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martes, 7 de febrero de 2017

Suspense y arte en el Prado


Suspense y arte en el Prado
El arte transmite todo un sin fin de experiencias que son representadas a través de diferentes ventanas que están vestidas por marcos diferenciadores. Unos marcos que además de ser contenedores físicos de una historia representada, dan a conocer mundos diferentes y representativos de realidades que son vividas, y otras realidades creadas ex profeso por ese agente decodificador de mensajes que es el pintor. Mensajes que se transmiten a través de los pinceles del artista y que dan a conocer estilos de vida de una época, retratos de su gentes, paisajes representativos. Todo un mundo ideológico y lógico representado. Un mundo que podía ser concebido como representación de la realidad con una objetividad documental en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como los más vulgares, u otro más refinado y ornamentado, con pervivencia de un cierto racionalismo clasicista, pero adoptando formas más dinámicas y efectistas, con un gusto por lo sorprendente y anecdótico, por las ilusiones ópticas y los golpes de efecto, observando una preponderancia hacía una representación realista.
Pero existe otro tipo de historia, una pintura que es envuelta por un halo de misterio, de épica escenografía llevada al marco representativo de un pintor que quiere dejar constancia de su visualización e interpretación de un mundo, el mitológico. Un mundo que para algunos son creencias en las que basar su vida, y para otros, grandes historias ficticias que se han transmitido de generación en generación, pero que dejan siempre ese halo de misterio y de aventura que las hace muy interesantes y atrayentes para los creadores y representantes de grandes historias.
José de Ribera (Játiva, Valencia, 1591-Nápoles, 1652) conocido como El Españoleto, fue un gran contador de historias, pintor de notables dotes, es influenciado por los comprometidos de entonces en la recuperación y desarrollo de los usos lumínicos de Caravaggio (1571-1610) en clave de vigoroso naturalismo. Algunas de sus primeras composiciones confirman esta juvenil adhesión a los aspectos del caravaggismo más intenso y de mayor impronta realista. Entre 1620 y 1621 pintó varios lienzos, aún de fuerte sabor naturalista con soluciones que a veces caían en un despiadado realismo, lo cual los situaba en el clima del misticismo contrarreformista de cuño ibérico y de influencia jesuítica  pero que en otros casos mostraban ya la impronta de la utilización de materias cromáticas con hermosas vibraciones lumínicas. Entre 1620 y 1621, Ribera grabó también, repitiendo una experiencia practicada junto con la del dibujo a lo largo de su vida, algunas famosas composiciones de lienzos identificados solo en parte.
composicion furias ribera
En 1632 Ribera, recibió el encargo de pintar las Furias, un conjunto de cuatro cuadros que representa a los grandes supliciados de la mitología clásica. Las Furias aparecen por primera vez como conjunto en la historia del arte en 1548, cuando María de Hungría encargó a Tiziano, cuatro lienzos con los personajes de Ticio, Tántalo, Sísifo e Ixión identificados como los príncipes alemanes que se habían alzado contra su hermano, el emperador Carlos V, y a quienes había derrotado un año antes en Mülhberg. En España se conoció como Furias a cuatro moradores del Hades greco-latino, al que habían sido condenados por haber desafiado a los dioses: Ticio, cuyo hígado devoraba un buitre por intentar violar a una amante de Zeus; Tántalo, castigado a procurarse en vano alimento por servir a su hijo de festín a los dioses; Sísifo, condenado a portar una enorme piedra por haber delatado las infidelidades de Zeus; e Ixión, castigado a dar vueltas sin fin en una rueda por querer seducir a Hera. El título Furias es en realidad fruto de una confusión. En puridad, las Furias eran unos personajes femeninos, personificación del castigo y la venganza, encargados de velar porque los condenados en el Hades cumplieran sus castigos, pero en España, desde el siglo XVI, se conoció con este nombre a los lienzos de Tiziano, utilizándose desde entonces el termino Furias para designar esta temática. Desde finales siglo XVI se consideró un asunto idóneo para ilustrar la dificultad máxima en el arte al tratarse de enormes figuras desnudas en complicados escorzos y representar el dolor extremo.
Una temática difícil para aquellos que se adentran por primera vez en el magnífico viaje de la Historia del Arte, pero que una vez se da a conocer y sobre todo se entiende, ayuda mucho más a apreciar la pintura y todo aquello que la ha rodeado a lo largo de los siglos y que actualmente la sigue rodeando.
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El Museo del Prado ha encargado de nuevo una obra original a dos autores de cómic contemporáneos, en este caso coincidiendo con la primera exposición monográfica de dibujo de Ribera y la publicación del primer catálogo razonado de esta parte de su producción. Los autores del éxito editorial Yo, asesino, Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952) y Keko (Madrid, 1963), desarrollan ”El perdón y la furia” una obra gráfica compuesta al más estilo noir artístico, de carácter perturbador en el que la trama trepidante es envuelta en el misterio que tienen las Furias de Ribera como base de un argumento que invita al estudio y la inquietud por saber más de unas Furias y de su significado. Plantea un acercamiento a la obra de Ribera a través de las pinturas que representan con mayor vehemencia su estética del dolorPartiendo de las imágenes ya mencionadas de Ticio e Ixión de Ribera, Altarriba y Keko proponen la desaparición de Sísifo y Tántalo. Una ausencia de estas obras que hacen la búsqueda del profesor de universidad Osvaldo a llevarle a explorar los secretos de la obra de Ribera hasta caer en la obsesión. Nada, ni siquiera el asesinato, se interpondrá en un recorrido martirológico en el que acaba identificándose con todos esos santos sometidos a la crueldad riberiana.  Nadie sabe cuándo, cómo ni por qué se ha empeñado en descubrir el misterio, incluso, en reparar la pérdida.
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Bajo un guión apasionante, una escenografía gráfica muy conseguida y una edición cuidada. Altarriba y Keko transmiten -desde un rigor pragmático- a la perfección el traspaso de dos fronteras elásticas entre tensión y dolor de las figuras de Ribera que son representados en unos escorzos casi imposibles y que junto a las grandes manchas de negro sobre blanco que componen cada página del cómic, cada figura de los personajes lucha por salir y mostrar su luz, que junto a la genialidad de “mezclar” imagen real (con la representación de Ticio), hay una grandiosa odisea gráfica íntima y simbólica que atraviesa al público de forma angustiosa e indesligable. “El perdón y la furia” es una propuesta reducida de obra de arte traspasada a palabras y dibujos, mediante la estructura narrativa del cómic convirtiéndola en puros conceptos de arte en si mismo en donde el perdón y la furia transmiten la misma contraposición que hay entre la luz y la oscuridad, la redención y el dolor, la gracia y la penitencia. Por lo que como afirma Luis Alberto de Cuenca “es algo muy de agradecer en estos torvos y tediosos tiempos que corren, devastados por una hiperespecialización antihumanística y desprovista de sentido”.
el perdon y la furia portada museo del prado

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