2.000 mujeres artistas integraban la lista inicial elaborada y estudiada durante años por los ejecutivos de la editorial Phaidon y un comité internacional de expertos en arte. Tras una dura criba, la lista fue reducida a 400 artistas, que son las que forman parte del libro Grandes MujeresArtistas, que publica la editorial y supone uno de los más completos y exquisitos compendios de arte femenino publicados hasta la fecha.
El libro, como reconocen fuentes de la propia editorial, responde a la época actual, donde el arte realizado por mujeres es más importante que nunca: “Muchas artistas femeninas pasadas por alto anteriormente, ahora están ganando reconocimiento y valor, tanto en los museos como en las galerías y subastas. Grandes Mujeres Artistas revela así una historia paralela del arte”.
El libro traza la historia de unas 400 artistas que abarcan 500 años y 50 países: la más antigua, Properzia de Rossi, nació en 1490 en Bolonia, la más joven, Tschabalala Self, en 1990 en Harlem. Entre ambas, Elaine de Kooning, Agnes Martin, Cindy Sherman, Annie Leibovitz, Betty Goodman y un largo etcétera. A continuación, te lo ponemos más fácil: 10 obras maestras de 10 artistas femeninas. Ni menos, ni más.

1 Melancolía (Constance Marie Charpentier, 1801)
Pocos cuadros han reflejado mejor la melancolía femenina que esta pintura de la artista parisina Constance Marie Charpentier, especializada en escenas de género y retratos de mujeres y niños. En esta obra nos muestra a una joven muy bella pero tristona, en el corazón de un bosque vagamente iluminado por la luna llena.

2 Gemelas Idénticas (Diane Arbus, 1967)
La genial fotógrafa estadounidense tocó techo en su carrera con esta foto de unas hermanas gemelas supuestamente idénticas. Sin embargo, cuanto más las miramos, más vemos sus profundas diferencias: la expresión de sus caras, las posturas, incluso las medias… son distintas. Todo un estudio sobre la asimetría.

3 Autorretrato en un Bugatti verde (Tamara de Lempicka, 1929)
Aristócrata nacida en Polonia pero residente en Francia y Estados Unidos, esta pintora influida por el art decó revolucionó la pintura moderna, y también el rol femenino, entre otras cosas porque era bisexual. Este autorretrato es quizá su obra más lograda: una ética y una estética que influirían a la mismísima Madonna.  

4 El gran vals (Camille Claudel, 1905)
Una escultura de bronce que representa a un hombre y una mujer bailando –él desnudo, ella solo con una falda– como nunca se había hecho: sin mirarse, reos de una soledad compartida, dando la espalda a cualquier sombra de amor, únicamente centrados en la armonía de sus cuerpos, esto es, en su propio placer.

5 Tránsito en espiral (Remedios Varo, 1962)
Esta artista española, una de las máximas exponentes del surrealismo de la segunda mitad del siglo XX e íntima de la inglesa Leonora Carrington, pintó esta, su obra maestra, un año antes de su muerte. Una suerte de ciudad medieval de forma espiral que viene a ser un proyecto arquitectónico tan místico como oníricos.

6 Todo el amor eterno que tengo por las calabazas (Yayoi Kusama, 2016)
En esta instalación, la artista japonesa logra su mejor mirror room, enfocando la cámara reflectante en una serie de calabazas amarillas acrílicas cubiertas de lunares negros, que ser multiplican hasta el infinito en un cielo de espejos. El pop artcomo experiencia interactiva, como alucinación tangible y permanente.

7 Las dos Fridas (Frida Kahlo, 1939)
Surrealismo, naïf y folklore: de la mezcla de sus tres influencias fundamentales, sale la mejor obra de esta pintora mexicana. Un autorretrato tan físico como psíquico, que muestra la dualidad de su espíritu. Como ella decía, “me pinto a mí misma porque suelo estar sola y porque soy la persona que conozco mejor”. 

8 Saciada (Marilyn Minter, 2003)
En esta, quizá la obra más sensual de la serie de pinturas, fotos y vídeos que Minter dedicó al cuerpo femenino, no sabemos si la protagonista está comiendo las perlas o son ellas las que toman posesión de su boca. El caso es que el erotismo de los labios, del sudor, de la piel femenina no puede ser más salvaje ni más expresivo.

9 La feria de caballos (Rosa Bonheur, 1853)
Considerada una de las grandes artistas del siglo XIX, admirada por la reina Victoria y premiada con la Legión de Honor francesa, Bonheur destacó por el deslumbrante realismo de sus cuadros. En este, tras un arduo estudio anatómico, plasmó con rigor casi fotográfico la frenética actividad de una feria de caballos.

10 Mamá (Louise Bourgeois, 1999)
Con la mente en su atormentada infancia, marcada por la infidelidad de su padre y la resignación de su madre, esta artista creó una serie de arañas gigantes. Para ella, la araña es símbolo de protección y depredación, de fragilidad y fortaleza, de ternura y vampirismo. “Es una oda a mi madre, mi mejor amiga”, reconoció.
Fuente