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domingo, 11 de octubre de 2015

A 50 años de su irrupción, recrean La Menesunda de Marta Minujín


"La Menesunda" según Marta Minujín en 2015.


La Menesunda, esa obra-instalación-experiencia que hace 50 años Marta Minujín creó junto a Rubén Santantonín, se recreó en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires invitando a los visitantes a establecer nuevas lecturas sobre uno de los hitos del arte argentino.

Una reinauguración con el sello de Marta Minujín. Espontánea, atropellada, por momentos desorganizada, La Menesunda, esa obra-instalación-experiencia que hace 50 años creó junto a Rubén Santantonín se recreó en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y abrió sus puertas este jueves al público, invitando a los visitantes a establecer nuevas lecturas sobre uno de los hitos del arte argentino. 

"Se desmadró", se la escuchó decir a la directora del museo, Victoria Noorthoorn, amplia conocedora de la obra de Minujín desde que en 2010 curó la retrospectiva que el Malba le organizó en 2010. En ese entonces, se había recreado uno de los ambientes que conforman la obra, aquel en el que una pareja reposa en paños menores en una cama matrimonial. 

Minujín iba y venía escoltada por el ministro de Cultura, Hernán Lombardi, recorriendo los espacios de la obra. El cuarto recubierto en luces de neón recibe al visitante, pero no se puede ingresar directamente, porque se nos exige que tomemos otro camino, el de una escalera, que al subirla nos devuelve nuestra imagen en un televisor de época. Para muchos, en 1965, fue la primera vez que se veían en una pantalla. Hay que seguir, porque La Menesunda guarda muchas más situaciones para ponernos en la disyuntiva: mirar o no mirar; permanecer o seguir rápidamente con el miedo de estorbar.  

Más adelante aparecerá la cabeza de mujer, ese cuarto con forma circular donde dos señoritas nos dan la bienvenida. Está recubierto con botellitas de esmaltes de uñas, limas, lápices de labios, botellas de perfume, todo en tonos pasteles. La situación nos hace pensar por un instante la concepción ultrafemenina de la mujer en los '60. De vuelta, hay que optar por una opción: un masaje, un maquillaje o mirar a través de un pequeño orificio.

Le sigue el pasillo de intestinos, un espacio que se va haciendo estrecho a medida que se avanza rodeado de formas que recuerdan a las entrañas de una persona. Se escuchan ruidos de la ciudad, desagües, cloacas porque La Menesunda es sensorial además de visual. Aparecen luego los pasillos recubiertos por pequeños pedazos de gomaespuma blanda. Aquí el piso se ablanda y sentimos que flotamos. El espacio se asemeja a un lugar aséptico y hay más sonidos urbanos. Parece que chapoteamos y nos vamos a caer, pero no. 

Por momentos La Menesunda pone nervioso al espectador-participante. Se teme no saber cómo salir de allí y se la insta a interactuar para avanzar, como cuando se nos pide adivinar una clave y marcarla en un teléfono gigante. De fondo, una voz femenina, como la que se escucha cuando se marca al 113, nos repite una y otra vez la hora. En el recorrido todo es lento, se avanza paso a paso porque desde el inicio las situaciones tienen una cuota de intimidación.

Al final nos volvemos a encontrar con nuestra imagen proyectada en una sala completamente espejada. Hay ventiladores en el piso, papel picado esparcido en grandes cantidades y una cabina de cristal en el medio. Al ingresar al compartimento se activan los ventiladores, se apagan las luces y todo vuela. Sin esa persona, quien por unos instantes se vuelve el centro e indispensable, la sala languidece. Como diría Andy Warhol, amigo de Marta Minujín, por aquella época: "En el futuro todos tendrán sus 15 minutos de fama". 

La conferencia de prensa a la que se había convocado se convirtió en declaraciones de la artista aquí y allá, con camarógrafos, fotógrafos y periodistas siguiéndola. Es el ritmo de ella y nadie se atrevió a cuestionarlo desde el museo, aunque la prensa refunfuñaba por lo bajo. La expectativa por la inauguración era mucha y las invitaciones a la recorrida para periodistas una hora antes se extendieron a empleados de dependencias públicas, directores de ferias de arte y figuritas de la escena social porteña que dificultaron el trabajo. 

La apertura formal de la muestra no se hizo hasta que no arribó el jefe de gobierno porteño electo, Horacio Rodríguez Larreta, quien venía de inaugurar el monumento a Juan Perón. En las escaleras del Moderno, Noorthoorn destacó que es "muy importante para el museo ser jugadores de primer nivel internacional y en ese sentido estamos muy felices porque los grandes museos del mundo, el MOMA (Nueva York), la Tate (Londres), el Pompidou (París) están exhibiendo obras de Marta Minujín en sus salas reconociendo la importancia histórica que tiene no solo para el arte nacional, sino para el arte internacional".

Brevemente tomó la palabra Minujín. Contó que se trabajó un año y medio para reconstruirla y se utilizó material de archivo para dar con las medidas originales. Además, dio dos buenas noticias: por un lado, anunció que La Menesunda fue donada al Museo de Arte Moderno para que pase a ser patrimonio de todos los argentinos. Por el otro, explicó que "los museos del mundo la están pidiendo para que próximamente se pueda mostrar afuera. Así que la construimos de tal manera que pueda ser separada, cargada en containers y llevada". 

En 1965, cuando se montó en el Centro de Artes Visuales del Instituto Torcuato Di Tella, la convocatoria sobrepasó las expectativas, impulsada por el amplio despliegue que le dio la prensa. Los quiebres con los lenguajes tradicionales del arte irrumpían por primera vez de forma masiva en la cultura argentina todavía un tanto conservadora. Las colas sobre la calle Florida podían durar hasta tres horas, aunque los diarios y revistas le propiciaron calificativos como "tontería", "estupidez", "lamentable" y los artistas tratados de "locos". Hoy, esa experiencia que marcó un momento de corte en la historia del arte argentino y que se intenta transmitir en las facultades de arte vuelve a estar al alcance de muchas generaciones que solo supieron de ella por fotos y registro fílmico. 

Hay que armarse de paciencia para entrar a La Menesunda porque se espera que la convocatoria sea récord y los requerimientos para ingresar son varios. Solo podrán acceder los mayores de 16 años y de a 8 personas a la vez. Hay que leer bien antes los elementos que no se pueden entrar; tampoco podrán experimentarla quienes padezcan de problemas cardíacos o claustrofobia. Porque La Menesunda es blanda, rígida, estrecha, ancha y fría, todo al mismo tiempo, pero en diferentes momentos. Conmueve, moviliza, divierte e impone respeto. 

La Menesunda puede visitarse en Av. San Juan 350, de martes a viernes de 12 a 18, y los sábados, domingos y feriados de 12 a 18.
Fuente
http://www.ambito.com


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