Cristina Aransay observa un ‘San Antonio Abad’, atribuido al entorno de Ribera. / Rafa Gutiérrez
Cristina Aransay ha sido elegida ‘Alavesa del mes’ de EL CORREO por su labor en la restauración de los bienes culturales de Álava
Existe una cámara del tesoro en el Servicio de Restauración del departamento de Cultura de la Diputación, en el polígono de Ali. Entre sus techos altos se miran de frente ‘El Descendimiento’ de Gaspar de Crayer, ‘El Cristo’ del gran Ribera y el ‘Rezo del Ángelus’ de Díaz de Olano. Estos días se ha incorporado también un extraño cuadro de Uranga con el general Liniers acosado por unos gauchos argentinos. Todos estos cuadros, de un valor incalculable, son propiedad del Obispado o de la provincia. Están ahí temporalmente porque han sido restauradas o van a serlo en esa especie de hospital para obras de arte que es el Servicio foral de Restauración. En ningún museo estarían juntas estas piezas, pero este es un lugar donde se producen milagros. Para empezar, la temperatura es constante, de entre 20 y 22 grados y una humedad del 50%, el clima idóneo para todo tipo de material.
La doctora jefe de esa clínica especializada, que este año cumple 30 años, se llama Cristina Aransay Saura (Santo Domingo de la Calzada, 1964), vitoriana desde los 5 años. Su padre se encargaba de cuidar las famosas gallinas de la catedral riojana que, recordando el milagro, cantaron después de asadas. Aunque su pasión por el arte no se despertó hasta mucho después, en sus visitas infantiles a la seo se moldeó su vocación.
Licenciada en Bellas Artes, especialista en Conservación y Restauración por la Universidad del País Vasco (1981-1986), Cristina Aransay logró en 1988 un puesto como técnica de administración especial de la Diputación. Durante 25 años participó en decenas de estudios e intervenciones llevados a cabo en bienes culturales de Álava.
Desde 2008 ejerce las funciones de Jefa del Servicio de Restauración, aunque lo que le sigue apasionando es analizar e intervenir directamente en las obras. A sus órdenes se encuentran ocho profesionales especialistas que han acumulado una experiencia enorme en el tratamiento de los bienes artísticos, hasta el punto de que les piden asesoramiento en muchos departamentos dedicados a la salvaguarda del patrimonio de Euskadi y de España. Piedra, madera, vidrio, textil, papel, pintura, restos arqueológicos, cualquier material es tratado con rigor por estos experimentados restauradores.
La Virgen Blanca
De este lugar, después de nueve años, acaba de salir la talla original de la Virgen Blanca que se ha venerado desde el siglo XIV en la iglesia de San Miguel. Actualmente se encuentra depositada en el Museo de Arte Sacro, en la girola de la catedral nueva para que pueda ser visitada.
Solamente por el significado de la talla y la devoción que siente por ella la ciudad, hay suficientes razones para un reconocimiento público a los que han hecho posible la recuperación de la imagen. EL CORREO quiere sumarse con este galardón de ‘Alavesa de diciembre’ a ese agradecimiento general. La talla se encontraba muy deteriorada, había comenzado a cuartearse y se temía por su estructura. Además, el buen resultado es fruto de la colaboración interinstitucional, con participación incluso del Ministerio de Cultura. Este equipo de restauradores se enfrenta cada año a entre 400 y 500 piezas necesitadas de ser restauradas.
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