Bambalinas u observar la función detrás del escenario. Artistas, galeristas, críticas y debates en torno al mercado del arte comparten reparto en las ferias de Arte contemporáneo
Pero ¿Qué pasaría si dejásemos ese atrezo a un lado por un momento y disfrutásemos tan sólo como espectadores de la función? Los gajes del oficio a veces te cuelan tras el telón, en este caso en el backstage de Arte Madrid 15 y desde ahí también se perciben la magia y la emoción del arte en estado puro, ese que recuerdas de las primeras clases de Bachillerato de Historia del Arte, cuando no sabías nada de fraudes artísticos o millonarias sumas de dinero.
Entre bastidores también se ve a artistas emergentes emocionarse por la conexión entre el público y su obra, por la posibilidad de seguir creando, por poder hacer que el arte siga vivo. Primerizos con su primera obra de arte bajo el brazo regalan también esa estampa emocionante, que quiero creer, no tiene nada que ver con burbujas ni mercados bursátiles. A veces lo olvidamos, pero también existe belleza en estos espectáculos del arte.
Belleza como la de las esculturas figurativas de Jesús Curía, con ese halo totémico y verdoso que te transporta al fondo de los océanos, como si las esculturas hubiesen estado sumergidas bajo el mar durante milenios.
O la sublimidad de las urnas mágicas de Hugo Bruce que juegan con lo onírico, y la metáfora de las raíces y árboles como símbolo el eterno retorno de la vida y la muerte, y donde esqueletos y mariposas se mezclan en el mismo plano vital.
La belleza también se encuentra en lo mundano, en lo diario, en lo grotesco, como aquellos bufones velazquianos donde el genio veía perfección, como en la contundente figura femenina de la “Mujer que amaba los perros” de Roberto Fabelo o sus gallos elevados a la categoría de corcel, cabalgados por amazonas.
Del amante de horizontes Marcos Tamargo con su “Puesta de Madera”, donde captura paisajes irreales convirtiéndose en un auténtico voyeur de puestas de sol, hasta la “Luna pescadora” que inunda de azul los lienzos de José Guinovart, tuve el placer de disfrutar del arte y olvidar el mundanal ruido del eterno debate del Arte Contemporáneo.
La delicadeza reside en las manos de Beatriz Díaz Ceballos que esculpen palabras al ritmo de poesía y en los lienzos con los que Cristina Mur dialoga consigo misma y el arte para encontrar el equilibrio y el sosiego.
Arte pop, oriental y urbano. Las tres tendencias que parecen haber llegado para quedarse, campaban también a sus anchas por el recinto del Espacio Cibeles.
El arte pop que inundó la capital madrileña meses atrás encontraba su representación en los lienzos de Lidia Mas Llorens sobre iconos de la cultura de masas. Retratros de Monica Belluci o del representante por excelencia de esta tendencia, Andy Warhol, sirvieron para rizar el rizo del pop más pop. Tampoco faltaron a la cita la reinvención de la lata de tomate más famosa de la historia del arte, de la mano del artista Pimax que cabalga entre el pop y el arte urbano.
Atraídos irremediablemente por los tintes orientales, el artista Lai Wei Yu dio buena muestra del arte asiático con sus omnipresentes miniaturas humanas sometidas al horror y la problemática de nuestra propia especie, reinventado el sentido de la demoledora frase “El hombre es un lobo para el hombre”.
Esas mismas miniaturas que podrían residir en las ventanas de los edificios de Daniel Sueiras, auténticas colmenas de vecinos, como símbolo del hacinamiento y la miseria humana, de las historias invisibles que pueblan cada casa.
Considerado tradicionalmente un arte menor sin apenas cabida en las galerías, el Street Art comienza a ser habitual en las ferias de arte y lo hace sin complejo alguno. Pablo Picasso de Mr. Brainwash acaparó los flashes de los visitantes que no se percatan ya de ese traspaso significativo del muro al lienzo.
Lo enigmático encontró su campo de acción en las obras de Carmen Calvo que gana la partida a la reinvención de las imágenes cotidianas con sabor añejo, convirtiéndolas en un juego cercano a lo macabro.
Las instalaciones encontraron su sitio en la galería Arancha Osoro. El cuervo de Alonso Manzano, anclado con cuchillas metafóricas a un tronco de madera, custodiaba la grabación de una escena de emergencia donde el sonido de sirenas de ambulancias hacen reflexionar sobre lo anestesiados que estamos ante la desgracia ajena, como cuervos que sobrevuelan la muerte a diario.
Odiada y amada a partes iguales, la provocativa escultura de Rebeca Sánchez, en silicona y dotada de un sensor de movimiento, se sumó a las polémicas y a nadie dejo indiferente.
El punto a la crítica política y social vino de la mano de Juan Gallego con su “Marca España”, donde una ficticia sala de prensa yacía en un espacio abandonado y frio como metáfora de la delicada situación de la libertad de expresión.
Crítica si, pero también pecadora si eso significa disfrutar de las ferias de arte contemporáneo. Iré preparando la penitencia…
Angélica MILLÁN ESCRIBANO (Blog LA MUSA DEL ARTE)
Fuente
http://www.descubrirelarte.es/
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