El retorno al orden en la época de entreguerras fue tendencia común dentro y fuera de Europa (se trató de la primera vanguardia realmente internacional, según Pablo Jiménez Burillo), pero fue en Italia donde esa mirada hacia lo canónico se manifestó sin paliativos como un regreso a una concepción de belleza sin peros. Tras la I Guerra Mundial, y a raíz de la crisis de los ismos nacidos en los primeros compases del siglo XX, el progreso dejó de entenderse como positivo per se para que comenzara a germinar en los artistas la necesidad de mirar atrás, no tanto al pasado desde la nostalgia, sino a la armonía artística perdida: a las composiciones sencillas y el dibujo definido; huyendo del capricho y de lo violento e impulsivo del individuo que habían exaltado las vanguardias.
La Fundación MAPFRE presenta desde el próximo 25 de febrero en Recoletos, en colaboración con el MART de Trento y Rovereto, la muestra “Retorno a la belleza. Obras maestras del arte italiano de entreguerras”, una muestra que recoge exclusivamente arte italiano (pinturas y esculturas, obras “de manual” y otras que serán un descubrimiento) pero que es mucho más que una muestra de arte de aquel país: es inevitable no establecer conexiones entre muchas de las piezas presentes y la Nueva Objetividad, el Realismo Mágico, el primer Dalí, Picasso e incluso Romero de Torres (buscad si no las morenas de Tozzi), porque aquel regreso al orden fue una seña de identidad compartida, un lenguaje común adaptable a tradiciones nacionales y peculiaridades locales, y por ello un episodio fundamental del arte occidental. Conviene recordar que bastantes autores españoles que trabajaron en los cuarenta y los cincuenta se fijaron en obras como estas para intentar dar forma en nuestro país a un arte más contemporáneo y abierto a las corrientes internacionales.
Aunque el grueso de las obras que componen la exposición proceden del MART, un centro con el que la Fundación MAPFRE ya colaboró en sus recientes muestras dedicadas a los macchiaioli y al paso del Divisionismo al Futurismo, muchas han sido prestadas por colecciones privadas, y entre ellas algunas no se exhibían al público desde hace más de una década.
Unas y otras tienen en común su homenaje a lo clásico y armónico, su recuerdo vivo a una noción de belleza asociada a la bondad; ideas que algunos de los artistas presentes no habían abandonado tampoco antes de la Gran Guerra pero que muchos retomaron después, en ese periodo de confusión y devastación que siguió al conflicto y en el que también se manifestó una evidente decepción hacia el positivismo y la carrera por un progreso que empezaba a mostrar su peor cara. Y un caso evidente en esa conversión fue el del antes futurista Carrá.
Frente a la angustia de las atmósferas y las caras de la Nueva Objetividad germánica, en Italia pintores y escultores miran hacia el arte clásico y renacentista mediterráneo buscando una edad de oro que, hubiese existido realmente o no, identificaban con la Arcadia. Miraron hacia atrás pero también, como Jano, hacia adelante, y uno de los creadores que con mayor claridad manifestó la relatividad del concepto de tiempo, deteniéndolo en escenas de arquitecturas enigmáticas a medio camino entre el pasado y el futuro, fue De Chirico, presente en la exposición y referente para numerosos creadores desde los años veinte.
Frente a la angustia de las atmósferas y las caras de la Nueva Objetividad germánica, en Italia pintores y escultores miran hacia el arte clásico y renacentista mediterráneo
Volviendo a Carrá, la suya fue una de las transiciones más espectaculares: tras ensalzar la máquina y la velocidad, sintió la necesidad de volver sus ojos hacia los orígenes de la pintura italiana, fundamentalmente hacia Uccello, Piero della Francesca y el Renacimiento, decisivos igualmente para Casorati.
Algunas miradas al pasado fueron más allá: encontraréis en MAPFRE piezas que remiten al arte pompeyano (buscad las pinturas de Campigli) y fijaos no solo en las formas corporales o en el clasicismo de los paisajes y los rostros, también en el tratamiento de los elementos fundamentales de la pintura (las formas geométricas) y en el tratamiento cuidado de la armonía entre las partes.
A los intereses de estos artistas les dio estrato filosófico Margherita Sarfatti, mecenas involucrada en la cristalización de este retorno a la belleza que teorizó las posibilidades de conjugar clasicismo y modernidad; de ser clásico sin ser clasicista para cultivar una “moderna clasicidad”. Por eso Carrá habló de que lo alentaba una “necesidad profunda de mirar al pasado, pero no tenía voluntad de volver atrás”.
La exposición se organiza en secciones temáticas dedicadas a los géneros cultivados por estos artistas de entreguerras, géneros tradicionales que, salvo el bodegón (Morandi, claro) y parcialmente el paisaje, había negado la vanguardia: el desnudo, el retrato, las edades de la vida… Si nos fijamos, géneros estos en los que vuelve a tomar protagonismo la presencia humana, porque el retorno a la belleza fue asimismo una vuelta al hombre, dio pie al nacimiento de un nuevo humanismo. Encontramos numerosos retratos de grupo en gran formato, porque permitían a los pintores un estudio más logrado de la composición y los claroscuros; fijaos en Usellini, en el grupo en la escalera de Donghi, en el Concerto de Casorati que tanto evoca a Masaccio o en Pompeo Borra.
Retorno a la belleza. Obras maestras del arte italiano de entreguerras
Paseo de Recoletos, 23
28004 Madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario