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viernes, 14 de agosto de 2015

¿Quién es Pável Filónov?





El Museo Ruso de Málaga inaugura hoy 'Testigo de lo invisible', una muestra con 66 obras de un artista tan enigmático para Occidente como para la propia Rusia.


'Composición. Barcos' (1919), de Pável Filónov (1883-1941).

En gran medida, la historia de Pável Filónov (Moscú, 1883- San Petersburgo, 1941) es la historia de la Rusia de su tiempo: la de uno de los más visionarios artistas de las vanguardias de su país, cuya obra fue prohibida, vilipendiada y oculta a todos los ojos por el Gobierno de la Unión Soviética durante más de medio siglo. Ya con motivo de la presentación de la sede del Museo de Arte Ruso de San Petersburgo en Málaga, el director de la pinacoteca, Vladimir Gusev, se refirió a Filónov como "uno de los creadores más importantes de las vanguardias rusas, aunque desconocido, por lo general, fuera de Rusia"; habría que puntualizar, sin embargo, que Filónov también constituye un enigma por escudriñar en la misma Rusia. De cualquier forma, y tal y como anunció Gusev en su momento, Filónov es el gran protagonista de la segunda exposición temporal del museo de Tabacalera, Pável Filónov: Testigo de lo invisible, que se inaugura hoy y que podrá verse hasta enero de 2016. La propuesta reúne 66 obras (entre pinturas, dibujos e ilustraciones) de un artista cuya proyección en Europa, salvo las exhibiciones que le dedicaron en 1990 el Centro Georges Pompidou de París y la Kunsthalle de Düsseldorf, ha sido extraordinariamente limitada, lo que convierte la nueva apuesta del Museo de Arte Ruso de Málaga en un suculento órdago, también, a nivel internacional. Testigo de lo invisible toma el relevo aLa época de Diaguilev en el programa de muestras temporales del centro malagueño con la esperanza de que el enigma conquiste a un público amplio, lo que no parece, digamos, descabellado. 



Una de las obras del artista que podrán verse en Tabacalera.


La obra de Filónov constituye un misterio en la medida exacta de su propia vida. Lo curioso es que el mismo Museo de Arte Ruso de San Petersburgo ha mantenido históricamente una relación singular con el pintor. En 1929, el Museo Ruso de la entonces Leningrado se disponía a inaugurar una amplia exposición monográfica del artista cuando los responsables del centro recibieron una tajante notificación gubernamental: la exhibición quedaba prohibida sin paliativos. Los cuadros permanecieron en el museo un año entero a la espera de una posible absolución que nunca llegó. Finalmente, el Museo Ruso, depositario de las obras del pintor, según expreso deseo del mismo, inauguró la muestra monográfica en 1988, casi cincuenta años después de la muerte de Filónov y cuando, en plena Perestroika, el orden soviético tocaba a su fin. Que el Centro Pompidou de París recogiera el guante parecía abrir las puertas al reconocimiento de Filónov como gran tesoro por descubrir en Europa, genio silenciado por la intolerancia soviética, mártir de las musas que ardiera en el fuego de la sinrazón tiránica. Sin embargo, por más que el caso contase con todo el viento a favor, la resurrección nunca llegó a producirse, al menos con la efusión esperada. No obstante, que el Museo de Arte Ruso de San Petersburgo apueste por Filónov para uno de sus primeros proyectos en su primera sede fuera de Rusia demuestra que el empeño en cambiar la historia sigue vivo. Y el enigma, de nuevo, puede aliarse con un destino más amable. Aunque sea por aquella cuestión fraudulenta del romanticismo. 




Como cabría esperar, las referencias bibliográficas a Filónov no son muy abundantes, pero alguna constancia queda. Artista precoz, a los 25 años ingresó en la Academia de Arte de San Petersburgo, de la que no tardó en ser expulsado por sus ideas revolucionarias. Después de formar parte de algunos grupos vinculados a las vanguardias, en 1912 publicó el ensayo El canon y la ley, un corpus teórico al que se mantuvo adscrito durante toda su trayectoria, independientemente de los registros que frecuentara. Frente a la geometría cubista, Filónov expuso el realismo analítico, un ideario que fomentaba la revelación del "alma interna" del objeto a través de la representación pictórica del mismo. Si el cubismo tenía su origen en el bodegón tradicional, correspondientemente subvertido, Filónov denunciaba que el gran paradigma del siglo XX se había desentendido de una exégesis filosófica. El artista propuso al respecto una suerte de panteísmo spinozista que tradujo en inquietantes composiciones figurativas.




 Sus pinturas siempre interrogan, especialmente cuando las presencias humanas se funden con otras entidades materiales, en una disolución deudora a menudo de El Bosco y Brueghel El Viejo. Mención aparte merecen sus trabajos religiosos, como los dedicados a la Sagrada Familia, en los que la gran tradición de la pintura rusa se diluye como un caudal en su concepción realista. Demasiado, al cabo, para una disciplina soviética que después se mostraría dada a tales aquelarres. 



Filónov combatió en el frente rumano durante la Primera Guerra Mundial y apoyó la revolución de 1917 (presidió algunos comités). En 1919 celebró su primera exposición y en 1923 comenzó a trabajar como profesor de arte en San Petersburgo. Llegó a fundar la Escuela del Realismo Analítico, por la que pasaron unos 70 alumnos. Condenado al ostracismo, ni siquiera la aproximación al futurismo de la mano de Mayakovsky le salvó del olvido. Murió en 1941, durante el asedio nazi de Leningrado. Cierta leyenda dice que su fantasma protege personalmente cada uno de sus cuadros de los ladrones. Poltergeist en Tabacalera.
Fuente
http://www.huelvainformacion.es



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