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domingo, 6 de mayo de 2018

Las ferias de arte gritan por el altavoz


La 'performance' 'Suffragette City', de la artista holandesa Lara Schnitger.
La 'performance' 'Suffragette City', de la artista holandesa Lara Schnitger.  FRIEZE

La Frieze de Nueva York estrena un programa de instalaciones y ‘performances’ sobre asuntos de actualidad


Durante décadas fueron burbujas aisladas del resto del mundo donde, a lo largo de un fin de semana largo, galerías y coleccionistas se encerraban para dedicarse a la compraventa de obras. Pero las ferias de arte, convertidas en un fenómeno global y millonario, se esfuerzan en abandonar ese vetusto modelo. El último ejemplo se ha visto en los pasillos de Frieze New York, la sucursal estadounidense de la feria británica que, en poco más de una década, ha logrado hacerse un hueco destacado en el mapamundi del arte, hasta el punto de rivalizar con la legendaria Art Basel. Su séptima edición en Nueva York concluirá hoy en Randall’s Island, enclave casi deshabitado encajado entre Harlem y el Bronx, con un fuerte regusto político.
En uno de los extremos de la isla, a veinte minutos a pie del recinto en el que se celebra la feria, el artista Adam Pendleton ha plantado su bandera: una veleta sacudida por el viento que rinde homenaje al movimiento Black Lives Matter, que desde 2013 protesta contra la violencia hacia los afroamericanos. El punto escogido para erigir su obra no es accidental: durante siglos, esta lengua de tierra fue conocida como Negro Point (“La punta del negro”), a causa de la raza de los pescadores que solían frecuentarla. La obra forma parte de un programa de instalaciones y performances ideado expresamente para la ocasión, que la feria ha encargado a Adrienne Edwards, comisaria afroamericana que ha despuntado por su trabajo en la bienal Performa, que se celebra cada dos otoños en Nueva York.
Edwards seleccionó una serie de obras de cariz marcadamente político, que reaccionan ante asuntos de actualidad, como el despertar feminista de los últimos meses o el enquistado debate sobre el control de las armas en Estados Unidos. “Fue una ocasión para hablar de la complejidad del clima político de nuestro tiempo y para mostrar la respuesta que los artistas le están dando, en un contexto de toma de conciencia por parte de muchos de ellos”, explica Edwards, recién nombrada primera comisaria para la performance del Whitney neoyorquino. Para ella, el arte politizado no está fuera de lugar en una cita que aspira a resumir las últimas tendencias del sector.
Algo más allá, una manifestación recorre los pasillos de la feria, ocupados estos días por 200 galerías de 30 países distintos. En realidad, esa concentración es puro arte: se titula Suffragette City y es una “procesión feminista” orquestada por la artista holandesa Lara Schnitger. Desde 2015, ya había interpretado esta performance en ciudades como Los Angeles, París o Dresden. Sin embargo, para la Frieze neoyorquina, la artista decidió añadir una sutil referencia al movimiento #MeToo: las manifestantes empiezan susurrando sus cánticos y terminan gritándolos a todo volumen, como sucedió con la campaña de denuncias respecto a las agresiones sexuales. “A dress is not a yes!”, exclama una de ellas. Es decir, que un vestido nunca equivale a un sí.
“Al principio me preocupó traer la obra a la feria, porque está pensada para las calles de una ciudad, pero ha terminado teniendo mucho impacto”, asegura Schnitger. La artista se alegra de que las ferias de arte empiecen a hablar del mundo que les rodea igual que lo haría un museo o una bienal. “El antiguo modelo resulta aburrido. Me hace feliz que el visitante que acude a una feria se vea perturbado por obras de gran carga política. Lo queramos o no, este es el tiempo en que el que vivimos. No podemos seguir observando obras que son cuadrados pintados de color azul, porque no responden al momento en que nos encontramos”, afirma Schnitger.


POLITIZACIÓN CRECIENTE


Varios ejemplos recientes confirman esta politización creciente. En el último Armory Show, que se celebró en marzo en la orilla oeste de Manhattan, el fotógrafo francés JR expuso su proyecto sobre Ellis Island, la isla en la que desembarcaban los inmigrantes que aspiraban a rehacer sus vidas en Estados Unidos. El artista urbano tomó fotografías de archivo y sustituyó los rostros de sus protagonistas por los de migrantes sirios de hoy, sin advertir a sus responsables sobre el cambiazo. En la pasada edición de Art Basel, una obra sobre la situación en la isla de Lampedusa, a cargo del italiano Francesco Arena, ocupó numerosos titulares, tal como sucedió con una fotografía de un campo de refugiados en Líbano, firmada por el irlandés Richard Mosse, en la última Frieze londinense. Aunque el ejemplo más rotundo sigue siendo la polémica originada en el pasado Arco por Santiago Sierra, cuya obra Presos políticos españoles contemporáneos fue retirada a petición de la organización de la feria madrileña, para evitar amplificar la polémica que se había originado. Huelga decir que el resultado fue el opuesto al deseado.
Fuente
https://elpais.com

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