ese formato de manera constante y casi seriada, como puede deducirse de la escasa cantidad de obras conocidas de este autor.
Joaquín Turina y Areal - Plaza de La Alfalfa, Sevilla, s.f. Óleo sobre tabla, 26 x 17,5 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
De medidas prácticamente idénticas a otras pinturas de este artista en la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza (véanse cats. 55 y 56), tal similitud de formato se debe a que todas pertenecen a un particular género dentro del costumbrismo andaluz, de producción regular desde los años setenta del ochocientos, en el que se representaron recurrentemente escenas urbanas en un formato adecuado para un mercado fijo interesado en ellas –por lo general visitantes ocasionales de la ciudad y, por ello, con necesidad de transportarlas fácilmente, pero también para las complacidas clases burguesas de la capital– y que tienen una perfecta continuidad en la literatura en obras como los sainetes de los hermanos Álvarez Quintero, o en La tierra de María Santísima, de Mas y Prat, entre otros ejemplos.
Así, con una factura ligeramente acharolada, inserta en el decorativismo preciosista de gusto alfonsino y de entonaciones suaves, equilibradas por un cielo sereno e intenso, Turina ofrece una visión parcial de la plaza de la Alfalfa, en el castizo barrio de Santa Cruz, cerca de la iglesia de San Salvador. Ese enclave de la ciudad, junto con el postigo del Aceite, se postulaban en las guías para forasteros por su encantador bullicio, desde mediados de siglo, como mercados al aire libre muy frecuentados por los visitantes de la ciudad. De hecho, se conocen algunas fotografías con un punto de vista coincidente con la composición de esta obra, como la anónima fechada entre 1886 y 1895 (colección particular) en la que apenas si se pueden señalar diferencias en cuanto a la topografía urbana, pero con las que mantiene, sin embargo, una significativa divergencia en cuanto al tratamiento de los personajes que lo pueblan. En la pintura pueden apreciarse varias figuras, todas ellas ataviadas con atuendos típicos pero reservados para los momentos de mayor lucimiento, como parecen los trajes de corto de los caballeros y los costosos mantones bordados –típicamente sevillanos– que exhiben las mujeres, y que recuerdan a los actores en plena escenificación de un texto de su repertorio, cuyo argumento está basado en la exaltación de lo regionalista. La joven morena, envuelta en su confortable mantón encarnado, mira al espectador de manera sugerente, invitándole a tomar parte en el idílico paraíso en el que Turina ha convertido la plazuela, en una cálida pose de modelo fotográfica que es evidente preludio de las escenas de seducción que tienen lugar en ella. Aparecen dos parejas más, una tras la muchacha, en la que el mozo galantea con una joven con un ramillete de flores y otra más, junto a la entrada de un establecimiento, en la que el hombre mira descaradamente a la moza que recatadamente aparta la cara, pero con su abanico insinúa una comprometida complicidad entre ambos.
Joaquín Turina y Areal - Salida triunfal de la Maestranza de Sevilla, s.f. Óleo sobre tabla, 27.5 x 32 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Lejos de interesarse por representar los momentos tensos y violentos de la lidia, como hicieron desde Goya la mayoría de los artistas que se ocuparon de los asuntos taurinos en el siglo XIX, Turina representa el glorioso final de una corrida, en la que el maestro sale a hombros de la afición desde la arena misma por la puerta grande –reservado privilegio que sólo disfrutan los triunfadores de las grandes tardes de toros– saludando a su enfebrecido público montera en mano. El hecho de que el pintor no caracterice al torero protagonista, y aluda por lo tanto de forma genérica a dichas salidas triunfales posteriores a una excelente faena, parece señalar el interés de Turina no tanto por dejar testimonio fiel de un hecho concreto, sino más bien de inmortalizar la gloria de los matadores tras haber puesto en riesgo su vida delante de un toro.
Se reconoce fácilmente la plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla en las arcadas que pueden verse al fondo, y por lo tanto la puerta se ubica prácticamente frente al palco del Príncipe.
Junto al torero triunfador que protagoniza la escena, llama la atención un picador que abandona la plaza todavía montado en su jamelgo, así como el resto de la cuadrilla, que parece dirigirse a una tartana, de la que puede verse tan solo su parte trasera a la izquierda de la composición. Entre el público, destacan algunas jóvenes envueltas en sus mantones –características de la producción de Turina–, así como los niños que protagonizan el primer plano, de los cuales uno de ellos ha caído al suelo y trata de levantarse rápidamente. La factura deshecha y rápida con que está resuelta la obra, en la que sólo se definen las figuras del primer término, contribuye a la recreación del bullicio, festivo y alegre, de la celebración de la faena.
Aunque a lo largo de su obra Turina se diferenció de otros artistas de su misma talla por su forma de trabajar, dibujada y precisa, esmaltando las superficies de los cuadros, en esta pequeña pintura sólo mantiene las características físicas de sus tipos, ¬realizando sin embargo un trabajo mucho menos acabado, en el que la descripción pormenorizada de las figuras cede ante la recreación del ambiente festivo, como remate de la corrida. En ese sentido conviene recordar como la salida de la plaza resultó un asunto afortunado entre los pintores costumbristas, como demuestran, entre otras, las obras de Cortellini, Salida de la plaza (cat. 31), y de Lucas Villaamil, Salida de los toros. Lluvia conservadas en esta misma colección.
Esta pintura evidencia el epílogo de un género que durante la crisis del 98 polarizó el sentido lúdico que le había otorgado el costumbrismo romántico en una afirmación crítica de la fiesta por los autores regeneracionistas, relacionando el mundo del toreo –incluidos ahí los asuntos pictóricos que lo representaban–, con la ignorancia y la frivolidad de un pueblo incapaz de asumir su decadencia, y es por lo tanto ese momento el que marca el límite cronológico para la obra.
Carlos G. Navarro / carmenthyssenmalaga.org
Otras obras
La expulsión de los judíos de Sevilla. Obra de Joaquín Turina y Areal. Se trata de una obra de temática desacostumbrada, única en su género. Oportunidad de oro para iniciar un recorrido por esa faceta oculta y olvidada de nuestra cultura: Sefarad, la realidad judía de España. Una realidad hecha visible y presente en el CIJS al través de una esmerada colección de evocadores iconos portadores de la clave con la que podemos interpretar el significado de nuestro pasado judío tan sorprendentemente presente y vivo en la Andalucía del siglo XXI. No cabe duda de que el autor logró con “La expulsión de los judíos de Sevilla” proyectar la escena histórica del siglo XV hasta situarla en el vórtice de la contemporaneidad:
Joaquin Turina y Areal nació en Sevilla en 1847. Estudió en la Escuela de Bellas artes de Sevilla y no tardó en alcanzar merecido reconocimiento. Su pincel se entregó a la representación de escenas costumbristas, temas de carácter histórico y también religiosos… Eran todos ellos asuntos propios de las postrimerías del romanticismo español. Los supo adornar con un vivo colorismo, otorgándoles a la vez enriquecedoras notas realistas. La Gitana, sí, esa que se reproduce en las etiquetas de las botellas de manzanilla de Sanlúcar en las que vierte su vino Bodegas Hidalgo, es una de sus obras más populares y aún presentes en la vida cotidiana andaluza. El pintor fue el padre de nuestro gran compositor Joaquín Turina Pérez.
La Gitana. Bodegas Vinícola Hidalgo, Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). La imagen de 'La Gitana' es obra de Joaquín Turina y Areal
Procesión de Semana Santa en Sevilla. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
El baile. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Juerga flamenca. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Cómo se divierten. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Presentación de una niña a un fraile dominico. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Membretista. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Dama vestida de oriental. Acuarela sobre papel, 28,5 x 18,5 cm. Colección privada. Obra de Joaquín Turina y Areal
Pues esto es todo amigos, espero que os haya gustado el trabajo recopilatorio dedicado a Joaquín Turina y Areal (Sevilla, 1847 - Sevilla, 24 de noviembre de 1903), pintor sevillano, padre del ilustre músico Joaquín Turina Pérez (1882-1949). Su obra está centrada principalmente en la representación de escenas costumbristas, de temas históricos y también de pintura religiosa, siempre con un estilo amable y colorista, dentro de un realismo con ciertas connotaciones románticas. Lamentablemente su obra está muy diversificada en colecciones particulares, y por tanto poco catalogada, salvo las cuatro obras de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza que se exhiben actualmente en el Museo Carmen Thyssen de Málaga.
Fuentes y agradecimientos: carmenthyssenmalaga.org, es.wikipedia.org, digital.march.es, porandalucialibre.es, lnx.articuarius.net, artvalue.com, arcadja.com, arsmagazine.com, almavinocuatre.blogspot.com.es y otras de Internet.
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