El rojo intenso que se extrae de este insecto fue un tinte muy codiciado en la época precolombina. Tras la llegada de Colón, se convirtió, después del oro y la plata, en el tercer producto más exportado a Europa desde la Nueva España. Hoy, el diseñador mexicano Moisés Hernández lo utiliza para pintar sus sillas de madera
El oro y la plata no fueron las únicas grandes riquezas que el imperio español encontró al llegar a América. Aquellos conquistadores que arribaron a las costas del sureste de México, entre 1519 y 1521, también hallaron un tesoro de tamaño minúsculo que vivía entre los nopales (cactus): la grana cochinilla. Con el extracto de este insecto se obtenía un color rojo carmesí altamente cotizado por los pueblos prehispánicos, ya que el tono intenso perduraba por mucho tiempo y se utilizaba para teñir textiles como la lana o la seda. En aquel momento no se había encontrado un colorante con estas características, por lo que este gran producto fue exportado a Europa y al mundo entero.
El tono rojo intenso obtenido de la grana cochinilla (nocheztli en náhuatl), un pequeño insecto de unos seis milímetros de largo con caparazón blanquecino, nunca antes se había utilizado para teñir muebles de madera, algo que llamó la atención del diseñador Moisés Hernández (Ciudad de México, 1983). Hernández, pues, utilizó la grana cochinilla para pintar su colección de sillas que ya comercializa desde hace unas semanas en su estudio en Ciudad de México.
“Primero experimentamos con algunos trozos de madera porque no podíamos utilizar la misma técnica que usan los artesanos para teñir los textiles. Al principio fue complicado lograr que la tintura se adhiera a la madera. Se despintaba muy fácil, pero al final logramos por primera vez una nueva técnica de madera pintada con cochinilla por inmersión”, explica Hernández a ICON Design.
Para teñir las maderas, se hierve el agua que posteriormente se coloca en unos moldes hechos a la medida de cada pieza de la silla, y se agrega la grana cochinilla triturada para formar una especie de tintura súper caliente. “Las maderas se sumergen unas horas en esta agua-tintura, ya que cuando el agua está hirviendo penetra completamente las fibras de la madera. Con esta técnica, el color no solo queda en la superficie, sino que entra completamente al material. Eso convierte cada pieza en algo muy valioso: si se raspa la superficie de la silla el color va a seguir ahí”, dice Hernández.
El diseñador modifica las tonalidades de la grana agregando sustancias ácidas, que provocan colores naranjas y rosas tenues, y alcalinas, con las que se puede crear tonos morados, púrpuras, rosas intensos o rojos obscuros. “La finalidad de usar la grana cochinilla es acercarnos más a la tierra y alejarnos de los productos con base de petróleo que son tóxicos. Esta es otra alternativa para acercarte al color utilizando ingredientes naturales”, subraya.
Las piezas de la colección de sillas grana de Moisés Hernández cuentan con un diseño es muy simple: un respaldo delgado ligeramente arqueado, una base de apoyo sutilmente curva para brindar mayor comodidad, y unas patas rectas conectadas por una pieza de madera en la parte inferior que sirve para apoyar los pies. “Mi objetivo es que el diseño de la silla sea casi invisible, que no se hable de la forma, sino que lo que resalte sea solo el color de la grana cochinilla, que es el tesoro de la pieza”, comenta.
Para este diseñador, que estudió en la Escuela Cantonal de Arte de Lausana (ECAL), la mayor virtud de la grana es que “con muy poco de este poderoso insecto se puede obtener un rojo muy intenso y pigmentar grandes cantidades de textiles o madera”.
Aunque también existe la cochinilla americana, la cochinilla de Canarias, y algunas otras especies de Medio Oriente. Apolinar Villa, artesano e historiador de la Universidad Autónoma de Oaxaca, nos recuerda que “la grana cochinilla mexicana era la que proporcionaba colores más duraderos, vivos y brillantes. Además de ser uno de los pocos insectos domesticados del mundo junto con las hormigas, las abejas y el gusano de seda. Este insecto, que en principio es una plaga para los cactus, se logró controlar y cuidar para ser utilizado para algo tan codiciado en los tiempos precolombinos”.
“En la actualidad, la grana cochinilla se cuida durante tres meses en los nopales que previamente se cortaron del campo para posteriormente arrastrar el insecto con un pincel o espátula suave y así no dañarlo. Se lava con agua y se deja al sol hasta estar totalmente seco. Algunos otros textileros lo colocan en un comal o plancha caliente para después triturarlo en un metate o moledor artesanal de piedra hasta que se obtiene un polvo rojo intenso”, relata el historiador.
La grana fue el tercer producto más exportado de la Nueva España después del oro y la plata. Este producto fue muy codiciado por los propios habitantes de México-Tenochtitlan (antigua capital del imperio Azteca, hoy Ciudad de México), los conquistadores españoles, artistas prehispánicos y europeos, y la monarquía de diferentes países del viejo continente. En muchas ocasiones, era utilizado como moneda de cambio para pagar u obtener bienes debido a su alto valor y demanda, detalla una investigación de la UNAM.
La cochinilla mexicana también fue utilizada en obras de Vincent Van Gogh. Se tiene registro de que el pintor holandés utilizó el rojo de la grana en aproximadamente 40 lienzos, según la exposición ‘Rojo Mexicano, la grana en el arte’, del Palacio de Bellas Artes en México. Paul Gauguin, Diego Velázquez, Paul Cézanne, Peter Paul Rubens, Tintoretto, y Piere-Auguste Renoir también fueron algunos artistas que utilizaron la llamada sangre del nopal en sus trabajos. El insecto que tiñó el mundo de rojo.
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