Estamos ante un movimiento, el de La Nueva Objetividad, donde no se puede afirmar la existencia de un estilo común y homogéneo, sino lo contrario, el resultado de unas personalidades dispares en sus orígenes, técnicas e influencias. Lo que los une, son sus mismas circunstancias históricas y el marco en el que basan sus creaciones: la ciudad. A diferencia de los anteriores expresionistas de Die Brucke (El puente), su producción artística está ligada al contexto de posguerra mundial. La situación social y económica, en este caso resultan ser determinantes, y la experiencia bélica el detonante inicial para pintores jóvenes nacidos en la década final del siglo XIX como Georges Grosz, Max Beckman, Otto Dix o Conrad Felixmüller.
La temática centrada en expresar los ánimos y sentimientos, ha sido del todo descartada, ahora el individuo junto con la denuncia social y política son el centro de sus actividades.
Georges Grosz, pintor expresionista alemán, (Berlín, 1893-1959). Recibió su formación en la Academia de Bellas Artes de Dresde. Contrario al academicismo como forma de expresión pictórica, a partir de 1912 se traslada a Berlín, y es aquí donde comienza a recrear multitud de escenas urbanas y cotidianas de bares, restaurantes o calles, junto con el alterne o la vida burguesa, siendo por así decirlo, su descubrimiento personal de la diversión y posibilidades de la gran ciudad. El año después viaja a París, y en 1914 con el estallido de la conflagración mundial proclama su rechazo a la violencia. Concluida la guerra, retorna en 1916 a la capital alemana que lo vio nacer, pero ya nada es igual, el halo de romanticismo, color y vida que desprendía con fuerza la urbe hace escasos años, ha sido dilapidado. La destrucción, miseria y mezquindad ensucian sus calles al completo.
En este momento, Grosz dentro de su estudio plasma la realidad, y realiza una radiografía profunda de la Alemania derrotada. Composiciones de prostitutas, borrachos, desamparados, ambientes sórdidos y cotidianos, escenas urbanas,... son sus principales aportaciones, con influencias del cubismo pasando por el surrealismo de Giorgio De Chirico hasta el postimpresionismo del francés Henri de Toulouse Lautrec, como puede apreciarse en algunas de sus obras representativas: Exequias. Dedicado a Oskar Panizza (1918) o Metrópolis (1917).
Junto con Conrad Felixmüller, fue el único de su grupo que se dedicó de manera activa a la política, convencido de que el arte era un arma, pasó a integrarse en las filas del partido comunista alemán. Su condición ideológica lo empuja a realizar un viaje a Rusia en 1922, donde incluso conversa con Trotski, y se muestra un fiel defensor de la causa soviética. No en vano sus sólidos principios, quedaron patentes en sus creaciones: "mis dibujos debían ser sobrios y directos, lejos de artificios, y dirigidos a mostrar un claro mensaje de protesta". La subjetividad no tenía cabida, él pintaba para ser un instrumento político, que denunciaba el terror, hambre o la enfermedad. Acusado de provocador, irreverente y obsceno, repudiaba a la Alemania radical junto a sus verdugos, mostrando lo peor de si mismos. Condenado al ostracismo por el nuevo régimen nazi, al volver a Alemania es obligado a abandonar su país a principios de 1933 e instalarse en EE UU, donde permanecerá hasta poco tiempo antes de morir, cuando regresa a su ciudad natal.
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Suicidio, 1916. |
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Lovesick, 1917. |
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Metrópolis, 1917. |
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Exequias. Dedicado a Oskar Panizz, 1918. |
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El ingeniero John Hearltfield, 1920. |
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El escritor Max Herrmann Neisse, 1925 |
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Escena cotidiana, 1925. |
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El boxeador Max Schemling, 1926. |
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Caín o Hitler en el infierno, 1944. |
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La danza del hombre gris, 1949. |
Fuente
http://www.artepinturaygenios.com/
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