La desolación aún reinaba en las estancias del museo cuando EL MUNDO visitó el lugar un mes después del ataque: los expositores se hallaban vacíos y volcados sobre un suelo de cristales. Las autoridades lanzaron una amnistía y durante las semanas siguientes decenas de piezas reaparecieron en el callejero de Malaui. "Se han recuperado 656 objetos. La policía sigue trabajando en localizar el resto y espero que podamos acabar la tarea", indica el ministro, impresionado por un museo que se ha sacudido el polvo y ha desterrado las viejas vitrinas de madera.
Mismo museo, distinto espíritu
"El antiguo museo tenía su encanto pero se necesitaba un nuevo concepto y renovar iluminación y letreros", reconoce a este diario el egiptólogo Tarek Taufik, director del Gran Museo Egipcio que se levanta a un tiro de piedra de las pirámides de Giza. "El nuevo museo de Malaui -arguye- cuenta la historia de la zona a través de, por ejemplo, las momias de pájaro halladas en excavaciones locales como Tuna el Gebel o Hermópolis. Aquí se pueden entender 5.000 años de civilización". Su remodelación ha costado 10 millones de libras egipcias (alrededor de un millón de euros), sufragado por las autoridades locales y el Gobierno italiano.
El caos y el horror al vacío que dominaban el complejo antes del asalto ha dejado paso a un espacio más pequeño y diáfano que a través de tres galerías levanta acta de la vida diaria, las creencias o las tradiciones en la región desde la época de los faraones. El centro también tratará de acercar milenios de historia a los vecinosque residen en este terruño olvidado y empobrecido de Egipto, escenario de continuos rifirrafes sectarios entre musulmanes y cristianos. "Queremos que sea un museo educativo que forme a la comunidad local. Hemos diseñado diversos talleres para revivir la artesanía local y programado visitas de colegios y universidades", detalla a este diario Ilham Saleh, directora de museos del ministerio de Antigüedades egipcio.
La hermanastra de Tutankamón
Entre ataúdes de madera de época faraónica, monedas romanas y vestigios de las dinastías omeya o fatimí, brilla la joya de la colección: la estatua de Anjesom, hija del faraón Ajenatón y hermanastra de Tutankamón. La pieza en la que mujer aparece desnuda y con una ofrenda en la mano, de 32 centímetros de altura y tallada en piedra caliza, se esfumó en el saqueo del museo y fue localizada por la policía turística en diciembre de 2013 en un negocio del turístico bazar cairota de Jan el Jalili. La figura ha regresado a las vitrinas junto a otras piezas salvadas como las estatuillas de Osiris -deidad de la fertilidad y la vegetación-, una colección de papiros escritos en demótico y monedas romanas. "Los más impresionantes son aquellos objetos que fueron destruidos por los terroristas y han sido reconstruidos en el departamento de restauración", indica Al Anani.
El viaje de vuelta de Anjesom, sin embargo, podría no ser definitivo. Egipto construye en la capital de Minya un museo dedicado a Atón, la deidad por cuyo culto Ajenatón creó Tell el Amarna. Las nuevas instalaciones podrían convertirse en el destino final de la estatuilla. "Quizás sea trasladada a ese recinto, dedicado a la unificación de la religión y la familia de Ajenatón", avanza Saleh. Seducido por la retórica patriótica que se respira en la tierra de los faraones, el ministro confía en que la resurrección sirva también para reanimar al decaído turismo: "Egipcios y turistas extranjeros son bienvenidos a nuestros museos".
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