La ampliación de la galería Tate Modern de Londres deslumbra a los visitantes. La antigua central eléctrica sigue ofreciendo sorpresas.
La obra de ampliación de la galería Tate Modern de Londres es tan impresionante por dentro como por fuera: ya desde lejos llama la atención el edificio de diez plantas con sus laterales inclinados en forma de pirámide y sus pequeñas hendiduras en las paredes, que abrió sus puertas el viernes al público.
La "casa de transformadores", como se llama la construcción en zigzag levantada en el lugar que ocupaba una antigua central eléctrica junto al Támesis, une las dos partes que ya existían de la Tate, la sala de calderas y la enorme sala de turbinas, con la Nueva Tate Modern.
"No es sólo una ampliación, sino una Tate Modern totalmente nueva con una nueva mirada al mundo", dijo el director de las galerías Tate Nicholas Serota sobre la obra.
El estudio suizo de arquitectos Herzog & de Meuron, que ya diseñó la Tate "Original" inaugurada con el cambio de milenio, necesitó más de una década para llevar a cabo su proyecto futurista con un coste de 260 millones de libras (328 millones de euros).
La inauguración prevista originalmente para los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 tuvo que cancelarse y los costos se multiplicaron.
Los arquitectos pretendían recolocar al edificio en su contexto histórico industrial utilizando ladrillos en su fachada exterior. El orden cambiado de las piedras permite además una entrada de la luz fraccionada que crea así, según los arquitectos, un "efecto catedral" de luces y sombras.
También en el interior se alternan la tosquedad y la estética: paredes de hormigón sin pulir, suelos en pendiente y techos bajos llevan casi directamente la mirada a una dinámica escalera de caracol por la que los visitantes acceden a las salas de exposiciones más grandes y luminosas, con suelos de madera y paredes lisas y tratadas.
Llenas de lugares por descubrir: habitaciones contiguas y de atrás, nichos y ángulos, zonas de video y cine, bancos en las ventanas y almohadas para descansar y reflexionar.
La experiencia visual se ve coronada por una terraza giratoria con vistas en el décimo piso, que permiten ver la ciudad a la misma altura de la catedral de St. Paul y unas vistas impresionantes sobre el "skyline" londinenses.
Como el principal museo de arte del siglo XXI, la nueva Tate Modern quiere ofrecer a sus más de cinco millones de visitantes anuales arte, entretenimiento, interacción y formación, según Serota.
"Se trata de lo que las grandes instituciones pueden hacer para la sociedad", señaló. El objetivo es ser al mismo tiempo "local y global".
Bajo el lema "El arte cambia, nosotros cambiamos", la nueva Tate Modern amplía su espacio de exposición en torno a un 60 por ciento, lo que permitirá ver por primera vez en torno a tres cuartas partes de las nuevas adquisiciones de la galería desde el año 2000.
Sus palabras hacían también referencia a la reafirmación cada vez mayor de mujeres artistas y de arte global no europeo, desde Latinoamérica a Asia: arte, fotografía, performance, instalación y cine.
En la colección ampliada pueden verse 800 obras de más de 300 artistas de 50 países, que "cuentan la amplia historia del arte moderno y contemporáneo a lo largo de los últimos 100 años", señaló la directora de la Tate Modern, Frances Morris.
La parte de obras hechas por mujeres ha aumentado en la nueva colección de un 17 a un 50 por ciento. También se ven obras de la artista de performance Marina Abramovic, así como las "esculturas corporales" de la escultora y artista de performance alemana Rebecca Horn.
Tanto a ella como a la artista franco-estadounidense Louise Bourgeois (1911-2010) se les dedica una sala entera.
Fuente
http://www.lacapital.com.ar
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