José Manuel Belmonte (Córdoba, 1964) nos recibe en su estudio-taller del polígono de Las Quemadas. Sigue allí un estricto horario propio de las personas que trabajan y pasan mucho tiempo solas. Él es escultor. Y seguro que ha pasado muchas veces por delante de algunas de sus obras: La Regadera, junto a la Puerta del Rincón; el Homenaje a la Mujer Cordobesa, frente a la Diputación o el Recuerdo a Juan de Mesa, tras la iglesia de San Pedro.
Horario estricto, decíamos. Todos los días de la mañana a la noche en una nave de dos niveles poblada por esculturas de cuerpo entero, manos, rostros, relieves, extremidades, huellas… El universo de Belmonte aflorando en todas partes. En ese mundo extraño trabaja este creador que ha logrado ser fiel a su manera de entender el arte y el oficio. Y eso, a pesar de trabajar en muchas ocasiones para encargos y de haber soportado, otras veces, algunas críticas en su carrera desde el propio sector de los creadores.
El pasado verano, además, Belmonte vio cómo una de sus obras urbanas, un busto dedicado a un religioso de la Trinidad, era atacado por un vándalo en al menos dos ocasiones. Un suceso al que trata de no dar más importancia de la necesaria pero que surgirá un par de veces a lo largo de la entrevista.
PREGUNTA. ¿En qué punto estás ahora mismo?
RESPUESTA. Quizás he quitado algo el pie del acelerador un poco. Me he dado cuenta de que, además del arte, también hay una vida que hay que disfrutar. Y yo quizás he pecado mucho de ser un animal de taller. Aquí me paso desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche. Y llega un momento en que ese trajín constante de taller, casa, casa, taller con alguna salida para ir a tomar una copa, termina siendo un poco… Bueno, eso termina pasando factura, Por eso ahora quiero empezar a saborear las cosas, también en la escultura. Antes hacía las obras pensando mucho en los demás, en el comercio, en el mercado del arte. Ahora, no. Ahora lo hago para que me guste y he llegado a la conclusión de que si me gusta a mí, seguramente le gustará a la gente. Sobre todo, cuando una obra la haces con cariño y con amor siempre termina reflejándose en el espectador.
Todos los artistas tenemos dos partes. Una es la que yo llamo de la prostitución del arte y que es la de los trabajos por encargo que a fin de cuentas nos permiten comer y pagar las facturas. Y otro lado muy distinto es el de nuestras obras propias y personales. Y en mi caso, esta segunda cada vez la necesito más para enriquecer personalmente mi alma y mi espíritu; esas obras que me gusten independientemente del mercado o de que le guste o no a la gente.
P. En cuanto la obra por encargo, la escultura disfrutó de una época buena en lo económico antes de la crisis. Muchos ayuntamientos y particulares se atrevían a encargaros obra. Pero estoy seguro de que eso ha cambiado.
R. Yo la verdad es que el tema de la crisis no lo he notado mucho. Siempre he tenido muchos encargos públicos y es verdad que yo, como mucha gente, hemos bajado los presupuestos con la crisis. Y eso lo han hecho desde los artistas más cotizados hasta los noveles. En el caso del mercado particular, sí se ha notado más el freno de los coleccionistas o los galeristas. Se han cerrado muchas galerías. Pero en mi caso, creo que he sabido defenderme y lidiar un poco. No me puedo quejar. Creo que también lo que hace falta para eso es hacer buenas propuestas a la gente. En mi caso aquí, en Córdoba, o he hecho con el Monumento a los Patios [La regadora], por ejemplo; y con encargos de fuera de Córdoba. Por eso no me puedo quejar mucho.
P. ¿Como surgió ese proyecto del Monumento a los Patios? ¿Vas tú con la idea a la institución o es ella quien se encarga de contactar contigo?
R. En el tema de los Patios empezó un día en el que me encontré a la anterior concejala de Ferias y Festejos, Amelia Caracuel, y le comenté el tema. De hecho, coincidimos en una exposición de fotografía sobre los patios y ahí se lo dije: “Tengo una idea sobre este tema que se podría realizar”. Se pasó un día por el taller, vimos que había patrocinadores que podrían ayudar y se hizo.
En la crisis creo que he sabido defenderme y lidiar un poco. No me puedo quejar
P. ¿Esa escultura fue bien recibida?
P. Muy bien recibida, yo no me esperaba que tuviese semejante repercusión mediática. Ya casi se ha convertido en cita obligada para quienes vienen a ver los patios de Córdoba. Todos se quieren echar una foto con La regadora para dejar constancia de que han estado. Y este año ha pasado lo mismo con la del abuelo con el niño. Uno habla del presente, que es la de la mujer regadora; y otra que habla del pasado y el futuro que es la del Abuelo y el niño. En el caso de La regadora ha sido una sorpresa porque llevo toda mi vida haciendo esculturas y a algunas les toman más cariño y a otras menos, pero en realidad, te das cuenta de que, para gustos, colores. Es el pueblo el que las termina haciendo suyas. Y es el pueblo el que verdaderamente dice si gusta o no, si verdaderamente es o no acertada. Yo creo que en el caso de La regadora la gente se siente muy identificada porque quién no ha tenido a su madre, a su tía o a su abuela regando las macetas todos los días. Y de hecho, es cierto que esa escultura ni la han tocado, está ahí impertérrita.
P. La escultura pública siempre está sujeta a la opinión de todo el mundo. ¿Cómo encajas esas criticas?
R. Yo siempre las he encajado muy bien porque hace mucho tiempo me di cuenta de que no podía hacer una obra genérica que le guste a todo el mundo. Si se crea algún tipo de controversia, creo que también es bueno porque así se le crea un espíritu crítico al público. No ya al crítico de arte o al político, sino la gente de a pie que tiene capacidad de valorar y decir si le gusta o no algo. Yo eso lo veo muy positivo. No estoy de acuerdo con la crítica destructiva, sobre todo cuando vienen de ciertos colectivos. Hay colectivos que no deberían pronunciarse en ningún caso como por ejemplo el de los artistas plásticos. Aunque sea solo por corporativismo. Es que esto del arte es muy relativo, yo soy una persona que trata de sacarle partido a todo tipo de obra: abstracta, figurativa, conceptual…; Eso es lo que debería de valorar la gente dentro del contexto de cada obra, siempre en función del estilo.
Hace mucho tiempo me di cuenta de que no podía hacer una obra genérica que le guste a todo el mundo
P. Como artista y como profesional, cuando te topas con una escultura urbana que no te gusta, ¿qué sientes?
R. Como profesional, soy muy analítico. Lo intento ver todo: hay esculturas que tal vez se queden pequeñas en el espacio donde se colocan o la temática que se ha elegido no tenga mucho sentido. Pero me gusta en general que haya esculturas en la calle. Aquí en Andalucía no es una tradición muy arraigada, aunque yo siempre he tenido la teoría de que el arte está en el Sur. Y es paradójico que estando aquí, tengamos muchas menos esculturas que de Madrid para arriba. Creo que tiene que haber muchos tipos de obras distintas. Y por supuesto, a nadie le puede gustar todo. Pero sí habrá siempre un sector, que es el que ha encargado esa obra, al que le gustará. Ha pasado un poco con el tema del busto de Antonio Gómez Aguilar [que ha sido varias veces atacado en actos vandálicos]. Simplemente porque era un religioso, había un tipo por ahí -al que creo que ya han cogido y que parece que es bastante radical y que no está de acuerdo con la religión católica- que lo destrozaba. Pero este hombre se olvidaba de que esto está hecho para la parroquia de la Trinidad en la que Gómez Aguilar hizo una labor social excelente. Por tanto, un colectivo quería homenajearlo. Y aso a mí ya me merece un respeto.
P. ¿Te imaginas una ciudad sin estatuas?
R. No me lo imagino. En todo caso, esta materia debería estar legislada. Aunque creo que en parte ya lo está y por cada equis metros de espacio público, jardines y demás, por ley tiene que ir equis número de fuentes, esculturas y mobiliario. Pero, en definitiva, yo pondría muchísimas más estatuas. Los artistas nos quejamos también de que el espectador no se acerca al mundo del arte y esta sería la manera; el arte tiene que estar en la calle para que lo vea todo el mundo. Y seguramente, cuando se forme ese espíritu crítico y empiece la gente a valorarlo, la gente será también más respetuosa.
P. Tu obra pública es figurativa como tu trabajo en general. ¿La consideras también costumbrista?
R. No, para nada. Además, catalogarla así es una manía que siempre viene del mismo sector de las denominadas vanguardias o de la llamada modernidad. Yo creo que no está reñido el ser figurativo con ser contemporáneo o ser actual. De hecho, ahora hay un movimiento impresionante de gente joven que se sigue denominando por escuelas -la andaluza, la castellana…- de chavales que pintan y crean como los ángeles y que están haciendo un tipo de arte figurativo muy actual, muy conceptual, muy transgresor. Por eso te digo que no está reñido una cosa con la otra, simplemente es una caligrafía: cada artista, cada escritor lo hace de una manera, independientemente del contenido. Y mi caligrafía es la de la figuración. Pero dentro de ella, dentro de esas texturas, hay un contenido y es lo que a mí me preocupa más. La parte psicológica de la obra, porque la parte del oficio ya me resulta muy fácil, sale de forma espontánea.
Yo pondría muchísimas más estatuas en las ciudades
P. Pero hay una difererencia clara entre tu obra propia y la obra pública.
R. Es que en la segunda estás siempre condicionado. Un monumento te sale a concurso público con unas bases específicas, desde el número de esculturas a la presencia de fuentes. Ahí tamoco te dean mucha libertad, lo que si tienes es mucho oficio que te permite hacer cualquier cosacon total dignidad. Y el artista siempre se tiene que tomar todo como un reto. A Miguel Ángel tampoco le apetecía hacer la Capilla Sixtina, de hecho creo que estaba maldinciendo a toos los papas, pero ahí ha quedado. Muchas veces el artista es como un actor de cine que se tiene que meter en un papel, aunque no le guste. Pero tiene esa capacidad de transformación y tiene que hacerlo suyo e interpretar el encargo. A mí me pasa igual. Yo a lo mejor nunca hubiera hecho una regadora, pero me la encargan, me meto en el papel; intento formarme lo más que puedo sobre los patios y su tradición, investigo los materiales y hago algo acorde a lo que yo pienso que me gustaría ver.
P. ¿Alguna vez te has tenido que amoldar a bases en las que falla algo?
R. Sí.
P. Estoy pensando, por ejemplo, en el monumento a Juan de Mesa que se tuvo que trasladar de sitio ante las protestas.
R. Bueno, ése fue un movimiento que se creó y que era un poco extraño y absurdo. Un movimiento que se fue diluyendo en el tiempo y que cada vez se ha visto más absurdo. De hecho, muchos de los que en aquel momento estaban allí manifestándose y que llegaron a crear una plataforma, han venido a pedirme perdón. Yo considero aquello un atentado cultural. Y puedo entender que me venga un colectivo concreto con unas siglas determinadas porque este tipo de cosas son un arma arrojadiza entre partidos políticos; pero que fuesen artistas, la verdad es que no lo entendí nunca. Yo este tema, por ejemplo, lo hablé con el pintor y escultor Antonio López, el artista premio Príncipe de Asturias, y se quedó a cuadros; estaba asombrado con el hecho de que unos compañeros se metieran con otro. Yo nunca he visto un médico que se meta con otro, o un arquitecto que se meta con otro. Sin embargo, en Córdoba, tenemos esa idiosincrasia, esa forma de ser un poco destructiva. Y eso no viene bien a nadie. Porque además se crea un ambiente un poco enrarecido que le va bien a los políticos. Porque mientras los artistas no nos llevemos bien, ellos se lavan las manos y tampoco apoyan mucho la cultura.
No está reñido el ser figurativo con ser contemporáneo o ser actual
P. Tú has trabajado con distintas corporaciones.
R. Con todo tipo de y partidos y corporaciones: con el PSOE, con el PP, IU. Para todo el mundo: yo soy un profesional de esto y me dan igual las siglas políticas.
P. ¿Cómo ves el nivel de las esculturas en Córdoba?
R. Veo poco pero muy bueno.
P. ¿Pocas esculturas, pocos escultores?
R. Escultores hay pocos pero en todos sitios. Ni en Córdoba ni en Madrid ni en Barcelona ni en ningún sitio. La escultura es mucho más complicada que la pintura. Un pintor coge su caballete, sus lienzos y sus pinturas y se va a cualquier sitio. Pero un escultor ya necesita de más infraestructura porque modelar es dibujar en tres dimensiones. Pero aparte del dibujo, también hay volumen, policromía y entender de materiales nuevos… Y el periodo de realización de una obra se vuelve mucho más largo que en el caso de la pintura. La del escultor es una tarea muy penosa y hay poca gente que esté dispuesta a meterse, menos todavía con este ritmo frenético que lleva la sociedad. Y en la escultura, ni todo vale ni todo es rápido.
P. ¿Tu oficio peligra con las impresoras 3D?
R. No, para nada. De hecho, yo he hecho alguna reducción con impresoras 3D, pero eso no deja de ser otra herramienta más a disposición del artista. Una máquina nunca puede dar sensibilidad a una obra. Tiene que haber detrás la mano de un artista, aunque sea quien diseñe en el ordenador. Además, no estoy de acuerdo en que siempre sean procedimientos mecánicos y brocas los que trabajan. En la escultura, tiene que verse la espontaneidad, elpalillazo, y eso no hay máquinas que te lo dé. Para algunas cosas puede venir muy bien, como en el caso de una ampliación o una reducción pero en la realización y ejecución, tiene que entar el artista directamente.
P. Hay pocos escultores por la dificultad de la disciplina, pero me imagino que también que por la dificultad de ganarse la vida. Tu caso es casi excepcional en Córdoba.
R. Siempre he pensado que el mundo es de los pesados y yo soy uno de ellos. Siendo constante es como se consiguen las cosas. Pero las galerías de arte están faltos de escultores y de colecciones esculturales.
Muchas veces el artista es como un actor de cine que se tiene que meter en un papel, aunque no le guste
P. Pero es que Córdoba en sí está falta de galerías de arte.
R. Córdoba está falta de todo. De galerías, de espacios expositivos, tampoco tenemos facultad de Bellas Artes y tenemos una escuela de Artes y Oficios que ahora imparte el Bachillerato Artístico pero que antes funcionaba mucho mejor. Antes era una vía para que personas con facilidades manuales iniciasen su propia vida sin necesidad de pasar por un bachiller en el que cursar asignaturas que no les interesan. Creo que el problema va ligado a los valores, a lo que te decía antes de una sociedad en el que todo es rápido para conseguir lo máximo con el mínimo esfuerzo. Y eso, en el mundo de la escultura no vale y por eso hay tan poco. Siempre se ha dicho que el escultor es una persona embrutecida; en el mundo del arte los pintores eran los señoritos y los escultores no. Yo he tenido que hacer de albañil, de político, cobrador del frac, oficinista. Y cuesta una vida llegar a cuadrar todos esos conocimientos. Yo he visto a gente que trabajaba de puta madre pero por timidez o porque no han sabido relacionarse o porque solo eran capaces de hacer obras para ellos mismos -aunque fuesen buenísimas- no han tenido salida en el mercado.
P. ¿Y de dónde saliste tú?
R. Mi padre era hojalatero antes de ser fontanero. Trabajaba con chapa, hacía las medidas de aceite, los cántaros para la leche, las zafras, los faroles… Llegó a tener el mantenimiento de los faroles de Córdoba cuando eran de aceite. Luego terminó trabajando en la fontanería y el plomo, el hierro o el cobre.
P. En tu casa siempre viste trabajar la forma.
R. Yo vivía en una casa antigua en el que la parte de abajo era el taller. Si me quedaba una asignatura en verano, por la mañana trabajaba y por la tarde estudiaba. Y si había salido limpio ese año, estaba todo el día trabajando con los oficiales que tenía mi padre. Me dedicaba a llevarles las arquetas de las herramientas, iba a las obras… Yo siempre he tenido mucha posibilidad de tener herramientas de mano y de hacer mis pinitos desde pequeño, construyéndome los juguetes de chapa.
P. ¿Cuándo empezaste a darte cuenta de que querías dedicarte a la escultura?
R. En mi caso fue un proceso. En la escuela te enseñan una serie de procesos y te dicen cómo se hace: dibujos, maquetas, materialización. Y llega un momento en el que el ojo y la mente se acostumbran y empiezas a prescindir de pasos. En mi caso, el compromiso verdadero con el arte lo tuve en Italia. Estuve becado en Pietra Santa, al lado de las canteras de Carrara, un año. Había hecho dos especialidades durante ocho años en la Escuela de Artes y Oficios y mi inquietud había sido siempre aprender cosas nuevas. A Italia, de hecho, me fui a aprender a esculpir el mármol. Viajé mucho y me relacioné con muchos artistas, como Botero. Y ya cuando más o menos aprendí y vi que no dejaba de ser una técnica más para materializar y terminar una obra, una noche decidí que era hora de poner en práctica todo lo aprendido. Y redacté una declaración de intenciones en un papel. Apunté lo que para mí eran inquietudes en aquel momento. Ahí es cuando empiezo a tomar conciencia de lo que es el arte.
Siempre he pensado que el mundo es de los pesados y yo soy uno de ellos
P. ¿Cuál era el punto más importante de esa declaración?
R. Yo creo en el Amor con mayúscula. No el amor carnal ni el fraternal; el amor en general. Tiene mucho de religión, si quieres; ver las cosas desde otro prisma; los artistas vemos la vida de otra manera; con sensibilidad, sentimiento, poesía. De alguna forma, creo que los artistas somos los principales biógrafos de la sociedad; si vemos cuadros del siglo pasado, vemos muchas cosas; cómo vestían, lo que comían, el tiempo que hacía, quién reinaba… Eso te lleva a tener una gran responsabilidad. Y por eso, cuando hago un monumento público me paro y me digo, joder, tengo que hacer algo que esté ahí para muchos años, en una exposición permanente. Y no puedo hacer nada con lo que no esté de acuerdo o con lo que no me sienta a gusto. De hecho, tengo algunos compañeros que algunos no terminan las esculturas por aquellas zonas que no se van a ver. Y yo no puedo, estaría siempre con la sensación de que no está terminada. Y soy bastante perfeccionista en ese aspecto.
P. ¿Has cumplido ese listado que redactaste?
R. Lo estoy cumpliendo poco a poco y creo que tengo tres o cuatro esculturas con las que me siento muy contento, muy identificado. Ojalá fuera con todas. Una obra de arte es casi producto de una cierta casualidad, aunque surga de una evolución.
P. ¿Cuáles son esos hitos?
R. Siempre he sido una persona más curiosa que ambiciosa. Me he marcado mis propias metas sin pensar en nadie. Es una cosa buena que tengo: no envidio a nadie, no tengo a nadie como referente, pero sí me he marcado metas personales. Y en la obra que estoy haciendo ahora mismo, aunque el espectador no sea capaz de verlo, yo sí contemplo que hay un abismo comparada con las anteriores, porque hay una evolución continua. Y de esa declaración de intenciones a hoy, he cumplido bastantes cosas. Lo vi el año pasado en que cumplí 50 años e hice un parón de tres meses para reflexionar sobre lo que he hecho, lo que estaba haciendo y lo que quería hacer.
P. ¿Y cuál fue tu balance?
R. Pues muy positivo. No me creo nunca nada, pero sí escucho y es muy necesario eso: ver, escuchar… Y mucha gente me dice, joder, Belmonte, es que lo que tú has hecho en Córdoba y la obra que tienes en España, son muy pocos los que lo tienen. Y menos con 50 años. Eso me hace sentir bien, pero lo difícil es mantenerse. Mucha gente me preguntaba qué iba a hacer después de El recreo de los ausentes porque me decían que ya no podía haber nada más. Pues sí que se pueden hacer muchas más cosas. El artista está condenado a trabajar toda su vida, el artista no se jubila nunca. Aunque sí que es verdad que cada vez, físicamente, me está costando más trabajo hacer las cosas.
P. Fuiste el negro de un escultor.
R. Durante siete u ocho años un escultor que no era de Córdoba me llamaba de vez en cuando y me decía, mira me han hecho un encargo de tal cosa. Yo le hacía los bocetos que fuesen necesarios, luego él venía, los veía, los elegía y yo hacía la pieza en grande. Se lo hacía y terminaba todo. Él simplemente la firmaba. Hay una escultura muy famosa colocada en muchos sitios, algunas de las cuales llevan mi firma sin que se vea: en los huevos.
Una obra de arte es casi producto de una cierta casualidad, aunque surga de una evolución
P. ¿Y tú has pensado en tener colaboradores -no negros-, ahora que me cuentas que te cansas más?
R. Cuando los artistas nos hacemos mayores y empiezan a flaquearnos un poco las fuerzas, nos hace falta alguien. Yo estoy en contacto con la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, el problema es que cuando le pregunto a los profesores por alumnos destacados que se animen a venir al taller a echar una mano y a aprender -a mí me hubiese encantado siendo alumno- siempre me contestan que no son capaces de señalarme a nadie. Porque a lo mejor el que es muy bueno, también es muy golfo o muy perro. También he tenido amigos trabajando pero casi que te quitan más tiempo que el que te dan, porque les tienes que explicar la manera en que tú haces las cosas y eso te da hasta temor, porque el acabado que le da uno a una obra, no se lo da nadie. A mí, en todo caso, me interesan los artistas que, como yo, terminan las obras ellos. Porque en el arte figurativo, medio milímetro en la mueca de una escultura lo cambia todo. Y eso no se puede permitir.
P. Estamos en 2016. ¿Cómo viviste tú toda aquella aventura?
R. Yo no sé si hubiera sido bueno o malo para Córdoba lo que pasó con la Capitalidad. Ni tampoco sé si va a ser bueno o malo para San Sebastián. Cuando comenzó todo esto, estábamos en época de bonanza, luego llegaron la crisis y los recortes y por eso me pregunto qué papel va a desempeñar San Sebastián. En cuanto a Córdoba, le faltó creérselo. Córdoba nunca termina de creerse nada, no es ambiciosa. Tuve una reunión en la que estuvo el entonces ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en la que hubo unos pocos artistas y nos dijo que Córdoba era la primera candidata. Pero nos advirtió que no nos durmiésemos. Tal vez lo hicimos, pero creo que al final la decisión adoptada fue más política que cultural. Estaba en la palestra las negociaciones por el tema de ETA con sus tiras y aflojas. Y es una pena porque, aunque la política maneje los hilos de la cultura, los artistas deben de ser un poco más libres.
P. ¿Cuando dices que en Córdoba no se lo creyeron te refieres a que no hubo unidad de acción?
R. No hubo unidad de acción ni por parte de los políticos ni de los artistas ni entre los dos colectivos ni nada. Córdoba, como es una ciudad con tan pocas cosas, cuando viene algo jugoso, la manía de todos es tratar de cortar el queso para cada uno intentar llevarse su cuña. Parece que nunca se piensa en la generalidad de la sociedad cordobesa. Ahora lo hemos vuelto a ver ahora con el C4, no sabemos qué va a pasar. ¿Un centro de creación audiovisual? ¡Pero si en Córdoba hay dos personas que se dedican a eso! ¿Ese pedazo de edificio para dos personas? Yo creo que es más lógico que se monte allí un centro multidisciplinar donde tengan cabida todos los movimientos artísticos. Quizás lo que hace falta es eso, una unión de artistas plásticos, músicos, gentes de las letras; un movimiento cultural más plural que se nutriera de unos y otros.
Fui ‘el negro’ de un escultor. Algunas de las obras que le hice llevan mi firma. En los huevos
P. Pero me comentabas antes que habías salido un poco escaldado de tu relación con otros artistas.
R. Eso fue en un momento muy determinado dentro de un colectivo que, como te dije antes, se dieron cuenta de que aquello no llevaba a nada. Creían que Córdoba había que cambiarla de forma radical y para ello había que destruir para construir. Y eso es un atentado porque no se puede destruir todo por sistema y un artista no es nadie para destruir la obra de otro artista. Porque toda persona que se dedique a cualquier actividad artística, me merece un respeto. Yo no soy quién para criticar a nadie porque bastante tengo con criticarme a mí mismo. Un artista tiene que estar creando su obra. Las otras historias políticas o de modas, le van a poner más en una palestra que le condena también a estar metido en unas corrientes y en unas historias que pueden no ser las más certeras.
P. Para acabar, volvamos al principio de la entrevista, ¿en qué andas ahora?
R. Ahora estoy trabajando en una escultura que va a ser la primera de una serie que quiero hacer para descontextualizar un poco al ser humano; hacer algo con el ser humano que no le sea propio ni se lo espere nadie. Es una idea que quiero mezclarla con otra que tengo sobre los mártires contemporáneos de la sociedad como los emigrantes, las mujeres maltratadas… Un tipo de obra más social, más reivindicativa, sin olvidar la parte artística. Y este va a ser mi año de las exposiciones. En febrero expongo en Zaragoza, en el museo Pablo Gargallo, con una retrospectiva de mi obra en tres salas. Luego iré a Huesca, la Diputación de Salamanca y a Aragón. Y tal vez haga algo también en Japón.
FuenteCon la candidatura de 2016 no hubo unidad de acción ni por parte de los políticos ni de los artistas ni entre los dos colectivos ni nada
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