El escultor José Luis Sánchez en 2016. (Malopez 21)
CONOCIDO POR SU ARTE SACRO CONTEMPORÁNEO
Uno de los principales impulsores de la abstracción en la escultura de corte sacro desde finales de los años 50 ha fallecido a los 92 años
En la mañana del miércoles murió a los 92 años el escultor albaceteño José Luis Sánchez (Almansa, 1926), miembro desde 1987 de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y uno de los pioneros en trasladar la abstracción a la escultura española. Sus aportaciones más destacadas fueron dentro del arte sacro contemporáneo desde finales de los años cincuenta: su grupo escultórico del Bautismo de Cristo para el baptisterio de la madrileña Parroquia de la Paz, construido en 1959, para el que utilizó materiales como hierro, cemento y chapa de cobre es una de sus obras más reconocidas.
A pesar de formar parte de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a primera hora de esta tarde, la institución no tenía conocimiento del fallecimiento del artista. Tampoco la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla La Mancha. Porque las redes sociales han sido las primeras en confirmar la muerte de Sánchez. "Pues parece que ha fallecido José Luis Sánchez, uno de los más importantes escultores del siglo XX en España", ha informado el arquitecto David García-Asenjo. También lo confirma la arquitecta gallega Silvia Blanco, quien lo había entrevistado en varias ocasiones y que preparaba junto a García-Asenjo y el también arquitecto Ángel Cordero Ampuero un libro sobre la obra del manchego: "Hablé ayer con la hija de José Luis, Paloma Canivet, que me confirmó que su padre había fallecido el miércoles por la mañana". "Me dijo que su padre quería una despedida muy discreta. No quiso velatorio ni funeral, sólo cremación".
Sánchez, quien estudió en Madrid, Roma, Milán y París, ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de la capital española en 1950 y fue contemporáneo de Chillida y próximo de Pablo Serrano, el grupo El Paso y el arquitecto Rodolfo García Pablos. En 1954 fue reconocido con una Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes. "José Luis Sánchez era un hombre muy manchego: le gustaba mucho el arte popular, pero a la vez era muy cosmopolita", recuerda Blanco.
"Había viajado mucho en los años cincuenta y sesenta, cuando España negreaba. Ya entonces había estado en Italia y se fue a trabajar a París, donde conoció a su mujer, la ceramista Jacqueline Canivet, y a su vuelta intentó aplicar todos sus conocimientos a vidrieras, murales, cerámica, escultura...". "Fue tal la celebridad que tuvo en los años sesenta, que en el 63 hizo una figura de Isabel la Católica para la Exposición Mundial de Nueva York del 64 de la que hicieron varias copias: la original está en Washington frente a la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA); luego hicieron una copia que está, si no recuerdo mal, en San Luis (Misuri) y otra en Alabama".
Él lo que intentaba era crear un arte universal con materiales que eran económicos, como el hormigón, el hierro, la chapa
"Él lo que intentaba era crear un arte universal con materiales que eran económicos, como el hormigón, el hierro, la chapa", prosigue, "y les sacaba la máxima expresión". "Pero claro, eran materiales despreciados por la sociedad. Imagínate hacer un retablo de hormigón armado —tenía muchos—; eso la sociedad no lo entendía, y tampoco los sacerdotes", ríe. "Sus murales para las iglesias eran como si un arado hubiese pasado por encima del hormigón. Eran violentos, pero al mismo tiempo estaban vinculados a los retablos barrocos mexicanos que él conoció". El escultor madrileño Ángel Ferrant fue uno de sus principales maestros y una de las figuras que más influyó en su obra.
"Su obra estaba en iglesias, en oficinas, en colegios; hasta en la Línea de la Concepción tenía obra. En calles, en plazas —tiene una justo delante de las Torres de Colón en Madrid, otra delante del Ministerio de Economía—. Tiene muchísima obra en Madrid, aunque alguna ha desaparecido y otras han sido transformadas", apunta Blanco. "Yo creo que no se le ha dado el valor patrimonial que merecía". "Creo que le pesó la ingrata circunstancia de llamarse José Luis Sánchez, un nombre tan común. Creo que eso le ha impedido tener una mayor proyección en el mundo social del arte. Además no era nada divo. E hizo su trabajo con oficio, sin dobleces. Empezó con un taller en la Ciudad Universitaria donde trabajaba con su mujer y con otros artistas como Arcadio Blasco".
Durante su carrera también ejerció como profesor de Bellas Artes, fue Primer Premio de Diseño Industrial, Medalla de Oro de la Bienal de Arte Cristiano de la Bienal de Budapest y de la Bienal de Salzburgo en 1962 por el retablo para las Esclavas del Sagrado Corazón. Su obra se ha exhibido en alrededor de 55 exposiciones individuales en Europa y 65 obras monumentales por el mundo. "Él viajó a Estados Unidos, a los países nórdicos con Joaquín Vaquero Turcios, que ya falleció en 2010. También estaba muy unido a Francisco Farreras, Manuel Suárez Molezún. Todos ellos vivían en la misma urbanización y viajaban juntos, e intentaban incorporar la escultura a todos los ámbitos de la vida del hombre".
"Ha sido una despedida muy discreta, porque él era un hombre muy discreto", explica Blanco. "Ayer su hija Paloma me dijo que había sido además un maravilloso padre, ¿qué más se puede pedir?". "Era un hombre muy servicial, muy honesto, y recibía a todo el mundo muy bien. Todos los investigadores que tenían que tratar con él y que han trabajado sobre arte contemporáneo, todos han tenido que citarlo en algún momento y abordar su obra. Siempre que ibas a su casa nunca te ibas con las manos vacías, siempre tenía algún detalle: una foto antigua, un libro.... Era muy detallista. Un hombre austero, pero muy delicado".
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