Dino Valls es un pintor español nacido en Zaragoza en 1959. Desde 1988 vive y trabaja en Madrid.
Tras una constante afición por el dibujo en su infancia, comienza a pintar al óleo de manera autodidacta en 1975. Se licencia en Medicina y Cirugía en 1982 en la Universidad de Zaragoza, dedicándose desde entonces profesionalmente únicamente a la pintura.
Es uno de los representantes de la actual figuración de vanguardia, poseyendo su pintura una fuerte influencia de la perspectiva humanística recibida de sus estudios centrados en el ser humano. A principios de los años 90 estudió la técnica del temple de huevo y fue personalizando los procedimientos de los maestros flamencos e italianos de entre los siglos XV y XVII en la combinación de temple y óleo.
En lo conceptual, su pintura se centra en la psique humana, utilizando las técnicas figurativas sólo como un soporte formal en el que se proyecta un contenido inconsciente con una profunda carga psíquica, que se desarrolla en un proceso simbólico de intelección. No hace uso de modelos ni escenarios, por lo que su pintura se aleja de los postulados del realismo, deviniendo aquéllos idealizados.
Ha participado en importantes exhibiciones internacionales de arte, y ha realizado diversas exposiciones individuales en Europa y Estados Unidos.
DINO VALLS: UN DIÁLOGO
PINTURA. DINO VALLS. Quizá sea uno de los artistas aragoneses de mayor proyección internacional. Acaba de ser objeto de una espectacular publicación en Alemania: ’Dino Valls. Works from 2002-2014’, con textos de John Wood y Steven Brown.
“La belleza es la dimensión
que compensa la angustia”
“A mí me toca representar
el vértigo existencial”
Tras tantos años de trabajo, de tensión y placer, de soledad, ¿ya sabe Dino Valls por qué pinta?
Sigo cartografiando el laberinto...
Un pintor como usted, ¿quiere contar algo, transmitir emociones, sugerir un mundo o se busca a sí mismo en cada lienzo?
Todo ello. Pero primordialmente es la búsqueda interior. Uno mismo es a la vez Teseo y el laberinto, el hilo y Ariadna, y, por supuesto, también Asterión el minotauro.
¿Qué le debe a los clásicos, a la historia misma de la pintura?
La consciencia y certeza de que, sea cual sea el lenguaje que se utilice, el verdadero arte siempre ha tratado sobre los temas eternos y universales.
¿Ha sido capaz de zafarse de la medicina? Lo digo porque parece presente en su trabajo.
Es parte de mí, así que también lo es de mi pintura. En mi obra representa el plano racional y científico que plantea una paradoja inerme frente a lo irracional.
¿Hay que conocer la mitología o un tratado de símbolos para disfrutar de su pintura?
Tanto la mitología como la simbología trabajan con los mismos temas que mi pintura, es decir, nuestro más profundo inconsciente colectivo, así que lo único que hay que hacer es considerarla un espejo de nuestro interior, asomarse y contemplar. Paradójicamente, la ambigüedad en la interpretación de una obra de arte, lo que la define como una “obra abierta”, es lo que superficialmente suele considerarse como una obra críptica, cerrada. Y viceversa, con las que tienen un discurso cerrado.
Se dice que pinta mucho y con lentitud, que es perfeccionista, que se entrega con una parsimonia infinita. ¿Cuál es su relación con el tiempo?
Quizás una relación ansiógena, esa intensa dedicación que considero necesaria para mi trabajo, consume un enorme caudal de tiempo y disposición mental, que luego echo en falta para otras actividades.
Fabrica las pinturas, los pigmentos, es muy minucioso. ¿Qué se siente más un artista o un artesano?
Aunque en ciertas épocas he trabajado con temples, ’gessos’ y óleos elaborados por mí, actualmente he adaptado ciertos procedimientos tradicionales a mi forma personal de trabajar sin tener que fabricarlos artesanalmente. Y aunque soy muy exigente con las técnicas y procedimientos, que considero un deber de honradez profesional, son para mí siempre algo secundario e instrumental respecto al concepto global de la obra. En eso me alejo de gran parte de la pintura figurativa contemporánea, frecuentemente volcada en el aspecto formal y ajena a otros contenidos conceptuales.
¿Por qué le cuesta tanto hacer un cuadro, qué le exige tantas horas y paciencia?
Son cuadros muy elaborados, realizados con una laboriosa técnica de sucesivas capas y veladuras, con muchos elementos y detalles que además voy pintando sin tener modelos ante mí, únicamente la imaginación, la intuición plástica, y la memoria visual. Aún así, una parte importante del tiempo dedicado a cada obra, se desarrolla antes de empezar siquiera la preparación de la tabla. Habitualmente, son semanas y decenas de bocetos durante los que se va desarrollando y configurando la composición del cuadro, a partir de ciertas ideas germinales que necesito profundizar mediante un incierto y obsesivo proceso interior de imaginación activa como el descrito por Jung y von Franz, que va generando la proyección psíquica de formas visuales interrelacionadas que van componiendo el boceto definitivo. Cada elemento, cada color y textura que aparece en mis obras, ha sido decidido previamente, nada es casual o exteriormente predeterminado, porque mi estudio está vacío. Aunque también tengo que aclarar que eso no implica que comprenda racionalmente todo lo que aparece en mis pinturas.
Es figurativo, pero poco complaciente. ¿Pretende también que su pintura produzca escalofríos o pesadillas?
Pretendo el equilibrio estático (y extático) entre la atracción de la belleza y la inquietud ante lo irracional. En esa inmovilidad que las fuerzas antagónicas provocan, se crea el escenario ideal para la introspección y la reflexión del espectador. La belleza es la dimensión que compensa la angustia.
Su pintura es de una belleza inquietante, parece levantar el miedo como con escalpelo. ¿Le duele de modo especial la vida? ¿Qué es lo que más le perturba?
El sentido de nuestra existencia, la eterna pregunta.
¿Y lo que le hace más feliz? ¿Qué es lo que más le hace reír?
Mi pintura no, desde luego. Hay muchos artistas que han elegido representar únicamente la belleza, la celebración de la vida. A mí me ha tocado representar el vértigo existencial.
¿Cómo se lleva con Aragón y con Zaragoza?
Aparte del ámbito personal y familiar, es una relación afectiva, y percibo la reciprocidad de ese sentimiento.
Su último libro, publicado en Alemania y en inglés, recoge casi tres lustros de su pintura. ¿En qué ha cambiado y qué le sigue obsesionando?
Esta publicación reproduce mis obras realizadas desde la anterior monografía editada aquí (con Cajalón y el Palacio de Sástago) en el 2001, por lo que complementa e ilustra una trayectoria muy amplia de mi pintura hasta la actualidad. Junto con la evolución y los cambios que pueden percibirse según periodos, viene manteniendo desde las primeras épocas su focalización en el ser humano, una constante indagación de la psique, un deambular por los sótanos de la mente.
¿De qué pintores disfruta?
De muchos y de muchas épocas y estilos, y eso que la deformación profesional impide disfrutar plenamente como espectador...
Se ha anunciado varias veces la muerte de la pintura. ¿Practica una disciplina abocada a la desaparición o piensa que puede extinguirse de veras?
No anunciaron su muerte, sólo la condenaron a muerte. Pero como a cualquier condenado a muerte al que finalmente se le conmuta la pena, retoma la vida con una intensidad y profundidad renovadas. Quizás le fue necesaria la condena...
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