Jeff Koons, el artista vivo mejor pagado (Propias)
El Museo Whitney de Nueva York, que expone su primera retrospectiva, registra un récord de visitas
Su perrito gigante, amarillo y brillante le ha convertido en el artista vivo mejor pagado; este exagente de bolsa cosecha éxito y controversia
El artista ha diseñado un bolso para H&M con la reproducción de su perro que ha arrasado en Estados Unidos.
La cadena sueca de almacenes de ropa barata de diseño H&M ha puesto a la venta un bolso de mano que lleva una reproducción de 15 centímetros de un perrito aparentemente construido con globos como los que se venden en las ferias. El bolso cuesta en Estados Unidos 49,5 dólares, unos 37 euros, y ha sido visto y no visto. El perrito original reproducido en los bolsos tiene otro tamaño: Mide 307,3 por 363,2 por 114,3 centímetros. Es de un color amarillo subido de tono, teñido de un acero inoxidable muy brillante, por el que alguien pagó el año pasado en una subasta 58,4 millones de dólares. Nunca nadie había pagado tanto por la obra de un artista vivo, Jeff Koons (York, Pensilvania, 1955), el creador ahora mismo más cotizado y más controvertido del mundo.
Hay quien se pregunta por qué se idolatra a Koons que ha copiado la idea de los mercachifles y el mundo del arte se ha dividido entre fans partidarios del creador estadounidense y detractores acérrimos que juntos han contribuido con su controversia a disparar la cotización de sus obras por encima de la de cualquier otro artista contemporáneo. Por una reproducción gigante de Popeye en acero inoxidable se han pagado 28 millones de dólares y por un tren construido con el mismo material pero presuntamente cargado de whisky, 33, 7 millones. A pesar de ello, algunos críticos aseguran que Koons ha reconciliado el arte con la clase media.
Hasta ahora algunos artistas habían accedido a asociarse con firmas comerciales, pero sin bajar de la élite como hizo Murakami con Louis Vuitton. Lo de Koons con H&M es obviamente distinto. Ha llegado a describirse como "un giro democrático"... que le ha resultado muy rentable a él y a la firma patrocinadora.
Koons expone ahora la primera retrospectiva de su obra en el Whitney Museum of American Art, la galería chic de Nueva York, que le ha dedicado prácticamente todo el edificio del Upper East Side antes de mudarse al Meatpacking District. Nunca antes la Whitney había tratado con tanta reverencia a un artista, ni siquiera a Andy Warhol, pero el espectáculo ha tenido una respuesta sensacional. Ya tiene asegurado el récord de asistencia. Será un cúmulo de banalidades o será un derroche de talento, pero la gente sucumbe ante el perrito de globo, la aspiradora con fluorescentes, o las pelotas de baloncesto ahogándose en una pecera. El debate se establece entre los que consideran a Koons un charlatán y los que afirman que ha transformado la charlatanería en arte.
Jeff Koons vende y vende caro, probablemente porque desde muy joven tuvo que aplicar la técnicas de Dale Carnegie para sobrevivir como vendedor ambulante. Nacido en York, Pensilvania, hace 59 años, su padre era decorador de interiores y su madre costurera. Estudió arte en Chicago y cuando dio por terminados sus estudios, con 21 años, se instaló en Nueva York. Trabajó primero para el MoMA pero su empleo tenía poco que ver con el arte. Buscaba socios que se abonaran a cambio de una exigua comisión. Luego encontró mejor retribución vendiendo bonos de empresas que se abrían paso en la bolsa de Wall Street.
"No creo que los artistas realmente estén interesados en el dinero. Ese no es el motivo por el arte", dice ahora, pero su fulgurante carrera en el mercado del arte no se entendería sin tener en cuenta que desde el primer momento ha ejercido de hombre-anuncio de su obra sin disimular: "Pienso en mi trabajo cada minuto del día y todos los días, cuando me levanto me pellizco para empezar con ventaja", confiesa.
Tenía tan claro que debía promocionar su producto que contrató un agente de prensa para que las revistas de arte publicaran fotos de sí mismo situado en ambientes de lujo que le proporcionaron la imagen de artista de éxito y en actitudes extravagantes rodeado de escolares y/o cerdos. Por supuesto, la publicidad le procuró notoriedad y controversia de los detractores que le consideraban un personaje superficial y falso. Su relación con los objetos populares del consumo cotidiano y la publicidad han suscitado la comparación con Andy Warhol, pero su ídolo de juventud fue Salvador Dalí y del pintor ampurdanés aprendió a transgredir con su obra y con su vida a épater les burgeois, una estrategia estadísticamente exitosa en el mercado del arte desde que Dalí se paseaba por Manhattan arrastrando una vaca.
Pero provocar y transgredir casi un siglo después requería más exigencia e imaginación. Koons se casó, probablemente por amor, con la actriz porno italiana Ilona Staller, la Cicciolina, que llegó a ser diputada del partido radical con el argumento político que consistía en enseñar sus pechos al pueblo. El matrimonio Koons-Staller duró apenas siete años, pero marcó para siempre la obra de Koons y su imagen pública. En la serie titulada Made in Heaven, que presentó en la Bienal de Venecia de 1990, Koons formaba parte de su propia obra. Aparecía como un atleta sexual fornicando explícitamente con Cicciolina en diversas posturas y actitudes grotescas. Como varios años antes John Lennon y Yoko Ono ya se habían fotografiado desnudos en actitud íntima, lo de provocar con el sexo ya parecía una referencia superada. La crítica se ensañó con Koons, pero el artista norteamericano se mantuvo firme en su estrategia basada en el proverbio daliniano "que hablen de ti aunque sea bien". De Cicciolina, Koons se divorció en 1998. Fruto del matrimonio había nacido un hijo por cuya custodia siguen pleiteando. Cicciolina se niega a ceder la custodia pese a que los tribunales estadounidenses se la atribuyeron a él. El pleito también ha determinado la producción artística de Koons, que convierte en piezas de arte reproducciones descomunales de los juguetes de su hijo. "Intento hacer un arte que mi hijo puede mirar en el futuro para que se dé cuenta de lo mucho que pensaba en él", se ha justificado el artista.
La paradoja es que el kitsch tan denostado en el mundo del arte predomina en la obra del artista más cotizado, que se ha atrevido a reproducir como obras de arte descomunales los vulgares souvenirs de la Grecia y la Roma antiguas que compran los turistas. Y son precisamente las reproducciones tridimensionales lo más cotizado de su obra. Los coleccionistas hacen cola y Koons les obliga a pagar por adelantado para guardar turno. Los críticos reconocen que los objetos tridimensionales son lo mejor de su producción, eso sí trabajada con precisión en su taller de Chelsea, donde tiene contratados a 125 empleados. Koons los necesita para llevar a cabo su grandes proyectos públicos, los que han confirmado la solidez de su obra, sobre todo : Puppy, el cachorro de 13 metros de alto realizado a base de flores que preside el Guggenheim de Bilbao, y ahora el Split-Rocker, mitad juguete, mitad cachorro, de 37 metros de altura, 150 y toneladas de peso y 70.000 flores que presidirá hasta el 12 de septiembre el Rockefeller Center de Nueva York. Son la imagen de marca de un artista que, como escribió el crítico Howard Halle en Time Out, "es al mismo tiempo la marca y su falsificación".
Fuente
https://www.lavanguardia.com
Hay quien se pregunta por qué se idolatra a Koons que ha copiado la idea de los mercachifles y el mundo del arte se ha dividido entre fans partidarios del creador estadounidense y detractores acérrimos que juntos han contribuido con su controversia a disparar la cotización de sus obras por encima de la de cualquier otro artista contemporáneo. Por una reproducción gigante de Popeye en acero inoxidable se han pagado 28 millones de dólares y por un tren construido con el mismo material pero presuntamente cargado de whisky, 33, 7 millones. A pesar de ello, algunos críticos aseguran que Koons ha reconciliado el arte con la clase media.
Hasta ahora algunos artistas habían accedido a asociarse con firmas comerciales, pero sin bajar de la élite como hizo Murakami con Louis Vuitton. Lo de Koons con H&M es obviamente distinto. Ha llegado a describirse como "un giro democrático"... que le ha resultado muy rentable a él y a la firma patrocinadora.
Koons expone ahora la primera retrospectiva de su obra en el Whitney Museum of American Art, la galería chic de Nueva York, que le ha dedicado prácticamente todo el edificio del Upper East Side antes de mudarse al Meatpacking District. Nunca antes la Whitney había tratado con tanta reverencia a un artista, ni siquiera a Andy Warhol, pero el espectáculo ha tenido una respuesta sensacional. Ya tiene asegurado el récord de asistencia. Será un cúmulo de banalidades o será un derroche de talento, pero la gente sucumbe ante el perrito de globo, la aspiradora con fluorescentes, o las pelotas de baloncesto ahogándose en una pecera. El debate se establece entre los que consideran a Koons un charlatán y los que afirman que ha transformado la charlatanería en arte.
Jeff Koons vende y vende caro, probablemente porque desde muy joven tuvo que aplicar la técnicas de Dale Carnegie para sobrevivir como vendedor ambulante. Nacido en York, Pensilvania, hace 59 años, su padre era decorador de interiores y su madre costurera. Estudió arte en Chicago y cuando dio por terminados sus estudios, con 21 años, se instaló en Nueva York. Trabajó primero para el MoMA pero su empleo tenía poco que ver con el arte. Buscaba socios que se abonaran a cambio de una exigua comisión. Luego encontró mejor retribución vendiendo bonos de empresas que se abrían paso en la bolsa de Wall Street.
"No creo que los artistas realmente estén interesados en el dinero. Ese no es el motivo por el arte", dice ahora, pero su fulgurante carrera en el mercado del arte no se entendería sin tener en cuenta que desde el primer momento ha ejercido de hombre-anuncio de su obra sin disimular: "Pienso en mi trabajo cada minuto del día y todos los días, cuando me levanto me pellizco para empezar con ventaja", confiesa.
Tenía tan claro que debía promocionar su producto que contrató un agente de prensa para que las revistas de arte publicaran fotos de sí mismo situado en ambientes de lujo que le proporcionaron la imagen de artista de éxito y en actitudes extravagantes rodeado de escolares y/o cerdos. Por supuesto, la publicidad le procuró notoriedad y controversia de los detractores que le consideraban un personaje superficial y falso. Su relación con los objetos populares del consumo cotidiano y la publicidad han suscitado la comparación con Andy Warhol, pero su ídolo de juventud fue Salvador Dalí y del pintor ampurdanés aprendió a transgredir con su obra y con su vida a épater les burgeois, una estrategia estadísticamente exitosa en el mercado del arte desde que Dalí se paseaba por Manhattan arrastrando una vaca.
Pero provocar y transgredir casi un siglo después requería más exigencia e imaginación. Koons se casó, probablemente por amor, con la actriz porno italiana Ilona Staller, la Cicciolina, que llegó a ser diputada del partido radical con el argumento político que consistía en enseñar sus pechos al pueblo. El matrimonio Koons-Staller duró apenas siete años, pero marcó para siempre la obra de Koons y su imagen pública. En la serie titulada Made in Heaven, que presentó en la Bienal de Venecia de 1990, Koons formaba parte de su propia obra. Aparecía como un atleta sexual fornicando explícitamente con Cicciolina en diversas posturas y actitudes grotescas. Como varios años antes John Lennon y Yoko Ono ya se habían fotografiado desnudos en actitud íntima, lo de provocar con el sexo ya parecía una referencia superada. La crítica se ensañó con Koons, pero el artista norteamericano se mantuvo firme en su estrategia basada en el proverbio daliniano "que hablen de ti aunque sea bien". De Cicciolina, Koons se divorció en 1998. Fruto del matrimonio había nacido un hijo por cuya custodia siguen pleiteando. Cicciolina se niega a ceder la custodia pese a que los tribunales estadounidenses se la atribuyeron a él. El pleito también ha determinado la producción artística de Koons, que convierte en piezas de arte reproducciones descomunales de los juguetes de su hijo. "Intento hacer un arte que mi hijo puede mirar en el futuro para que se dé cuenta de lo mucho que pensaba en él", se ha justificado el artista.
La paradoja es que el kitsch tan denostado en el mundo del arte predomina en la obra del artista más cotizado, que se ha atrevido a reproducir como obras de arte descomunales los vulgares souvenirs de la Grecia y la Roma antiguas que compran los turistas. Y son precisamente las reproducciones tridimensionales lo más cotizado de su obra. Los coleccionistas hacen cola y Koons les obliga a pagar por adelantado para guardar turno. Los críticos reconocen que los objetos tridimensionales son lo mejor de su producción, eso sí trabajada con precisión en su taller de Chelsea, donde tiene contratados a 125 empleados. Koons los necesita para llevar a cabo su grandes proyectos públicos, los que han confirmado la solidez de su obra, sobre todo : Puppy, el cachorro de 13 metros de alto realizado a base de flores que preside el Guggenheim de Bilbao, y ahora el Split-Rocker, mitad juguete, mitad cachorro, de 37 metros de altura, 150 y toneladas de peso y 70.000 flores que presidirá hasta el 12 de septiembre el Rockefeller Center de Nueva York. Son la imagen de marca de un artista que, como escribió el crítico Howard Halle en Time Out, "es al mismo tiempo la marca y su falsificación".
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