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sábado, 25 de abril de 2015

La reinvención de los museos


¿Por qué la gente va a los museos? ¿Para apreciar el arte, aprender, entretenerse? Las instituciones, en el mundo y en Chile, usan nuevas herramientas para enfrentar los retos de hoy.

En 1947, André Malraux planteó en un libro, El museo imaginario, la idea de un museo sin paredes, en que cada persona creara su propia colección. El escritor francés se basaba en el papel que cumple la reproducción fotográfica para acercar las obras de arte del mundo  y presentarlas en un nuevo formato, accesible en todas partes. Este museo, una gran recopilación de imágenes reproducidas gracias a la tecnología, Malraux lo pensaba como un libro: cada página era como una pared en que colgaba una obra.
En el mismo París en que escribía Malraux, 65 años después (en 2012), el museo de arte más visitado del mundo, el Louvre, incorporó una audioguía multimedia oficial, el programa Nintendo 3DS Guide, diseñado para sus visitantes. Con un relato en varios idiomas, entre las 600 imágenes de obras de arte, hay 150 fotografías en alta resolución para observar las piezas en detalle, así como modelos en tres dimensiones de ciertas esculturas, que permiten examinarlas desde cualquier ángulo. El programa ya tiene una versión mejorada para que la experiencia “interactiva” que los visitantes habían disfrutado dentro del museo, puedan tenerla, como aplicación descargable, fuera de él. El museo imaginario en un teléfono.
¿Para qué ir, entonces, tan lejos? Hay quienes, como Maria Hlavajova, directora de BAK (basis voor actuele kunst, fundación de arte contemporáneo) en Holanda, han discutido la idea de “cero visitantes”, sosteniendo que eso no significa cero público, sino que sugeriría que una institución artística ha llegado más allá de sus paredes. Por supuesto, hay quienes sostienen que nada puede sustituir el contacto directo con la obra de arte.
La importancia de la “interactividad” se relaciona  con el desarrollo tecnológico en cuanto a comunicaciones e información. Y de manera comprensible, los museos de ciencia han creado nuevas formas de experimentarla, como ver el planeta Tierra y sus cambios atmosféricos en un holograma de tres dimensiones, como hizo el Science Museum. También hay formas en que la tecnología se usa para captar de manera nueva objetos de siempre. En la exitosa exposición Vidas antiguas, nuevos descubrimientos,  en el British Museum de Londres, los investigadores utilizaron los últimos avances tecnológicos para desvelar los secretos de ocho momias de las 120 que forman su colección. Mediante un escáner de tomografía computarizada analizaron las momias capa por capa para luego construir una imagen en tres dimensiones en que se podía determinar, bajo los vendajes, cuál era su aspecto, qué edad tenían al morir, qué enfermedades padecían y cómo fueron embalsamadas.
Una de las muestras importantes en el MoMA de Nueva York es una incursión en una vanguardista estrella del pop, con una exposición que al parecer no necesita subtítulos: Björk (abierta hasta junio). Es una retrospectiva dedicada a la cantante islandesa montada como una exhibición de capas diversas: instrumentos, representaciones teatrales, objetos, una inmersión en una experiencia sonora, además de visualizaciones -desde fotografías a videos musicales y películas- de su carrera de más de 20 años. 
El crítico estadounidense Hal Foster, en un artículo de hace un mes en la London Review of Books  (”Después del cubo blanco”) se preguntaba para qué están los museos y sus dilemas. Allí planteaba como uno de los problemas el de las distintas escalas del arte y sus diferentes espacios de exposición: del interior decimonónico del departamento burgués en que se colgarían los cuadros, hasta, a medida que el arte se vuelve más abstracto y autónomo, un espacio expositivo de supuesta neutralidad y ausencia de ornamento (el “cubo blanco”) y su desplazamiento, junto a la emergencia del video como medio dominante, hacia la “caja negra”; o la presión hacia espacios amplios que puedan contener cuadros de dimensiones inusuales (como los de  Pollock o Barnett), u obras elefantíasicas (Richard Serra). El museo Guggenheim Bilbao de Frank Gehry fue originalmente pensado como depósito de estas obras inmensas. 
Quien hoy por hoy es el Secretario de la Royal Academy of Arts inglesa, Charles Saumarez Smith, en un artículo célebre, “El futuro de los museos”,  lamentaba tener que aparecer como el “pesimista cultural”, pero señalaba que le parecía que no todo cambio es para mejor. Antes que mirar al futuro siguiendo acríticamente cualquier tendencia, lo importante  era considerar lo esencial de un museo. Algo sabe de ellos, pues fue director de la National Portrait Gallery (1994-2002) y  de la National Gallery (2002-2007). Percibía algunas tendencias principales en el análisis de la evolución futura de los museos: el impacto de las nuevas tecnologías, la creciente hibridación de comercio y cultura y la reducción del mundo del objeto. Frente a eso se muestra bastante escéptico: se necesita información, pero ella no sustituye a la observación directa; los museos no deben necesariamente estar guiados por los mismos principios que el mercado; y ellos deben representar “el culto de lo real”, del objeto.
¿Qué pasa en Chile?
En el uso de tecnologías, los museos chilenos de a poco se integran. La mayoría ha abrazado las redes sociales, Facebook, Twitter e Instagram, para difundir sus actividades, y otros han ido más allá. En 2013, el  Bellas Artes lanzó una campaña comunicacional, instalando en paraderos de Santiago audioguías descargables a través de códigos QR con una selección de 20 pinturas de su colección. La idea fue sacar el museo a la calle. Es uno de los énfasis en la gestión de Roberto Farriol. “El desafío es mantener y potenciar el sello de masividad que hemos logrado con un público transversal. Nuestro edificio debe asumir su rol como hito en el barrio y la ciudad. En ese sentido seguiremos  dando espacio a grandes encuentros como la Bienal de Artes Mediales, y permitiendo que sea intervenido por artistas”.
En Chile la discusión en torno al futuro de los museos recae en la necesidad de afianzar y crear nuevas audiencias. Para ello, por ejemplo, Natalia Portugueis, coordinadora de Mediación y Educación del Bellas Artes, han viajado a conocer la experiencia del Museo del Prado en España y la National Gallery de Londres, y su trabajo con la comunidad y los docentes. “En los últimos cinco años hemos integrado el concepto de mediación que trata de incentivar la reflexión más que aleccionar con información académica”, dice. Así, el museo ha realizado actividades como Diálogos con la Obra, donde figuras públicas, no relacionadas con el arte, comentan una pieza de la colección. Han participado la baterista Juanita Parra, el periodista Alvaro Schiapacasse y el presidente de América Solidaria, Benito Baranda. “Queremos generar confianza en los visitantes y transmitir que no tienes que ser experto para hacer una lectura del arte”, dice Portugueis.
Un caso similar vive el Museo Histórico Nacional, que trabaja por  estar acorde a los tiempos sin dejar de exhibir su patrimonio centenario.  El año pasado el equipo de Educación y Comunidad del museo viajó a conocer el trabajo de los museos de la red Smithsonian en Washington DC, y otras instituciones de Nueva York. “Una metodología que vamos a aplicar es el trabajo con los docentes. Muchos profesores que visitan el museo no saben a qué vienen, no preparan a los alumnos. Desde este año, todos los últimos viernes del mes se invita a los profesores que vendrán al mes siguiente para mostrarles el museo y sugerirle actividades en el aula. Eso está super probado en EE.UU.”, dice Javiera Müller, encargada del área. Además, realizan diariamente el programa La Hora del Museo, en radio Usach.
Pero quizas el desafío de actualización más grande del museo sea con su exposición permanente que hoy llega sólo a 1973. “Tenemos aprobado el diseño para la construcción de un nuevo edificio que tendrá nuevas salas de exposición y depósitos y eso nos obligará a cambiar nuestro guión”, dice Isabel Alvarado, directora subrogante del MHN.
Con nuevas tecnologías, actividades y espacios, los museos se reinventan para afrontar sus desafíos de hoy y de siempre.
Fuente
http://www.latercera.com/

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