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sábado, 29 de abril de 2017

Arte urbano en íntimo formato


'Eclipse urbano', de Jonipunto. JONIPUNTO
Más allá de grandes murales, la capital acoge cientos de intervenciones que salpican tuberías, placas o bolardos cargadas de ironía y sentido del humor

"Las paredes tienen vida propia, y cuantas más capas de pintura, ventanas, tuberías y grietas, más heridas, y más aventuras nos tienen que contar". En el imaginario de Jonipunto conviven trazos que se derriten, niños que juegan en la calle, sombras intermitentes que sujetan a personajes voladizos y sonrisas que van y vienen. Cuenta que se considera observador antes que ingenioso. Y que, aunque se trabe contando chistes, el sentido del humor va implícito en su forma de ser y, sobre todo, de dibujar.
Para este madrileño, la calle tiene ese "componente de libertad" que permite crear "sin limitaciones y con mucha naturalidad". Al margen de grandes fachadas y muros, él prefiere aprovechar los resquicios más camuflados que le brinda el asfalto. "El mensaje es la esencia de cualquier trabajo. Es posible que la tendencia a encontrar la integración de la obra con el entorno urbano me haya llevado a reducir el tamaño de las intervenciones. En cualquier caso, la base es la misma, consolidar una idea a raíz de un pensamiento y ser capaz de encajarla en las paredes", asegura.
Entre los factores que animan a figuras como Jonipunto a preferir los pequeños gestos antes que las largas explicaciones, los recovecos antes que los murales, Fernando Figueroa, doctor en Historia del Arte y experto en el denominado 'Grafiti Movement', destaca "la asequibilidad operativa y la discreción de la acción". "Si no cuenta con los medios económicos y hasta con los permisos necesarios, no todo el mundo puede abordar un proyecto de gran envergadura. El 'boom' de las medianerías comporta una adecuación al concepto del espectáculo imperante, el ingreso en un circuito que convierte el arte urbano en una modalidad reconocible como muralismo", explica. "Esto ha generado una distorsión, una adecuación a un formato publicitario y una selección que desnaturaliza la libertad de expresión. El colosalismo contribuye al distanciamiento entre espectador y creador".
Según opina Guillermo de la Madrid, fundador de la organización Madrid Street Art Project y empedernido documentalista del arte urbano de la capital, el pequeño formato permite "trabajar más la sorpresa". "En este sentido, los grandes murales son más obvios pero, ante las pequeñas intervenciones, las que te encuentras de manera inesperada, la sorpresa aumenta cuando están ocultas. Se supone que el objetivo del artista sería tener visibilidad pero, en estos casos, están a veces tan escondidas que muchos viandantes se las pierden. Eso sí, si dan con ellas, el efecto es mucho mayor. Juegan con el contexto, y eso les da un valor añadido".
De jugar saben, y mucho, los miembros de colectivo Yipi Yipi Yeah. Si las grietas y las cañerías son algunos de los lienzos sobre los que Jonipunto trabaja, ellos prefieren las placas y las señales. "Siempre buscamos que cualquier intervención tenga un sentido en el entorno en el que va a ir. Paseamos por diferentes zonas y pensamos dónde puede encajar. Casi nunca dejamos cosas al azar", aseguran. "El caso de las señales, por ejemplo, es un reto y conlleva su dificultad, ya que es un soporte fijo con el que tienes que jugar para darle una vuelta de tuerca y proporcionarle un nuevo sentido, sin quitarle el que tiene la señalización, claro".
"Es interesante cómo cada técnica o material permite explorar las posibilidades de diferentes soportes o, por el contrario, en otras ocasiones, 'forzar' esa técnica para intervenir otros", apuntan desde Teje la araña. Con sus coloridas labores, lo mismo arropan bolardos y farolas que fuentes y estatuas. "A través de los 'yarn bombings' (intervenciones con tejidos en el mobiliario urbano) hemos podido explorar el concepto del absurdo. Generalmente, cuando alguien se topa con una de nuestras intervenciones, sonríe. Nos gusta pensar que esa sonrisa es la detonación de una chispa creativa, de manera que permite reconocernos como creadores, entendiendo el acto creativo como un rasgo característico en todos que ha sido descuidado y que puede y debe ser cultivado", añaden.
Es por eso por lo que se consideran más de puntos que de palabras. Al fin y al cabo, éstas "no lo pueden expresar todo". "La magia de las palabras permite adentrarte en los detalles más profundos de cada mensaje, imaginándolos según avanzan las frases. Pero una representación visual te transmite, desde el primer momento que se cuela en tu mirada, una sensación que te acompaña durante todo proceso de interpretación del mensaje", corrobora Jonipunto. "Es esta misma sensación la que te ubica en un contexto, la que empatiza con la obra y la que amplifica y retiene su significado. En este sentido, creo que el lenguaje de las interpretaciones visuales es una muy buena herramienta para compartir estados de ánimo y reflexiones con solo una mirada. El significado vendrá después".
Ese "después" implica, a menudo, que las piezas acaben desapareciendo, engullidas por el paso del tiempo o, simplemente, reemplazadas por otra nueva. "Cuando uno realiza una intervención, le gustaría que durase mucho tiempo, pero la realidad es que, en muchos casos, al día siguiente ya no está. Con la experiencia descubres que una pieza cañera que te crees que va a durar un instante, sobrevive años, y que otra más discreta aguanta horas. Nunca se sabe", sentencian desde Yipi Yipi Yeah. "Ha habido una merma notable, sobre todo de acciones anónimas. En el caso de Madrid, es muy evidente esa depresión, a la que contribuye la elaboración de espacios regulados y la concentración en unos barrios concretos que sirven de escaparates oficiosos. Esto hace que la perseverancia y la continuidad se truequen por lo temporal o intermitente y lo anecdótico o simbólico", lamenta Figueroa.
Por eso, cuando se le pregunta qué añadido aportan estas intervenciones en pequeño formato a la ciudad en la que se dan cita, las reivindica así: "Sorprenden al espectador y avivan su curiosidad, su capacidad de escucha, de hacerle pensar o sentir. De ahí suele surgir una complicidad, un proseguir buscándose al otro lado de las esquinas, a lo alto y a lo bajo de nuestra monotonía diaria. La convierten en un lugar vivo y vivido. Hacen de la calle un espacio de juego, regado de experiencias que nos saquen de la rutina y del vacío vital. Apelan a nuestra condición de animales sociales e interventores de nuestro entorno". "Implican ir un paso más allá", recalca de la Madrid. "El arte urbano ya hace que el deambular sea diferente, pero este tipo de sorpresas que aparecen en tu día a día aumenta el asombro. Un pequeño rinconcito puede cambiar, en un momento dado, tu caminar por la ciudad".

Fuente
http://www.elmundo.es

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