Nayeli Martín del Campo.-
Apilados unos sobre otros, en una habitación con paredes de vidrio, están los cuadros y esculturas de Víctor Hugo Farías, artista plástico tapatío. A unos pasos de la entrada principal, de lado izquierdo, también está un lienzo con la figura de unperro rabioso que tiene la leyenda: “El miedo se come las almas”.
Al fondo del lugar -pasando algunos tubos de óleo- podemos apreciar las esculturas de bronce del artista: un diablito y un supercristo sobresalen, además de la muerte, entre otros personajes que han cobrado vida gracias a la imaginación de Farías.
¿En qué momento de tu carrera decides hacer esculturas?
La pintura y escultura fueron más o menos de la mano, porque yo quería ver a mis personajes en este mundo en tercera dimensión. Entonces no me resultaba difícil hacer esculturas porque existían de alguna forma en mi mente. Así, con algunas técnicas, como la cerámica o plastilina, lo que quería era traer a estos personajes aquí. Todo eso estaba en mis manos: el poder dibujarlos y hacerlos escultura.
Hay quienes piensan que el folclor o la temática de lo popular en la plástica termina convirtiéndose en artesanía, ¿consideras que es así?
Hay artesanía de mucha calidad, muy expresiva. Es decisión del espectador decidir qué es escultura y qué es artesanía. Creo que es el deseo de no limitar las personalidades de cada expresión. Quizás un escultor, al momento de crear algo, está viendo sombras, luces, colores, cosas así. Sin embargo, yo estoy viendo personajes. La realidad es que la artesanía se hace en volumen, una misma imagen de un personaje. En mi caso la mayoría de mis piezas son únicas. La forma de producción es distinta: son una especie de simbolismos propios. La artesanía busca agradar a alguien más.
¿Cómo llegan los personajes a tu obra?
Siempre estuvieron en mí. Fue por medio de sueños y deformaciones que se hicieron de una personalidad y aparecieron en lo cotidiano. Nunca busqué cambiar mi mano: ya existían estos personajes y al momento de crecer ellos también se desarrollaron. Cuando eres niño puedes imaginar monstruos o también puedes deformar la imagen de las personas, estos personajes venían a mi mente conforme iba creciendo. Entonces si tienes la capacidad de imaginar estos seres y los puedes crear con tus manos, digamos que la tarea está resuelta.
¿Las figuras siempre fueron monstruos y personajes amorfos?
Las figuras vienen más bien de una interpretación emocional. Por ejemplo: puedo ver a una mujer y como metáfora pensar que es un monstruo asesino: una mujer loca, que está desquiciada…¿Por qué? Sencillamente porque está enamorada, obsesionada y persigue a un perro, que en este caso es el amor, porque ella lo que desea es el amor de un ser fantástico. La pieza se llama “Primero te mato antes dejarte ir…”
¿Las esculturas tienen nombre y apellido, están inspiradas en alguien en particular?
La mayoría de las imágenes son alguien. Son alguien que en ese momento emocional, quizás entre divertimentos a veces, y a veces entre realidad, te lo imaginas diferente. Todo es emotivo… Si vemos a una persona con agrado le encuentras detalles que le dan mayor belleza que los que realmente tiene o viceversa, le encuentras más defectos. Así son los personajes en el momento en que los pinto.
¿Qué buscas expresar con tus personajes?
La mayoría de las esculturas representan historias pequeñas, relaciones entre hombre y mujer, o relaciones amorosas, casi siempre es eso. Muchas veces las esculturas están hechas con humor. Algunas personas me preguntan que si me gustan los alebrijes, pero yo nunca pensé en hacer alebrijes, sólo he leído, pero creo que lo único que tengo en similitud con esta expresión es la imaginería. Casi siempre mis esculturas son de figuras humanas y tienen inclinaciones sexuales.
¿Has pensado en la redacción de textos para complementar tus ideas?
Tengo títulos largos. Creo que con eso las personas pueden imaginar cosas. Por ejemplo, una pieza se llama “Nunca vuelvas a matar a mi amor”. En esta imagen se ve a una chava “cagando” al perro que mató a su pájaro. Pienso que las obras son muy evidentes, que tienen un mensaje muy claro, que del humor también van a encontrar una especie de reflexión. Yo no tengo mucho que decir, así que quizás las personas, con imaginación, pueden agregarle cosas más interesantes.
¿Es mejor ser objetivo o subjetivo dentro del arte?
Mi trabajo es figurativo. Creo que soy más simbólico. Mi obra es muy clara: no hay mucho que inspeccionar. “El secreto” está descubierto, si las personas quieren hacer un análisis, pues también se vale. Creo que no se puede interpretar todo -no de una manera general-, así que la gente va a decir lo que quiera dependiendo de su cultura, tanto en lo referente a lo intelectual como en lo religioso.
¿Qué opinas de las nuevas generaciones de artistas plásticos?
Pienso que hay generaciones muy buenas. También creo que todos quieren ser pintores realistas, algo que me llama mucho la atención, debido a que lo hacen muy bien, pero no sé por qué ya nadie quiere ser un artista figurativo, pareciera que en Guadalajara si no eres realista no tienes la capacidad técnica para ser un buen artista. Esta situación al mismo tiempo limita para que los creativos puedan reflejar de una forma más auténtica su propio mundo.
¿Crees que el arte todavía funciona para cambiar y mejorar socialmente a las personas?
Yo creo que sí. A mí me cambió. En mi casa la palabra arte no se usaba. Cuando en la secundaria vi los murales de José Clemente Orozco el arte me cambió. Si no hubiera sido por eso, no sé a qué me hubiera dedicado. Ves la pintura, las obras, y cambias. La vida puede dar un giro cuando tienes una aproximación al arte, de esa manera reflexionas sobre algo. La reflexión hace que tengas otra idea, algo puede generar un cambio en las personas.
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