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viernes, 24 de abril de 2015

Las Furias. De Tiziano a Ribera (Museo del Prado)

Las Furias. De Tiziano a Ribera.
Las Furias. De Tiziano a Ribera.
LAS FURIAS Y LA CASTRACIÓN DE URANO.
La Castración de Urano. Hacia 1560. Giorgio Vasari y Christofano Gherardi. Sala de Cosimo I. Palazzo Vecchio, Florencia.
La Castración de Urano. Hacia 1560. Giorgio Vasari y Christofano Gherardi. Sala de Cosimo I. Palazzo Vecchio, Florencia.
“Urano engendró a los Titanes en la Madre Tierra después de haber arrojado a sus hijos rebeldes, los Cíclopes, al Tártaro, lugar tenebroso en el mundo subterráneo que se halla a la misma distancia de la tierra que la tierra del cielo; un yunque que cayera tardaría nueve días en llegar a su fondo. En venganza, la Madre Tierra incitó a los Titanes a que atacaran a su padre, y ellos lo hicieron, encabezados por Crono, el más joven de los siete, al que ella armó con una hoz de pedernal. Sorprendieron a Urano mientras dormía y fue con esa hoz de pedernal con lo que le castró el cruel Crono, asiendo sus órganos genitales con la mano izquierda (la que desde entonces ha sido la mano de mal agüero), y luego los arrojó al mar  junto con la hoz, desde el cabo Drépano. Pero algunas gotas de la sangre que fluía de la herida cayeron sobre la Madre Tierra, y ésta dio a luz a las Tres Erinias, Furias que vengan los crímenes de parricidio y perjurio y se llaman Alecto, Tisífone y Megera”.
Así, las Furias eran unos personajes femeninos, personificación del castigo y la venganza, encargados de velar porque los condenados en el Hades cumplieran sus castigos.
Concluida su lucha contra los Titanes  y encerrados éstos en el Tártaro – salvo la posible huida de Crono, para perpetrar la castración de Urano anteriormente descrita- los tres hermanos vencedores procedieron al reparto del mundo; en palabras de Homero, Zeus obtuvo “el ancho cielo en el Éter y en las nubes”; Poseidón, “el canoso mar”, y Hades hubo de contentarse con “el tenebroso Occidente” y el mundo subterráneo, al que se le identifica con el mismo nombre: El Hades.
Fue –acaso en el II milenio a.C.-, cuando en Grecia, sin duda por influjo egipcio o mesopotámico, se empezó a imaginar un reino de los muertos, un Más Allá o unos infiernos y es el Hades ese lugar preciso. En cuanto a la suerte que allí corriesen las almas de los difuntos, se discutía sobre ella y sobre la forma de mejorarla.
Aclarada la puridad de las Furias y conocido el recinto de los difuntos (el Hades), En España se conoció como Furias a cuatro moradores del Hades greco-latino, al que habían sido condenados por haber desafiado a los dioses: Ticio, cuyo hígado devoraba un buitre por intentar violar a una amante de Zeus; Tántalo, castigado a procurarse en vano alimento por servir a su hijo de festín a los dioses; Sísifo, condenado a portar una enorme piedra por haber delatado las infidelidades de Zeus; e Ixión, castigado a dar vueltas sin fin en una rueda por querer seducir a Hera. El título Furias es en realidad fruto de una confusión.
Las Furias aparecen como conjunto en la historia del arte en 1548, cuando María de Hungría encargó a Tiziano para su palacio de Binche, a las afueras de Bruselas, cuatro lienzos con los personajes de Ticio, Tántalo, Sísifo e Ixión identificados como los príncipes alemanes que se habían alzado contra su hermano, el emperador Carlos V, y a quienes había derrotado un año antes en Mülhberg.
Durante los 120 años posteriores al encargo de María de Hungría a Tiziano, el tema de las Furias disfrutó de notable fortuna y asumió otros significados además del político inicial. Desde finales siglo XVI se consideró un asunto idóneo para ilustrar la dificultad máxima en el arte al tratarse de enormes figuras desnudas en complicados escorzos y representar el dolor extremo, de ahí que fueran elegidas por grandes artistas como Rubens y Goltzius o Van Haarlem para demostrar su talento, o Ribera y Rombouts para visualizar la estética del horror que recorría entonces Europa. Sin embargo, tras su apogeo napolitano con Ribera y veneciano con Langetti, hacia 1680 la temática de las Furias comenzaba a dar signos de agotamiento hasta ser reemplazada en 1700 por otros asuntos que permitían a los pintores planteamientos similares.
También cabe hacer una importante advertencia: el castigo de Prometeo se parece tanto al de Ticio, que sus representaciones pueden llegar a confundir estos dos mitos, induciendo a error a artistas y estudiosos.
Prometeo:
Gregorio Martínez (1547-1598), Prometeo encadenado, hacia 1590-1596, Óleo sobre lienzo, 173 x 223 cm, Museo Nacional del Prado.
Gregorio Martínez (1547-1598), Prometeo encadenado, hacia 1590-1596, Óleo sobre lienzo, 173 x 223 cm, Museo Nacional del Prado.
Al menos desde Hesiodo, la vida de los primeros hombres aparece vinculada de forma indisoluble a Prometeo, que suele ser considerado un Titán por ser hijo del Titán Jápeto y de la Oceánide Clímene. Según relata la Teogonía, este grandioso personaje, cuya inteligencia se revela en su propio nombre –“el que piensa antes”-, fue quien, durante la Titanomaquia, supo dotar a la humanidad de fórmulas de supervivencia frente al terrible y creciente poder de Zeus: al instituirse el sacrificio cruento que los hombres ofrecerían a los dioses, “puso de un lado la carne, las ricas vísceras y la grasa, cubriéndolas con la piel…; del otro lado, recogiendo los blancos huesos del buey con falaz astucia, los disimuló cubriéndolos con brillante grasa”. Al escoger Zeus la segunda parte, los hombres se aseguraron, para su sustento, la carne y las pieles de los animales sacrificados.
Zeus, irritado por esta acción, negó a los hombres la “infatigable llama del fuego”; pero “de nuevo le burló el sagaz hijo de Jápeto, pues escondió… el infatigable fuego en una caña hueca” (teogonía, 563-566), tomándolo del Olimpo, de la fragua de Hefesto (Vulcano)o del carro del Sol, y se lo entregó de nuevo a los hombres para que pudiesen de las alimañas y cocinar sus alimentos. Prometeo, en una palabra, se atrevía, una y otra vez, a desafiar al orgulloso vencedor de la Titanomaquia para proteger a los mortales desvalidos, por los que el dios triunfante no tenía la menor inclinación.
Actitud tan provocadora tuvo un castigo brutal: mediante la ayuda de Hefesto, que se hizo acompañar en esta ocasión por la violencia (Bía) y la Fuerza (Krátos), Zeus “ató a Prometeo, el abundante en recursos, con irrompibles ligaduras y dolorosas cadenas…, y lanzó sobre él su áquila de amplias alas: ésta le comía el hígado inmortal, que durante la noche crecía en la misma proporción” (Teogonía 522-525). Y así permaneció el hijo de Jápeto varios siglos atado a una columna o roca del Caúcaso hasta que, pasando por allí Heracles (Hércules), se apiadó de él, lanzó flechas contra el águila y liberó al prisionero de sus ligaduras.
De todas las almas de difuntos del Hades destacan, sin embargo, la de los “grandes condenados”, que no faltan en ninguna descripción antigua de los infiernos: su objetivo es de servir de ejemplo y aleccionamiento para evitar los mayores pecados y, en particular el de hybris o desmesurado orgullo frente a los dioses. En la Antigüedad, estos personajes sufrientes suelen aparecer formando un grupo en las figuraciones de los infiernos; en la Edad Moderna, lo normal es que compongan ciclos de pinturas o de grabados (como se presenta en esta exposición)  o bien en la ilustración de textos que describen sus suplicios.
Ticio:
Ticio; Miguel Ángel Buonarroti. Carbón y tiza negra sobre papel, 33 x 19 cm. 1532. Londres, Royal Collection Trust / ©Her Majesty Queen Elizabeth II 2014.
Ticio; Miguel Ángel Buonarroti. Carbón y tiza negra sobre papel, 33 x 19 cm. 1532. Londres, Royal Collection Trust / ©Her Majesty Queen Elizabeth II 2014.
Fue un hijo ilegítimo de Zeus (Júpiter), y que fue ocultado por éste, antes de nacer, en el seno de Gea (la Tierra), lo que le dio el aspecto de un terrible gigante. Hera (Juno) inspiró a este ser un irrefrenable deseo de violar a Leto (Latona), de modo que tuvieron que intervenir los hijos de ésta –Apolo y Artemis- para darle muerte. Una vez muerto Ticio quedó tendido en el suelo del Hades, y unas serpientes, buitres o águilas devoran su hígado, que renace con las fases de la luna.
Sísifo:
Sísifo. Tiziano,Vecellio di Gregorio. Óleo sobre lienzo, 237 x 216 cm. 1548 – 1549. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Sísifo. Tiziano,Vecellio di Gregorio. Óleo sobre lienzo, 237 x 216 cm. 1548 – 1549. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Junto a Ticio suele aparecer Sísifo, el inteligente fundador de Corinto y padre del dios marino Glauco, también fue el fundador de los Juegos Ístmicos : se contaba de él que marcó la pezuña de todas sus reses, de modo que pudo descubrirlas cuando se las robaron; sin embargo, su propio ingenio acabó traicionándolo: en una ocasión, le reveló al dios-río Asopo dónde se había llevado Zeus a su hija Egina, logrando a cambio que éste hiciese brotar una fuente en Corinto. Pero lo más imperdonable fue su asombrosa resistencia ante la muerte: cuando Tánato iba a llevárselo, lo apresó, logrando que nadie muriese durante algún tiempo; después, cuando Zeus le impuso soltar a su prisionero y acompañarlo al Hades, hizo prometer a su esposa que no le tributaría los honores fúnebres debidos; de este modo, pudo volver a su casa y vivir unos años más. Era más de lo que Zeus podía soportar: en el Hades, Sísifo fue condenado a empujar continuamente una roca hasta lo alto de una colina, aún sabiendo que, inmediatamente, esta roca rodaría de nuevo hacia abajo.
Tántalo:
Tántalo. Giulio Sanuto. Grabado, 44,2 x 34,1 cm. 1565. Budapest, Szépművészeti Múzeum
Tántalo. Giulio Sanuto. Grabado, 44,2 x 34,1 cm. 1565. Budapest, Szépművészeti Múzeum
Un gran monarca de Frigia, padre de Pélope y de Níobe, a la que a veces acompaña, en vasos del siglo IV a.C. , ante la tumba de sus hijos. Fue al principio tan querido por los dioses, que éstos le invitaban a sus banquetes; pero este privilegio le hizo engreído: sin la menor discreción revelaba a los mortaleslo que decían los olímpicos en sus reuniones, y hasta bajó a la tierra néctar y ambrosía para que sus amigos probases estos manjares divinos. El castigo qye recibió en los infiernos fue muy apropiado para este último crimen: sumergido en una laguna hasta el cuello, el agua huía de su boca cada vez que quería beber y, por mucho que se esforzase, nunca podía alcanzar las frutas que colgaban sobre su cabeza, porque las ramas se elevaban para impedirlo.
Ixión:
Ixión. Cornelisz van Haarlem. Óleo sobre lienzo, 192 x 152 cm. 1588. Rotterdam, Museum Boijmans van Beuningen.
Ixión. Cornelisz van Haarlem. Óleo sobre lienzo, 192 x 152 cm. 1588. Rotterdam, Museum Boijmans van Beuningen.
Se añade a estos “grandes condenados” Ixión, rey de los lapitas. Este personaje entra en la literatura a finales del siglo VI a.C., y su leyenda tiene gran éxito en la tragedia ateniense. Inició su carrera criminal negándole a su suegro los presentes de boda prometidos y matándolo después. Esto lo volvió loco –sin duda por la acción de las Erinias (Furias)- pero Zeus se apiadó de él y lo purificó. Sin embargo, Ixión se mostró tan desagradecido que intentó violar a Hera, y lo hubiera logrado si ella no hubiera interpuesto una nube con su figura para evitarlo (Tema tratado por P.P. Rubens, 1615. y por H. Füssli, 1809). Fue la nube, por tanto, la que quedó fecundada por Ixión y de este modo nació Centauro, origen de toda la raza de los centauros. Tras tantos desatinos, Ixión fue juzgado y atado por Hefesto a una rueda incendiada que gira sin cesar.
Presentación de la obra expuesta en esta magnífica exposición del Museo Nacional del Prado:
Ticio; Miguel Ángel Buonarroti. Carbón y tiza negra sobre papel, 33 x 19 cm. 1532. Londres, Royal Collection Trust / ©Her Majesty Queen Elizabeth II 2014.
Ticio; Miguel Ángel Buonarroti. Carbón y tiza negra sobre papel, 33 x 19 cm. 1532. Londres, Royal Collection Trust / ©Her Majesty Queen Elizabeth II 2014.
Ticio devorado por el buitre. Anónimo italiano (Nicolás Beatrizet). Grabado buril, 30,5 x 45 cm. S. XVI. Madrid, Biblioteca Nacional de España.
Ticio devorado por el buitre. Anónimo italiano (Nicolás Beatrizet). Grabado buril, 30,5 x 45 cm. S. XVI. Madrid, Biblioteca Nacional de España.
Gregorio Martínez (1547-1598), Prometeo encadenado, hacia 1590-1596, Óleo sobre lienzo, 173 x 223 cm, Museo Nacional del Prado.
Gregorio Martínez (1547-1598), Prometeo encadenado, hacia 1590-1596, Óleo sobre lienzo, 173 x 223 cm, Museo Nacional del Prado.
Tántalo. Giulio Sanuto. Grabado, 44,2 x 34,1 cm. 1565. Budapest, Szépművészeti Múzeum
Tántalo. Giulio Sanuto. Grabado, 44,2 x 34,1 cm. 1565. Budapest, Szépművészeti Múzeum
Sísifo. Tiziano,Vecellio di Gregorio. Óleo sobre lienzo, 237 x 216 cm. 1548 – 1549. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Sísifo. Tiziano,Vecellio di Gregorio. Óleo sobre lienzo, 237 x 216 cm. 1548 – 1549. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Ticio. Tiziano, Vecellio di Gregorio. Óleo sobre lienzo, 253 x 217 cm. 1548 – 1549. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Ticio. Tiziano, Vecellio di Gregorio. Óleo sobre lienzo, 253 x 217 cm. 1548 – 1549. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Ticio. Cornelis Cort. Grabado, 45 x 37 cm. 1566. Madrid, Biblioteca Nacional de España.
Ticio. Cornelis Cort. Grabado, 45 x 37 cm. 1566. Madrid, Biblioteca Nacional de España.
Ticio. Cornelisz van Haarlem. Tinta sobre papel, 36 x 26,8 cm. 1588. Viena, Graphische Sammlung Albertina.
Ticio. Cornelisz van Haarlem. Tinta sobre papel, 36 x 26,8 cm. 1588. Viena, Graphische Sammlung Albertina.
Ticio. Goltzius Haarlem. Óleo sobre lienzo, 125 x 105 cm. 1613. Frans Hals Museum.
Ticio. Goltzius Haarlem. Óleo sobre lienzo, 125 x 105 cm. 1613. Frans Hals Museum.
Prometeo encadenado. Pedro Pablo Rubens y Frans Snyders. Óleo sobre lienzo, 242,6 x 209,5 cm. Alrededor de 1611. Filadelfia, Philadelphia Museum of Art.
Prometeo encadenado. Pedro Pablo Rubens y Frans Snyders. Óleo sobre lienzo, 242,6 x 209,5 cm. Alrededor de 1611. Filadelfia, Philadelphia Museum of Art.
Detalle 1
Detalle 1
Detalle 2.
Detalle 2.
Ixión. Cornelisz van Haarlem. Óleo sobre lienzo, 192 x 152 cm. 1588. Rotterdam, Museum Boijmans van Beuningen.
Ixión. Cornelisz van Haarlem. Óleo sobre lienzo, 192 x 152 cm. 1588. Rotterdam, Museum Boijmans van Beuningen.
Tántalo. Cornelisz van Haarlem / Goltzius, Heindrick. Grabado, 31 cm diámetro. 1562 – 1638. Ámsterdam, Rijksmuseum.
Tántalo. Cornelisz van Haarlem / Goltzius, Heindrick. Grabado, 31 cm diámetro. 1562 – 1638. Ámsterdam, Rijksmuseum.
Ixión. Cornelisz van Haarlem / Goltzius, Heindrick. Grabado, 33 cm diámetro. 1562 – 1638. Ámsterdam, Rijksmuseum.
Ixión. Cornelisz van Haarlem / Goltzius, Heindrick. Grabado, 33 cm diámetro. 1562 – 1638. Ámsterdam, Rijksmuseum.
Faetón. Cornelisz van Haarlem / Goltzius, Heindrick. Grabado, 33,5 cm diámetro. 1562 – 1638. Ámsterdam, Rijksmuseum.
Faetón. Cornelisz van Haarlem / Goltzius, Heindrick. Grabado, 33,5 cm diámetro. 1562 – 1638. Ámsterdam, Rijksmuseum.
Ícaro. Cornelisz van Haarlem / Goltzius, Heindrick. Grabado, 34,2 cm diámetro. 1562 – 1638. Ámsterdam, Rijksmuseum.
Ícaro. Cornelisz van Haarlem / Goltzius, Heindrick. Grabado, 34,2 cm diámetro. 1562 – 1638. Ámsterdam, Rijksmuseum.
Prometeo. Theodoor Rombouts. Óleo sobre lienzo, 154 x 222,5 cm. Bruselas, Royal Museum of Fines Arts of Belgium.
Prometeo. Theodoor Rombouts. Óleo sobre lienzo, 154 x 222,5 cm. Bruselas, Royal Museum of Fines Arts of Belgium.
Ixión. José de Ribera. Óleo sobre lienzo, 220 x 301 cm. 1632. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Ixión. José de Ribera. Óleo sobre lienzo, 220 x 301 cm. 1632. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Ticio. José de Ribera. Óleo sobre lienzo, 227 x 301 cm. 1632. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Ticio. José de Ribera. Óleo sobre lienzo, 227 x 301 cm. 1632. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Estudio de narices y bocas. José de Ribera. Grabado, 13,9 x 21,3 cm. 1622. Colección particular.
Estudio de narices y bocas. José de Ribera. Grabado, 13,9 x 21,3 cm. 1622. Colección particular.
Sísifo. Antonio Zanchi. Óleo sobre lienzo, 110,4 x 119,8 cm. 1660 – 1665. La Haya, Mauritshuis.
Sísifo. Antonio Zanchi. Óleo sobre lienzo, 110,4 x 119,8 cm. 1660 – 1665. La Haya, Mauritshuis.
Tántalo. Giovanni Battista Langetti. Óleo sobre lienzo, 97 x 118 cm. Venecia, Ca Rezzonico.
Tántalo. Giovanni Battista Langetti. Óleo sobre lienzo, 97 x 118 cm. Venecia, Ca Rezzonico.
Ixión. Giovanni Battista Langetti. Óleo sobre lienzo, 193,6 x 258,4 cm. Puerto Rico, Museo de Arte de Ponce.
Ixión. Giovanni Battista Langetti. Óleo sobre lienzo, 193,6 x 258,4 cm. Puerto Rico, Museo de Arte de Ponce.
Prometeo. Luca Giordano. Óleo sobre lienzo, 186 x 132 cm. Budapest, Szépművészeti Múzeum.
Prometeo. Luca Giordano. Óleo sobre lienzo, 186 x 132 cm. Budapest, Szépművészeti Múzeum.
Tántalo. Gioacchino Assereto. Óleo sobre lienzo, 117 x 101 cm. Graz, Universalmuseum Joanneum.
Tántalo. Gioacchino Assereto. Óleo sobre lienzo, 117 x 101 cm. Graz, Universalmuseum Joanneum.
El suplicio de Prometeo. Salvator Rosa. Óleo sobre lienzo, 224 x 179. 1646 – 1648. Galeria Nazionale d´Arte Antica Palazzo Corsini.
El suplicio de Prometeo. Salvator Rosa. Óleo sobre lienzo, 224 x 179. 1646 – 1648. Galeria Nazionale d´Arte Antica Palazzo Corsini.
El suplicio de Prometeo. Gioacchino Assereto. Óleo sobre lienzo, 83 x 69,5 cm. Douai, Museé de la Chartreusse.
El suplicio de Prometeo. Gioacchino Assereto. Óleo sobre lienzo, 83 x 69,5 cm. Douai, Museé de la Chartreusse.
Fuente
https://euclides59.wordpress.com

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