La Guioconda' , protegida con una urna capaz de soportar terremotos. EL MUNDO
Italia trabaja en sistemas para proteger el patrimonio de la amenaza sísmica.
El último fue hace sólo cuatro meses, el agosto pasado. Tuvo una magnitud de 6 grados en la escala de Richter y sacudió Amatrice y otras localidades del centro de Italia, dejando a su paso 299 muertos, 388 heridos y graves daños en el patrimonio cultural. Antes, en 2009, la golpeada fue L'Aquila. Y antes, Campobasso. Y antes Asís, Irpinia, Friuli... Desde comienzos del siglo XX, cuando existen registros históricos, los terremotos han dejado más de 40.000 cadáveres en Italia y cuantiosos daños materiales y artísticos. El país de la bota constituye una de las zonas más sísmicas de Europa. Según cálculos de Protección Civil en los últimos 2.500 años ha sufrido más de 30.000 terremotos de intensidad media o fuerte, lo que supone un promedio de al menos un seísmo importante al mes. Prácticamente el 60% del territorio italiano está en una zona de elevado o medio peligro sísmico, según advierten los expertos con el geofísico Enzo Boschi a la cabeza.
Pero Italia también tiene otra característica: atesora uno de los mayores patrimonios artísticos, históricos y culturales del mundo. De hecho, es el país que encabeza la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, con 52 sitios bajo esa denominación por su excepcional valor cultural o natural: desde las zonas arqueológicas de Pompeya, Herculano y Torre Annunziata hasta Venecia, pasando por el centro histórico de Nápoles, Roma, Florencia.... Para la Unesco, Italia es el país que concentra el mayor porcentaje de patrimonio artístico y cultural del planeta, seguido de China. Y según el Instituto Superior para la Conservación y la Restauración, un organismo público que entre otras cosas se dedica a realizar un censo del patrimonio cultural y artístico italiano, en el país se cuentan en total más de 100.000 monumentos, palacios históricos, museos, lugares arqueológicos... En Italia en cada 100 km2 se hallan, de media, 33,3 bienes arquitectónicos, arqueológicos o museísticos.
Por motivos evidentes, esa combinación de fuerte actividad sísmica con ingente patrimonio artístico resulta absolutamente explosiva y preocupa no sólo a las autoridades culturales italianas. En Trezzano su Naviglio, una localidad de la periferia de Milán, hay una empresa en el que desde hace tiempo también están obsesionados con encontrar una fórmula mágica que permita proteger de un seísmo a los bienes artísticos. Y, eureka, parece que han dado con ella.
Nos encontramos en la sede de Goppion, una compañía italiana que en lo que a vitrinas de museo representa algo así como la Ferrari a los coches. Reina una bulliciosa actividad en esta especie de taller renacentista en el que se conjuga la artesanía con la aplicación de las tecnologías más punteras. De aquí salieron hace casi 30 años las vitrinas con cristales de máxima seguridad que todavía hoy custodian las joyas de la Corona británica que se exhiben en la Torre de Londres. Eran los años de los atentados del IRA y dado que esas vitrinas iban a preservar la que se considera la colección de joyas más valiosa del mundo -y que incluye por ejemplo a La Estrella de África, el más grande y famoso diamante sobre la tierra-, agentes de los servicios secretos quisieron asegurarse de su capacidad de resistencia y seguridad. Para comprobar si las vitrinas resistirían un eventual atentado con explosivos, se llevaron una y colocaron una bomba junto a ella. La vitrina superó la prueba. Aquél fue el primer proyecto de envergadura de Goppion. Y en 2003, les cayó otra comisión de gran calibre: el Museo de Louvre les encargó preparar una vitrina especial para proteger al cuadro más famoso del mundo, la Gioconda de Leonardo Da Vinci, la célebre Mona Lisa, que para entonces ya había sido víctima de varios ataques. La empresa milanesa decidió encerrar el óleo en una urna de cristal blindado de gran seguridad dotada de filtros para evitar la contaminación y con un sistema capaz de controlar las condiciones climáticas, la humedad relativa, la temperatura... Fue esa vitrina la que evitó que el lienzo sufriera el más mínimo daño cuando, en 2009, una mujer rusa lanzó contra él una taza que había comprado en la tienda del propio museo. La urna resistió el impacto.
Goppion ha desarrollado desde entonces otros proyectos para el Louvre, incluida la galería de la Venus de Milo o el departamento de artes del Islam. Y también lleva su firma la vitrina del Victoria & Albert Museum de Londres que lleva a gala ser la más grande del mundo -seis metros de longitud, la dimensión más grande que se puede conseguir en una sola pieza de vidrio- y que alberga en su interior la alfombra Ardabil, la más antigua que se conoce (data de 1530) y una de las más gigantescas. Pero, a pesar de ser una vitrina de dimensiones inmensas, se puede abrir con un solo dedo y sin que un visitante del museo sea capaz de averiguar dónde demonios se encuentra el mecanismo que activa su apertura.
"Invertimos mucho en investigación. Y todo lo hacemos nosotros, de aquí salen las piezas completas. Algunas son piezas tan grandes que, por fuerza, las debemos de montar en el interior del museo porque no entran por la puerta, pero nos llevamos todo, hasta el último tornillo", nos cuenta el ingeniero Giancarlo Cotrufo, jefe de proyectos de Goppion, subrayando que cumplir con un encargo implica como mínimo un mes de trabajo y en algunos casos, hasta dos o tres años.
Porque lo que esta empresa ofrece en realidad es alta tecnología, como lo demuestra el hecho de que muchas de sus soluciones estén registradas y patentadas y que se encuentren en museos de todo el mundo: desde Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, pasando por Arabia Saudita. Uno de sus últimos proyectos, por ejemplo, se materializa en el Museo Afroamericano de Washington, inaugurado el 24 de septiembre pasado por Barack Obama y que conserva piezas importantes de la comunidad negra americana como el abrigo de Rosa Parks, la mujer que en diciembre de 1955 se negó a ceder su asiento en un autobús a un blanco y a trasladarse a la parte de atrás del vehículo, motivo por el cuál fue encarcelada, o la Biblia de Luther King.
Sandro Goppion, hijo del fundador de esta empresa, es su actual presidente y el responsable de haberla convertido en líder mundial en su sector. Y no oculta que le encantan los desafíos. Su cabeza está todo el día en ebullición, inventado cosas, buscando nuevos retos. Fue así como se le ocurrió la idea de dar con algún tipo de vitrina que, en caso de terremoto, protegiera los objetos que se exhiben en ella. Diez años estuvieron trabajando en esa tecnología, en colaboración con una empresa japonesa. Pero lo consiguieron: idearon unas vitrinas que, en caso de seísmo, son capaces de neutralizar las vibraciones y de evitar así que el objeto que se exhibe en su interior se mueva y se caiga.
Ver en funcionamiento una de esas vitrinas es algo pasmoso. El suelo se mueve, los muebles se tambalean y algunos incluso caen... Y sin embargo, dentro de la vitrina es como si no pasara nada... La vasija de época romana que hay en su interior no se mueve ni un milímetro de su sitio... En Goppion incluso han hecho pruebas con una copa de vino: nada, no se vierte ni una gota en caso de vibraciones.
"Obviamente, si el terremoto es tan fuerte que provoca que se desplome el edificio, no se puede hacer nada. Pero si lo que genera es un movimiento de tierra, nuestras vitrinas resisten. Ya resistieron hace un par de años, cuando colocaron bombas en el Museo de Arte Islámico del Cairo", asegura Patrizia Venturini, directora de operaciones de la compañía.
De hecho, después de que en 1997 un fuerte temblor afectara a las regiones italianas de Umbría y Las Marcas, provocando varias muertes y daños en la Basílica de San Francisco de Asís, los responsables del Museo del Tesoro de esa basílica pidieron a Goppion una vitrina para proteger una vidriera de colores que, milagrosamente, se había salvado del seísmo. También es en una de sus urnas anti-seísmo el Museo Arqueológico de Nauplia, una zona de Grecia con alto riesgo de terremoto, donde se guarda la armadura más antigua del mundo. Y La Piedad Rondanini, que se encuentra en el museo del Castillo Sforzesco de Milán y que está considerada como la última obra esculpida por Miguel Ángel, en la que estuvo trabajando seis días antes de morir, se exhibe sobre una plataforma anti-terremoto de Goppion capaz de proteger esa escultura de un posible seísmo y de las vibraciones de las dos líneas de metro que pasan bajo ella.
Fuente
http://www.elmundo.es
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